El 26 de noviembre se celebra en todo el mundo el Día del Olivo, una fecha que busca resaltar la importancia cultural, productiva y ambiental de un cultivo que simboliza paz, salud y sostenibilidad.
En la Argentina, la fecha encuentra al sector en plena consolidación: producción en expansión, inversiones crecientes y una estrategia que combina tradición, tecnología y calidad para posicionar al país entre los principales actores del mercado internacional de aceite de oliva.
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Con más de 30.000 toneladas anuales, Argentina forma parte del grupo de los diez mayores productores del mundo.
Las provincias de La Rioja, San Juan, Catamarca y Mendoza concentran más del 90% de las 70.000 hectáreas cultivadas, una base que sostiene un modelo de desarrollo regional donde la olivicultura se ha convertido en motor económico, generador de empleo y vector de identidad territorial.
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Mientras tanto, el consumo interno —entre 7500 y 8500 toneladas por año— continúa creciendo, impulsado por el interés de los consumidores por alimentos saludables y de origen comprobado.

Un escenario global que abre oportunidades
El contexto internacional también juega a favor. La histórica caída de producción en España, principal proveedor mundial, elevó los precios por encima de los US$8000 dólares por tonelada y abrió nuevas ventanas comerciales.
En ese marco, la Argentina consolida su papel como abastecedor confiable de aceites vírgenes extra de alta calidad, con exportaciones que oscilan entre 22.000 y 24.000 toneladas al año.
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Se destacan las empresas con estructura integrada, que abarca el cultivo, la industrialización y la comercialización, con plantas de elaboración, fraccionamiento y alimentos, que alcanzan una capacidad de molienda diaria de 700.000 kilos y más de 40 millones por campaña.

El Día Mundial del Olivo es una oportunidad para subrayar la impronta sustentable del sector. Desde prácticas de manejo responsable y certificaciones como FSSC 22.000 hasta la aplicación de sistemas integrados de calidad, la industria argentina ha seguido estándares globales que aseguran trazabilidad, inocuidad y cumplimiento normativo.
Los controles abarcan desde la selección de materia prima y la evaluación de proveedores hasta la supervisión de las líneas productivas y el despacho final de la mercadería.
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Con presencia en seis provincias y más de tres décadas de desarrollo, las empresas muestran la relevancia que tomó el olivo en la agenda agroindustrial del país.
Una región que vuelve a apostar por el olivo y los frutos secos
En ese marco, Mariano Winograd, ingeniero agrónomo y experto frutihortícola, convocó para el 3 y 4 de diciembre a un encuentro en Bahía Blanca, para analizar la expansión del olivo y del almendro en el sudoeste bonaerense, con otras localidades protagonistas como Coronel Dorrego y Pehuén-Có.

Según el especialista, la región atraviesa un renovado impulso gracias a la calidad destacada del aceite producido en la costa atlántica entre Bahía Blanca y San Antonio Oeste, un diferencial que incluso supera a zonas tradicionales como La Rioja y que vuelve a ubicar al olivo como cultivo estratégico en la provincia.
Winograd explicó que el seminario apunta a recuperar la tradición olivícola de Coronel Dorrego —activa décadas atrás, al igual que la de Cruz del Eje o San Nicolás— pero con una mirada actualizada basada en investigación, ensayos y la validación técnica de instituciones clave.
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En ese sentido, destacó el rol de la Universidad Nacional del Sur y del INTA Ascasubi, que trabajan junto a productores locales para diseñar manejos adaptados al clima costero y explorar el potencial de aceites premium en una ventana productiva que hasta hace poco permanecía subestimada.
El programa del encuentro también incluirá un análisis del creciente interés por el almendro en el este bonaerense, proceso que Winograd denomina el “boom almendrador”.
Experiencias como la de Médano de Henderson, sumadas a la demanda brasileña por compras en el hemisferio sur y al impacto de las heladas recientes en plantaciones de la Patagonia y Chile, reconfiguraron el mapa de oportunidades.
Para el especialista, la convergencia entre logística portuaria, clima y disponibilidad de infraestructura posiciona a Bahía Blanca y Coronel Dorrego como puntos clave para el desarrollo integrado de olivos y frutos secos.



