La historia de Gino comenzó en 1943, cuando un inmigrante italiano, de apellido Maradei, decidió convertir una pequeña lechería en una pizzería que además despachaba helados artesanales.
El local, ubicado en Villa General Mitre, fue bautizado como Gino, en honor a un sobrino. Desde sus primeros años, el local fue parada obligada de los vecinos y trabajadores que transitaban la zona, especialmente aquellos que cruzaban el recientemente entubado arroyo Maldonado.
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Los secretos de la torta de ricota de Gino
La pizzería pronto se ganó la reputación por sus fugazzettas rellenas y napolitanas. Con el tiempo, el local también se convirtió en un punto de encuentro para los amantes del tango.
Pero fue en la década del 50 cuando la magia realmente comenzó a gestarse. Uno de los hijos de Maradei, Mingo, un pastelero aficionado, experimentó hasta perfeccionar lo que se convertiría en el verdadero emblema del lugar: la torta de ricota.
Inicialmente, esta delicia se ofrecía como complemento a una porción de pizza, pero el boca a boca entre los vecinos no tardó en convertirla en la estrella del menú.
El cartel de neón que anunciaba “Gino, el capo de la torta de ricota” se encendió por primera vez en esos años. Desde ese momento todos los fines de semana se forma fila en la puerta del local de decenas de personas que buscan el producto.
Con el tiempo, y a pesar de las dificultades, el legado de Gino se mantuvo inquebrantable. Durante la crisis del 2001, los hijos de Maradei decidieron vender el negocio. La familia Nizzoli tomó las riendas, y con ellos vino la promesa de mantener intacta la receta de la torta de ricota. Se trataba de un juramento casi sagrado: ningún cambio en los ingredientes, ningún desvío en la preparación. Y así fue durante casi dos décadas más.
Tres jóvenes reciben el legado de la torta de ricota de Gino
En 2019, cuando la familia Nizzoli decidió vender el fondo de comercio, tres amigos del barrio vieron una oportunidad única. Joaquín Ciafardini, Hernán Cousture y Facundo Rodríguez, cansados de la rutina de oficina, se embarcaron en esta aventura gastronómica.
Clientes fieles desde su niñez, se conocían bien el sabor que los había acompañado por años. La transición fue casi mística: la receta, jamás escrita, fue recitada a viva voz por los Nizzoli, como si se tratara de un hechizo culinario. Los nuevos dueños absorbieron cada detalle, con la responsabilidad de mantener viva la esencia de Gino.
Los tres socios cuentan alguno de los detalles de la torta estrella. Lleva un kilo de ricota de primera calidad y una masa muy fina. Ellos ubican una de las clave en la cocción en un horno pizzero a muy alta temperatura.
Apenas asumieron el control, la pandemia irrumpió y obligó a los nuevos dueños a adaptarse rápidamente. Sin empleados y con una demanda en aumento, los tres amigos decidieron instalarse en el local y trabajar día y noche para mantener la producción. El esfuerzo dio sus frutos: no solo lograron sobrevivir, sino que expandieron el negocio. Hoy, Gino cuenta con 10 empleados y se mantiene como un símbolo en la ciudad.
