En pleno debate por la inflación, que en enero fue de 3,9% según informó este martes el INDEC, un informe destacó el impacto de la suba de precios sobre la picada, la típica entrada gastronómica argentina en las reuniones familiares o entre amigos.
“La misma picada hace 4 años costaba $300, hoy cuesta $1450, se multiplicó el precio por 5. Así se va desvalorizando nuestra moneda, cada vez necesitamos más pesos para comprar los mismos productos” advierte Natalia Ariño, economista de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de la Argentina (FADA).
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Para estimar el costo de una picada como entrada para 4 personas, se consideró: 500 gr de pan, 200 gr de jamón cocido, 200 gr de salame, 400 gr de queso pategrás, 1 cerveza de 1 litro y 1 gaseosa cola de 1,5 litros. En base a estas cantidades, se estimó el costo de la picada en diciembre 2017 y en enero 2022.
Todo tiene que ver con el poder adquisitivo del salario, que tuvo una caída real del 20% entre diciembre de 2017 y diciembre de 2021. “De cada $1000 que consumíamos en diciembre de 2017, en la actualidad podemos consumir el equivalente a $800″, puntualizó Ariño. Este cálculo está realizado en base al Índice de Salarios que publica el INDEC, teniendo en cuenta salarios públicos y privados, formales e informales.
“En cuatro años perdimos 20 kilos de pan, 3 de salame, 3 de queso pategrás y casi 4 kilos de jamón cocido. Nos quedamos sin 17 botellas de gaseosa y 72 pintas de cerveza”, destacó Ariño.
David Miazzo, economista jefe de FADA, explicó que “para armar este cálculo pensaron en “una juntada entre amigos o familia, en la previa a un partido o el reencuentro después de un tiempo sin poder vernos. Tuvimos en cuenta el queso, el fiambre, el pan, la cervecita, la gaseosa, cosas que no faltan nunca. Con esto calculamos que en cuatro años el billete de $1000 perdió la capacidad de comprar casi 4 kilos de jamón cocido, 3,300 de salame, 3,300 de queso pategrás, 20 kilos de pan, 18 botellas de cerveza y 17 botellas de gaseosa”.
Con $1000 en diciembre de 2017 comprábamos 4 kilos de queso pategrás ($247), hoy sólo compramos 700 gramos ($1340). Con el fiambre sucede lo mismo: en 2017 comprábamos 4,7 kilos de jamón cocido ($213) o 4 kilos de salame ($257), hoy no nos alcanza ni para un kilo de ninguno de los dos (jamón $1140 y salame $1360).
“Para acompañar todo esto nos falta el pan, en 2017 comprábamos 24,5 kilos ($40,60). Hoy nos alcanza para 4 ($210). Para tomar, si pensamos en picadita se nos viene una cerveza a la cabeza: en 2017 con $1000 podíamos comprar 24 botellas ($41), hoy solamente nos alcanza para 6 ($160), son 72 pintas menos para brindar”, expresa Ariño. Con la gaseosa cola pasa lo mismo: en 2017 comprábamos 23 botellas de 1,5 litros ($45,50) pero hoy sólo compramos 6 ($150).
Los números del Changómetro
- Queso Pategrás (1 kg): con $1000 en 2017 comprábamos 4 kilos ($247). Hoy compramos 700 gramos ($1340). Perdimos 3.300 kilos de queso.
- Pan Francés (1 kg): con $1000 en 2017 comprábamos 24,5 kilos ($40,60). Hoy nos alcanza para 4 ($210). Perdimos 20 kilos de pan.
- Jamón Cocido (1 kg): en diciembre 2017 comprábamos 4,7 kilos con $1000 ($213), hoy compramos 900 gramos ($1140). Perdimos casi 4 kilos de jamón.
- Salame (1 kg): en diciembre 2017 comprábamos 4 kilos ($257). Hoy compramos 700 gramos ($1360). Perdimos 3.300 kilos de salame.
- Cerveza (1 litro): en 2017 comprábamos 24 botellas ($41). Hoy 6 ($160). Perdimos 18 botellas.
- Gaseosa cola (1,5 litro): en 2017 comprábamos 23 botellas ($43,50). Hoy 6 ($150). Perdimos 17 botellas.
- Alimentos y bebidas: lo que a fines de 2017 nos salió $1000, hoy tenemos que gastar $5.312.
- Ropa y Calzado: las mismas prendas nos cuestan 4 veces: lo que a fines de 2017 nos costó $1000 hoy nos cuesta $5453.
La ropa subió a la par de los alimentos
“El Changómetro nos deja ver que la inflación afecta a todo tipo de productos: suben los alimentos, la nafta, los artículos escolares, la ropa… Porque el problema no es de un sector u otro, el problema es que nuestro peso cada vez vale menos”, explica Miazzo. Por este motivo, no son efectivas medidas como restringir exportaciones, poner controles de precios, congelar tarifas y precios o buscar culpables de las subas de precios de la lechuga o el huevo, “porque el problema no está en una cadena productiva en particular, o en un empresario malo”, concluye el economista.
Si analizamos una compra del supermercado, el mismo changuito con los mismos productos hoy nos cuesta más de 5 veces lo que costaba en 2017: lo que nos salía $1000 en 2017 hoy nos cuesta $5312. Con la ropa pasa lo mismo: las mismas prendas por $1000 de 2017 hoy salen $5453.
Según Miazzo, el preacuerdo con el FMI plantea un sendero de baja del déficit y la emisión monetaria, por lo que es un paso en el sentido correcto. “Sin embargo, advierte, se han acumulado tantos desequilibrios en la economía que, incluso con las medidas correctas, se necesitarán varios años para que la inflación comience a descender”.
La pregunta obligada: ¿se puede hacer algo para frenar la inflación?
Los economistas de FADA afirman que hay formas de “tratar” o controlar la inflación. Apuntan que hay que tomar medidas en tres sentidos: emisión de pesos, equilibrio fiscal y confianza en la economía del país.
“Lo primero a decir es que sí o sí hay que encarar los tres focos para que funcione”, advierte Miazzo. “Hay que dejar de imprimir pesos, el Changómetro muestra que el problema no son los precios, son los pesos y su pérdida de valor”, agrega.
Para dejar de imprimir pesos es necesario contar con equilibrio fiscal. Este es el segundo punto: los gobiernos tienen que dejar de gastar más de lo que recaudan por impuestos, no hay otra opción que controlar el gasto público para controlar la inflación.
El último punto es generar confianza en nuestra moneda: “Los pesos, como cualquier moneda, son un papel impreso, su valor está determinado por la confianza que genera el país que lo imprime. Hoy nuestra moneda sirve para comprar cosas, pero no es una moneda de referencia o en la que se pueda ahorrar”, explica Ariño.
“Por esto, la solución pasa también por generar confianza, en la salud y el rumbo de la economía de un país. Para ello, es necesario un plan económico consistente que sea capaz de ir solucionando los grandes desequilibrios macroeconómicos del país”, completa Miazzo.