Un recorrido por un territorio remoto y asombroso conecta con el paisaje más salvaje y espectacular de los Andes, donde las montañas nevadas, las lagunas salinas y el cielo se fusionan en un espectáculo sin igual.
El viaje comienza en la pintoresca localidad de Fiambalá, en el corazón de Catamarca, desde donde se emprende la ruta nacional 60. Este primer tramo de asfalto nos adentra en la “Ruta de los Seismiles”, un camino que atraviesa algunas de las cumbres más imponentes del planeta, como el Ojos del Salado (6.983 msnm) y el Monte Pissis (6.792 msnm), dos volcanes que parecen tocar el cielo.
A unos 100 kilómetros, se desvía hacia el Balcón de Pissis, punto panorámico donde el verdadero desafío comienza. El trayecto de ripio, que se despliega entre subidas y bajadas pronunciadas, nos invita a salir de la ruta principal y adentrarnos en senderos menos marcados, accesibles solo con vehículos 4x4 y acompañados de guías locales. El paisaje árido, salpicado de coirón y salares, genera una sensación de vastedad y soledad que envuelve a cada viajero.
A lo largo del camino, la fauna andina nos acompaña: vicuñas, guanacos, cóndores y ñandúes, junto a otras aves autóctonas, nos muestran la vida en este desolado pero fascinante entorno. El camino también ofrece refugios de emergencia, donde los viajeros pueden reabastecerse y seguir adelante con más seguridad.
Paisajes que dejan sin aliento
El recorrido se convierte en un despliegue de belleza, con la Laguna de los Aparejos y la Laguna Celeste como algunos de los puntos más destacados. En septiembre, la primera se llena de flamencos, mientras que la segunda impresiona por su intenso color azul, un espectáculo que obliga a detenerse para admirar la majestuosidad del entorno.
Pero la verdadera joya del recorrido llega al final: el Balcón de Pissis, a 4.700 msnm. Desde allí, el paisaje es tan vasto y espectacular que se vuelve difícil de capturar en una fotografía. Las lagunas de tonos verdes y turquesas, rodeadas de salares que reflejan la luz del sol, se encuentran bajo la mirada de los picos nevados de los Seismiles. Si el clima lo permite, se puede acceder a las lagunas Verde y Negra en vehículos 4x4, una ruta reservada para los más aventureros.
El regreso marca el fin de una experiencia única, que no solo deja recuerdos inolvidables, sino también la oportunidad de disfrutar de la tranquilidad de pueblos como Tinogasta y Fiambalá, donde la gastronomía local y los baños termales ofrecen un merecido descanso.
Para adentrarse en esta región remota, se recomienda viajar con un guía especializado, un baqueano que conozca bien el terreno y pueda anticipar los cambios de clima. Además, es fundamental estar preparado para enfrentar las dificultades del camino, siempre con vehículos 4x4.