“Penato” era el apodo de Adolfo Iberti, un emprendedor que hace 50 años abrió un local de comidas en Posadas, Misiones. Primero funcionó como una casa de viandas para llevar y le fue tan bien que lo convirtió en un bodegón al que, además, la gente podía ir, sentarse a una mesa y disfrutar de riquísimos platos.
Pero a lo largo de los años, los avatares del país lo fueron hundiendo y la pandemia fue la estocada final. Sin embargo, hubo una solución y el bodegón resistió las tormentas (no solo las económicas sino también las climáticas) y fue recuperado por tres de sus trabajadores, que en vez de recibir una indemnización por sus despidos, a cambio aceptaron la llave de negocio.
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Y lo convirtieron en una cooperativa y desde 2022 el bodegón resurgió, pero sin perder su esencia, porque no solo mantiene su nombre icónico para la ciudad sino también el sello de sus platos, que siguen siendo convocantes para los habitantes de la capital de Misiones y también para sus visitantes habituales y ocasiones.
Ubicado en la calle Catamarca 1255, el bodegón conserva mucho de lo que lo convirtió en icónico. Las mesas, las sillas, la bodega y el mostrados, como también los cuadros cuadros que decoran el lugar, sostienen al pasado y lo traen al presente, ahora con luces led y cartelería renovada. Y un sutil cambio en el nombre: Bodegón “Nuevo” Penato.
El bodegón que resistió tormentas: comida al paso o a la carta
Muchos clientes piden la comida y la van a buscar; otros usan la misma vía y aprovechan el servicio de delivery; pero también muchos le sacan provecho al ambiente familiar que se respira en este bodegón de Misiones.
Y no es para menos, porque el ambiente familiar viene desde su origen con don Adolfo Iberti. Y lo prosiguió su hija cuando heredó la administración y, luego de la pandemia de coronavirus, cuando parecía que todo estaba perdido, sus tres empleados más antiguos formaron una cooperativa. Y lo que fue transversal a las tres administraciones fue el sabor de sus platos caseros.
Entre éstos, las pastas (ravioles a la boloñesa o los tallarines de espinaca con salsa roja) y las milanesas (a caballo con generosa porción de papas fritas) tienen un sello inconfundible, no solo desde el gusto sino también en el tamaño de la porción.
Diego Lencina es uno de los socios cooperativistas, que trabaja en el lugar desde hace 24 años y obviamente compartió muchísimos de esos años con Adolfo Iberti.
De él aprendió el arte de la cocina y también cómo seguir mesa por mesa para estar al tanto de las necesidades de sus clientes. Junto a él, con 20 años de experiencia, está Felipe Caballero y Mario Urbieta, quien está en el lugar desde hace 17 años.
Ellos se ponen al hombro la responsabilidad de preparar los platos y, en especial, de sostener el viejo estilo del bodegón. Que además de las pastas y las milanesas, tiene algunas comidas típicas del lugar, como el hígado encebollado y el estofado de pollo con arroz: son las grandes estrellas del menú.
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“Por fortuna pudimos mantener el nombre del lugar, la identidad y la esencia de lo que somos y ofrecemos”, contó uno de estos antiguos empleados y nuevos dueños cuando fue la reinauguración del bodegón, en abril de 2022.
Y esa nostalgia es absorbida por muchos clientes, que en su niñez iban a comer milanesas a lo de Penato con sus padres y hoy lo hacen pero con sus hijos. En más de una ocasión, incluso, se abrazan en un cálido saludo con los mozos, los nuevos encargados, a quienes conocen de la vieja época.