En los últimos años, la región núcleo comenzó a experimentar un cambio firme en sus decisiones agronómicas: las gramíneas volvieron a ocupar un lugar central en las rotaciones y la soja continúa perdiendo protagonismo.
La relación soja/gramíneas —indicador que muestra cuántas hectáreas de soja se siembran por cada hectárea de trigo y maíz— descendió a 1,4, muy cerca del mínimo registrado en la campaña 2021/22.
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Esta tendencia marca un retorno hacia esquemas más equilibrados, con foco en la sustentabilidad y la estabilidad productiva.
A medida que se complejiza el escenario de márgenes económicos y aumentan los desafíos sanitarios y climáticos, la rotación con gramíneas se consolida como una herramienta clave.

Escenario productivo
Los productores priorizan cultivos que aporten al sistema: el trigo y el maíz avanzan de la mano de la tecnología, mientras que la soja muestra signos de estancamiento. En paralelo, el girasol resurge con fuerza, especialmente en zonas del noroeste bonaerense y el sudeste cordobés, donde se posiciona como alternativa frente a ambientes restrictivos o adversos para otros cultivos.
Según el relevamiento de Marina Barletta, Florencia Poeta y Cristian Russo del equipo de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), este viraje responde tanto a cuestiones económicas como agronómicas. “La rotación no solo estabiliza los rindes, también permite enfrentar mejor las amenazas como la chicharrita y adaptarse a condiciones cada vez más variables”, explicaron en su informe. Además, destacaron que el girasol logró muy buenos rendimientos en la última campaña, consolidándose como cultivo defensivo ante escenarios inciertos.
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En esta campaña, el girasol consolida su papel como cultivo estratégico en los ambientes más restrictivos de la región núcleo. A pesar de que el temor a la “chicharrita” bajó y el maíz tardío vuelve a aparecer como opción, muchos productores mantienen la apuesta por el girasol por su alta tolerancia a la sequía, cosecha anticipada en febrero y posibilidad de encadenar con cultivos de invierno. Además, los márgenes económicos siguen siendo competitivos: en campo propio, con rendimientos promedio de 20 qq/ha, la renta alcanza los US$219 por hectárea. Incluso en campo alquilado, el margen se mantiene positivo con 60 u$s/ha.

La soja, en cambio, enfrenta mayores dificultades en esos mismos ambientes. Con rindes que no superan los 30 quintales, ofrece una renta neta de US$154 dólares por hectárea en campo propio. Pero en campo alquilado, con alquileres estimados en 10 qq/ha, la ecuación cambia: los márgenes se vuelven negativos y dejan una pérdida de US$15 por hectárea, incluso antes de considerar otros riesgos productivos.

En ese contexto, el girasol gana atractivo no solo por su estabilidad, sino también por bonificaciones comerciales asociadas al contenido de materia grasa.
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Mientras tanto, la siembra de trigo avanza con fuerza y ya supera la mitad del área proyectada en la región núcleo. En la última semana, el ritmo de implantación creció 35 puntos y alcanzó el 55%, un progreso idéntico al del año pasado en esta misma época.
En el centro-sur de Santa Fe, las labores están prácticamente completas y los primeros lotes muestran buenas emergencias. En el sudeste cordobés, zonas como Monte Buey y Corral de Bustos ya reportan avances del 80 al 90%, mientras que en el noroeste bonaerense y el sur santafesino, la siembra ronda el 45%. Solo en el noreste bonaerense el avance sigue más lento por los excesos de humedad.