“Aprendí a nadar antes que a caminar”, escribió Yusra Mardini en su autobiografía. Su papá, entrenador en una pileta de Damasco, quería convertirla a ella y su hermana mayor, Sara, en campeonas olímpicas. Este sueño, y años de duro entrenamiento, fueron clave el día en que el motor del gomón que las llevaba lejos de la guerra de Siria se apagó y la embarcación comenzó a hundirse. Las hermanas no lo dudaron ni un minuto. Se tiraron al agua helada del mar Egeo y durante más de tres horas arrastraron la embarcación hasta la isla de Lesbos. Ese día le salvaron la vida a 19 personas, ese día comenzó su leyenda.
Mardini ahora tiene 25 años, pero nunca se olvidará de lo que sintió en el momento en que el bote inflable apto para 7 personas, pero que llevaba a 21 se quedó sin motor. “Todos empezaron a rezar, temiendo por sus vidas: muchos no sabían nadar”, le dijo una vez a la BBC.
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Estábamos en 2015. Yusra entonces de 17 años y Sara, de 20, estaban determinadas a no morir ahogadas en el mar. “Con una mano sujetaba la cuerda que estaba atada al bote, mientras que nadaba con la otra y los pies”, recordó Mardini sobre la hazaña.
Hacía un tiempo que las hermanas pensaban en dejar Siria. La Primavera Árabe había sido duramente reprimida por el régimen de Bashar al Assad y el país terminó devastado por una dura guerra civil que aún continúa. La mitad de la población siria quedó desplazada o huyó del país.
El día en que una bomba cayó sobre la pileta donde acababan de entrenar
Sus papás se oponían a que se fueran del país hasta que un día una bomba cayó sobre la pileta donde las hermanas entrenaban. “Habíamos estado practicando por la mañana y cuando terminamos, estábamos afuera, esperando a mamá y ¡boom!”, recordó la joven siria. Ese día, murieron un coach y varios de sus amigos. Ese día, se decidieron a armar las mochilas y emprendieron la peligrosa travesía en una de las rutas migratorias más temerarias.
“¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Cuándo empezaron nuestras vidas a valer tan poco? ¿Por qué decidimos arriesgarlo todo, pagar una fortuna para subir en una embarcación abarrotada y jugárnoslo todo en el mar? ¿Era esta de verdad la única salida? ¿La única forma de escapar de las bombas que caían sobre nuestro hogar?”., se preguntó Yusra Mardini en su autobiografía Mariposa: De refugiada a nadadora olímpica. Mi historia de superación y esperanza.
Después de llegar a Grecia, las hermanas tomaron un ferry a Atenas, luego un micro a Macedonia y atravesaron Serbia en tren. Caminaron durante horas hasta la frontera con Hungría. Solo un alambre de púa las separaba de la Unión europea.
Le pagaron varios cientos de euros a un traficante que las llevó a Budapest. Cuando llegaron, alguien les avisó que “vendían órganos de los refugiados o que, si eran atractivas, las obligaban a prostituirse” y huyeron hasta la estación de trenes, la misma en la que cada día llegaban alrededor de 5.000 refugiados en lo que era entonces la mayor crisis migratoria de Europa hasta la guerra de Ucrania.
Yusra y Sara lograron subirse a un tren, pero una pasajera las denunció. Las detuvieron y llevaron a un campo de refugiados, donde estuvieron hasta que la canciller alemana Angela Merkel decidió abrirles las puertas a cientos de miles de refugiados sirios.
Las hermanas llegaron primero a Viena, donde una mujer, Ann, les ofreció una ducha y un plato de comida caliente. “Después de todo este tiempo horrible, fue increíble volver a sentirnos como seres humanos”, recordó.
Una vez en Alemania, Yusra se inscribió en una pileta de Berlín, el Wasserfreunde Spandau 04, para retomar los entrenamientos y pronto le llamó la atención a un coach, Sven Spannekrebs, que la tomó bajo su ala.
Cuando se enteró de que el Comité Olímpico Internacional iba a crear el primer equipo de refugiados de la historia, ayudó a que Yusra formara parte de él.
