La noche de Múnich quedará en la historia como la consagración del París Saint-Germain en la Champions League. Pero también —y sobre todo— como la noche en la que el fútbol fue un abrazo.
El equipo francés goleó 5-0 al Inter de Milán con una autoridad que sorprendió al mundo, con un estadio teñido de azul y rojo, y con un técnico que no solo levantó la copa.
Porque en ese momento, cuando Luis Enrique alzó el trofeo más codiciado de Europa, lo hizo con los ojos brillosos, con el alma en offside, atravesada por la ausencia, y con una certeza íntima: que su hija Xana estaba indiscutiblemente allí, con él.
Leé también: El emotivo homenaje de los hinchas del PSG para Xana, la hija de Luis Enrique que murió a los 9 años
Aquel 29 de agosto de 2019 el mundo del deporte se detuvo por un instante. Luis Enrique —entonces DT de la selección española— comunicó lo impensado: Xana había muerto después de un combate silencioso contra un osteosarcoma. Tenía apenas nueve años.
“Nuestra hija Xana falleció después de luchar durante cinco intensos meses”, escribió el técnico. Lo dijo con la sobriedad del que no tiene consuelo, pero también con la claridad de quien transforma el dolor en un recuerdo amoroso. Porque eso hizo desde entonces: recordarla.

Luis Enrique ya había ganado la Champions League con el Barcelona de Messi en 2015. Nueve años después volvió a conquistar Europa. Pero esta vez con otro escudo, otro estadio, otros colores. Y también, con otro corazón. Uno gastado, que solo puede latir en el cuerpo de quien aprendió a perder lo más valioso sin dejar de amar la vida.
En la previa de la final contra el Inter, la prensa le preguntó al entrenador del PSG por el recuerdo de su hija, en un momento tan particular de su carrera. Y la respuesta emocionó a todos. “Es bastante más fácil de lo que parece. Yo tengo un recuerdo increíble, porque a mi hija le gustaban mucho las fiestas. Y estoy seguro de que donde está, sigue haciendo fiestas", respondió.
“Recuerdo una foto que tengo con ella en la final de Berlín, después de ganar la Champions, clavando una bandera del FC Barcelona en el campo", expresó Luis Enrique, y siguió: “Tengo el deseo de poder hacer lo mismo con el PSG. No estará mi hija físicamente, pero estará espiritualmente, y eso para mí es muy importante“.
Dijo esto con la voz entera, como si el fútbol —ese universo de pasiones que a veces todo lo tapa— pudiera también ser un puente hacia lo que está ahí, aunque no se pueda ver.
Porque siempre hay algo más. Porque cuando todo se vuelve fútbol, nada queda que no lo sea. Y el fútbol no alcanza lo divino cuando es rutina. Toca el cielo con las manos (o con los pies) solo cuando es excepcional.
Los hinchas del PSG entendieron todo a la perfección. En las tribunas de Múnich apareció una bandera inmensa con la imagen de Luis Enrique junto a su hija, los dos con la camiseta del club parisino.
Recrearon la postal que el técnico había descrito días antes, aquella en la que imaginaba a Xana clavando una bandera del PSG como lo había hecho con la del Barcelona, en la final de 2015. Esta vez, sí, la bandera flameó.
Nada de esto estaba en los planes del fútbol. Porque el fútbol no planifica duelos, ni conoce el calendario de las pérdidas. Pero a veces, de repente, se vuelve humano, y millones de personas anhelaban el triunfo para que un hombre pueda hacer un guiño al cielo.
Luis Enrique supo lo que es ganarlo todo con una camiseta. Como jugador, fue campeón olímpico con España y también se consagró con el Barcelona. Como entrenador del Barça, alcanzó el triplete en 2015. En 2021 dirigió a la Selección española hasta las semifinales de la Eurocopa.
Pero también supo lo que es perderlo todo. “Extrañamos mucho a nuestra hijita pero la recordaremos cada día de nuestras vidas con la esperanza de que nos volveremos a encontrar”, expresó.

En la semana previa a la final en Múnich, Luis Enrique fue consultado por periodistas sobre su motivación personal, y por supuesto que nombró a su hija: “Xana estaría muy contenta hoy. No está físicamente, pero sí espiritualmente. Me acompaña siempre. La vida me dio cosas maravillosas, también momentos muy difíciles, y aprendí a vivir con eso”.
Este sábado histórico, después del triunfo del PSG, Luis también habló de su hija. “Todos los días, se gane o se pierda, se levante uno de mal humor, se levante de buen humor: Xana siempre está conmigo, siempre está con mi familia. Y hoy, seguro que estaría por aquí corriendo, aunque quizás ya sería un poco más mayor...“.
Luis Enrique obtuvo más que una copa: ganó el respeto de todos. El de los rivales, el de los neutrales. El de los que entienden que no hay estrategia táctica que supere al coraje de seguir adelante después del abismo. Hoy, la Champions de la vida tiene un padre campeón.