Cada 3 de junio se celebra el Día del Sommelier en la Argentina, y si hay algo que marca esta profesión hoy es el cambio. El vino dejó de ser exclusivo de una elite y se volvió más diverso, más relajado, más cercano a la cocina y a los gustos reales de las personas.
En ese contexto, una nueva camada de sommeliers está teniendo un papel clave: se mueven entre cocinas, bodegas y redes sociales, interpretan tendencias, curan cartas y le dan al vino una nueva narrativa. Hablamos con ocho de ellos para entender cómo ven esta transformación.
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¿Qué hace un sommelier?
Ya no se trata solo de descorchar un malbec y hablar de taninos. Hoy, ser sommelier es mucho más que conocer cepas y regiones: es traducir el mundo del vino a un lenguaje simple, conectar con el comensal, acompañar desde la gastronomía y entender lo que se bebe como un reflejo cultural.
- Armar y curar cartas de vinos en restaurantes, bares u hoteles.
- Asesorar a los comensales sobre qué vino elegir según la comida, el gusto o el momento.
- Catar, clasificar y describir vinos, con conocimientos técnicos y sensoriales.
- Ser el nexo con bodegas y distribuidores, conociendo zonas, productores y estilos.
- Comunicar y educar, ya sea en mesas, redes sociales o catas guiadas.
- Detectar tendencias y nuevas formas de consumo: vinos naturales, varietales no tradicionales, regiones emergentes.
Hoy también pueden trabajar en vinotecas, eventos, medios, bodegas o emprendimientos propios. Son, en definitiva, traductores del mundo del vino para el público general.
Freddy Morales (Baja América): “El vino se elige por estilo, no por variedad”
Freddy es mexicano, pero encontró en Argentina una segunda casa y una cultura vinera en plena transformación. Como sommelier y socio en Baja América, el restaurante que fundó junto al chef Antonio Bautista, observa una tendencia clara: “La gente ya no pide por cepa. Pide por estilo: suave, ligero, amaderado. Eso nos libera para recomendar por expresión, no solo por etiqueta”.

Asegura que el cambio es constante, y que gran parte del mérito es de quienes comunican el vino: “Los sommeliers, los periodistas, las redes… todo ayudó a que el consumidor se anime, que pruebe. Ahora los gustos cambian año a año”.
¿Su favorito? “Difícil elegir, pero me encantan los vinos de Versacrum, La Cayetana y Pielihueso. Y por nostalgia, el República del Malbec 2013 de Riccitelli”.
Elena Cabrera y Leonel Castro (Trescha): “El malbec se reinterpreta”
Elena y Leonel forman parte del equipo de sommeliers de Trescha, el premiado restaurante de Tomás Treschanski. Este año, ambos ganaron el premio al Mejor Sommelier en la Guía Michelin Argentina. “Hoy se busca un vino más expresivo del lugar, más fresco. Incluso el malbec, que es nuestra cepa emblemática, se está reinterpretando con un estilo más liviano”, explican.

Ven un cambio generacional en el consumidor: “Los más jóvenes prueban sin miedo; los más grandes siguen fieles a los clásicos”.
Elena elige el White Stones de Catena Zapata: “Es equilibrado y envejece perfecto”. Leonel, en cambio, se inclina por el pinot noir Piel Negra, de Bressia.
Inés de los Santos (Costa/Kōnā/Cochinchina): “Hay una vuelta al vino ligero”
Aunque es una de las bartenders más reconocidas del país, Inés también es sommelier y una experta en maridaje. En Costa, su nuevo proyecto con Pedro Bargero, lidera una carta con más de 130 etiquetas: “Hoy crecen los vinos naturales, poco intervenidos, con menos madera y menos alcohol”, dice. Y lo nota en el consumo: “Los pet-nat, los rosados, los naranjos... todo eso ya tiene su lugar”.

¿Tiene un vino favorito? “Imposible elegir uno solo. Depende del momento y de la compañía”.
Sol Tony (Las Flores): “El consumidor ya no busca el mejor vino, busca el suyo”
Además de ser sommelier en Las Flores, Sol es una gran comunicadora del vino. En redes, lleva un mensaje claro y cercano: “Hoy el vino se abre a la diversidad. Ya no alcanza con decir que algo es bueno, hay que conectar”.
Para ella, el cambio más grande está en la actitud del consumidor: “Pasamos de tomar por costumbre a elegir con consciencia. Ya no se busca el mejor vino, sino el que más conecta con uno”.

¿Su elección? “Una criolla tinta, siempre. O un blanco que te haga pensar mientras lo tomás”.
Alfredo Mesa (Mengano): “Hoy la gente quiere probar cosas nuevas”
En Mengano, el restaurante de Facundo Kelemen, Alfredo diseña una carta donde los blancos tienen un rol clave. “Un semillón no puede faltar”, asegura. Y si es el Old Vines de Riccitelli, mejor.
Para él, el cambio es rotundo: “Hace diez años no vendías un pet-nat. Hoy, todos preguntan por algo distinto. No importa la edad, el consumidor se volvió curioso”.

¿Y qué significa ser sommelier para él? “Es mi primer amor. No voy a trabajar: voy a ser feliz”.
Lucas Rothschild (Bordó): “El vino se volvió más cotidiano, más humano”
Con experiencia en lugares como Cochinchina y 878, Lucas hoy lidera la carta de Bordó, el segundo restaurante de Facundo Kelemen. Allí busca “maridar una cocina compleja con vinos representativos del país”.
Diferencia dos mundos: el del vino de nicho, que mueve poco volumen pero marca tendencia, y el del vino masivo, que se volvió más fresco, accesible y simple. “El vino dejó de ser formalidad y se volvió cotidiano. Queremos que acompañe el día a día”.

¿Su elegido? “Hoy es Sacha Natural, del norte argentino. Pero mañana puede ser otro. En mi casa siempre hay Vasco Viejo. Es un vino trascendental para entender el vino argentino”.
El vino en etapa de cambio
El vino argentino está en pleno proceso de cambio. Más natural, más federal, más abierto. Y en ese movimiento, los sommeliers no solo acompañan: lo lideran. Desde sus restaurantes, sus redes y sus copas, le dan voz a una industria que ya no habla solo de terroir o de etiquetas, sino también de emociones, memorias y formas nuevas de compartir.