Y fue así, que un año después de salvarse de morir en el mar, Yusra cumplía con el sueño familiar de ser nadadora olímpica, el sueño que la habitaba “desde que tenía nueve años”, según confesó alguna vez a la revista Allure.
“Nadé por Siria en competencias internacionales y, antes de que estallara la guerra, tenía el sueño de competir por Siria. Pero eso se hizo imposible debido al conflicto”, sostuvo.
Para la joven de 18 años, llegar a los JJ.OO. fue “un sueño hecho realidad”. ”Caminar por el estadio, representando a millones en todo el mundo, fue una locura”, dijo a Allure.
Yusra Mardini ocupó el puesto 40 entre las nadadoras de estilo mariposa que compitieron en Río de Janeiro. En el fondo, poco le importaba el resultado. Su mera presencia en Río era una victoria. Seguir viva era una victoria.
En 2017, Yusra se convirtió en la Embajadora de Buena Voluntad de ACNUR más joven de la historia, con 19 años, y comenzó a recorrer el mundo para compartir su historia y la de millones de refugiados. Conoció a presidentes, reyes y celebridades como George Clooney, pero, sobre todo, pudo inspirar a jóvenes con los que se encontraba.
Mardini volvió a calzar con orgullo la gorra blanca del Refugee Olympic Team en los JJ.OO. de Tokio para “representar a 80 millones de refugiados en todo el mundo” y “mandarles un mensaje de esperanza haciendo lo que amo, y también mostrándole al mundo que los refugiados no se darán por vencidos fácilmente y seguirán adelante”, según escribió la propia atleta en su cuenta de Instagram.
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Desde entonces, Yusra dejó la competición y estudia producción de cine y televisión en la Universidad del Sur de California. Escribió su autobiografía y su historia fue llevada al cine de la mano de Netflix, con la película “Las nadadoras”, dirigida por la egipcia Sally El Hosaini y estrenada en 2022.
Yusra ya se acostumbró a las alfombras rojas y se convirtió en una verdadera influencer, con más de 800.000 seguidores en Instagram. Como tal, recibe invitaciones de marcas de lujo como Burberry o Bottega Veneta y asiste a eventos reservados a muy pocos.
Aun así, Yusra usa su fama para llamar la atención sobre la causa de los refugiados y apela a la empatía: “Podría ser vos. Podría ser yo. Cada refugiado tiene una historia diferente. Pero una cosa siempre permanece igual: sean quienes sean, vengan de donde vengan y cuando se vean obligados a huir, TODOS tienen derecho a buscar seguridad”, posteó alguna vez con motivo del día internacional del refugiado.
¿Un futuro en la moda?
En los últimos meses, Yusra se acercó a otra de sus pasiones, la moda, algo que dijo haber heredado de su mamá diseñadora. Hizo de modelo para la revista Vogue y marcas como Tommy Hilfiger. También desfiló por primera vez en enero en París para la marca Casablanca en una colección “inspirada en la paz” y en un show que comenzó con un discurso sobre los refugiados.
La joven siria se volvió a subir a las pasarelas en marzo en Miami para la presentación de la temporada primavera verano de Hugo Boss, una experiencia que calificó de “fenomenal”.
“Vestirme con estas marcas es algo tan destacado para mí porque puedo ser yo mismo, puedo abrazarme a mí mismo. No voy a mentir, me encanta la ropa. Me encanta cambiarme cada dos horas si tengo suficientes vestidos, bolsos y zapatos con tacos para hacerlo. Así que estoy muy emocionada de entrar lenta, pero seguramente en esa industria”, dijo a Allure.
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La joven también reveló que sueña con crear su propia línea de ropa: “Me muestro paciente al respecto porque no soy el tipo de persona que saca cualquier pieza. Quiero que sea realmente genial y accesible para todos. Quiero que sea hermoso en todos los sentidos. Quiero una historia detrás de la línea”.
Yusra parece haber vivido varias vidas, pero siente que lo mejor aún está por venir. “Es el momento de probar todo lo que quiero en la vida y eso es lo que estoy haciendo”, dijo Mardini, mientras cada día escribe una nueva página de su historia.