Asia es una región del planeta que a la mayoría de los occidentales les queda lejísimos, no sólo físicamente, sino también en cuanto a cultura, gastronomía y normas sociales. Sin embargo, ningún país de aquel alejado continente es más extraño y exótico que Turkmenistán, una nación que no se cansa de batir récords Guinness por la enorme cantidad de excentricidades que posee, como leyes bizarras, paisajes futuristas y un diseño urbano sin igual en el mundo, todo eso combinado con un férreo control de las libertades individuales de sus habitantes y con un turismo totalmente blindado.
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Ashgabat es la capital de este país en el que viven aproximadamente seis millones de personas, aunque por su extensa superficie es uno de los menos poblados, con sólo 12 habitantes por kilómetro cuadrado. Gran parte de su territorio está ocupado por el desierto de Karakum, por lo que la mayoría de su población se encuentra repartida en zonas urbanas y pequeños oasis.
El turismo no está entre sus actividades económicas más relevantes, ya que los excesivos controles, sumados a su extrañísima legislación, lo convierten en un lugar muy difícil de visitar.
Turkmenistán, el país más raro del mundo
Turkmenistán es sin dudas uno de los países más enigmáticos del planeta. Esta nación que en el siglo XX formó parte de la Unión Soviética parece salida de un capítulo de Black Mirror. La capital es una muestra gratis de la extravagancia de este destino, ya que allí todos los edificios son de mármol blanco. De hecho, Guinness le otorgó un récord mundial al espacio con mayor concentración de estructuras de este material, con un total de 540.

Además de esta particular disposición arquitectónica que le da a Ashgabat un aspecto fantasmal, la ciudad posee la rueda de la fortuna más grande instalada en un edificio cerrado y la mayor fuente con luces sincronizadas, dos construcciones que también le valieron un reconocimiento por parte de Guinness.
La mayoría de estas marcas le fueron otorgadas a Turkmenistán durante la presidencia de Saparmurat Niyazov, un excéntrico líder que mandó a levantar una estatua de 15 metros de él mismo bañada en oro que giraba sobre una plataforma para seguir al sol durante el día. Su sucesor en el cargo, Gurbanguly Berdimuhamedow, no se quedó atrás y fue protagonista de videoclips musicales e incluso una vez fue filmado haciendo derrapes en el desierto con un auto deportivo.
Un país con leyes inexplicables
La sucesión de regímenes autoritarios que gobernaron Turkmenistán durante décadas lo convirtieron en un país en el que las libertades individuales están fuertemente limitadas. Sus habitantes son intensamente vigilados por el Estado, y el turismo es una actividad prácticamente inexistente. Tal como sucedía en tiempos de la Unión Soviética, entre las miles de leyes pensadas para mantener un férreo control sobre la población hay algunas que son tan bizarras como inexplicables.

Una de ellas, por ejemplo, restringe el uso de barba y bigote para los jóvenes, así como el playback en conciertos, shows de ópera y ballet. También existió legislación que no permitía la presencia de perros en la capital por considerarlos sucios, y desde 2018 se prohibieron los autos negros porque supuestamente traían mala suerte. Por ese motivo, los turcomanos debieron gastar fortunas en repintar sus automóviles para que sean blancos o claros.
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Entre otras excentricidades, Niyazov reemplazó los nombres de la semana y de los meses por nombres de su propia familia, y escribió su propia biblia o libro sagrado que incluyó entre el material de lectura obligatoria en las escuelas.
Turkmenistán, un destino prácticamente cerrado al turismo
Aquellos que quieran presenciar la bizarra vida cotidiana de Turkmenistán probablemente se tengan que quedar con las ganas, ya que viajar hasta allí es extremadamente difícil. Se estima que anualmente recibe menos de 10.000 visitantes internacionales y esto se debe a que para acceder hace falta una visa que sólo se obtiene mediante una invitación oficial. Además, el itinerario debe estar aprobado de antemano por los entes gubernamentales.

Los visitantes deben moverse acompañados por guías en todo momento y tampoco pueden utilizar internet, ya que está tan restringida que ni siquiera funciona con una VPN. Las aplicaciones de mensajería, como WhatsApp, y las redes sociales están totalmente prohibidas y bloqueadas.