Con el arranque de mayo, tradicional inicio de la campaña fina en el oeste de la provincia de Buenos Aires, los productores se enfrentan a una nueva encrucijada: sembrar trigo, aun cuando los perfiles de suelo están recargados por las lluvias, implica asumir un riesgo económico mayúsculo.
“Sembrar trigo será para corajudos”, resumió Dante Garciandia, productor y consultor de Carlos Tejedor, en un trabajo donde analiza la situación y que compartió con TN.
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El informe que Garciandia presentó refleja una paradoja: el suelo está en condiciones ideales para recibir el cultivo gracias al exceso hídrico de marzo y abril, pero los números no cierran.
La cotización proyectada para diciembre de 2025 es de apenas US$20,7 por quintal, y los costos de producción siguen siendo altos, a pesar de cierta baja en insumos y fertilizantes.
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El rinde de indiferencia, es decir, el necesario para cubrir los costos, se dispara por encima del promedio histórico del distrito, señaló en el informe.

El rinde requerido supera en más de 10 qq/ha al promedio histórico
“En campo propio se necesitan 37,4 qq/ha, y con arrendamiento 44,2 qq/ha. Son cifras muy elevadas si se tiene en cuenta que el rinde promedio en los últimos cinco años fue de apenas 31 qq/ha”, detalló el informe.
El escenario se vuelve todavía más adverso si se considera que estos cálculos no contemplan el impacto del impuesto a las ganancias.

El documento, además, retomó una agenda estructural que el sector reclama desde hace tiempo: reducción de la carga impositiva, mejora de la infraestructura rural —con caminos que sirvan tanto a la producción como a la vida cotidiana de las comunidades—, y una política agropecuaria a largo plazo que brinde previsibilidad.
“Un camino rural es mucho más que un camino rural. Es acceso a una escuela, comunicación entre pueblos. Cuando llegan las inundaciones, todos entendemos lo que significa”, insistió Garciandia.
Sin eliminar las retenciones (DEX), sin una ley de semillas moderna ni una legislación que incentive el uso de fertilizantes, el futuro del trigo parece atado a la audacia de quienes están dispuestos a asumir riesgos sin respaldo, destacó.
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“El productor mueve una enorme rueda en las economías del interior, pero es el que más sufre en los momentos adversos. Cuando las condiciones se complican, el resto del circuito se acomoda: los costos, los servicios, los proveedores. Es el productor quien absorbe los golpes y sostiene la actividad”, advirtió Garciandia.

Subrayó que, frente a los vaivenes económicos, los distintos eslabones logran adaptarse trasladando costos o ajustando márgenes.
Sin embargo, remarcó que el productor queda siempre más expuesto, obligado a absorber las pérdidas y a sostener la actividad. “El productor es el que peor la pasa en este escenario. El resto, se acomoda”, concluyó.