Miami es playa, nuevos distritos, compras, arquitectura y arte. Sí, arte. En los últimos años ha crecido la oferta cultural de una manera tan anárquica e interesante como lo ha hecho la ciudad.
En poco más de una semana fui, vi e hice (casi) de todo. Me alojé en hoteles de South Beach y Mid Beach. El llamado Mid Beach –entre las calles 24 y 60– tiene propuestas para todos los gustos y bolsillos, en materia hotelera como gastronómica y es bastante más tranquilo que la parte sur. Son gustos. Más al norte vas, menos ruido hay.
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Miami no se recorre en un día
Tener claras las prioridades es importante para no perderse en la nutrida oferta que se desparrama en kilómetros y kilómetros.
Lo mío nunca ha sido la playa, aunque me aventuré al mar para testear la temperatura. El agua en noviembre no es cálida. En cualquier caso, viajar en temporada baja siempre tiene beneficios y es que las playas están tranquilas, a excepción de los fines de semana que se nutren de bañistas ávidos de sol.
Por cierto, hay muchas Miami distintas a la que nos muestran los video clips musicales y las camisetas rosadas del Inter. Fui a conocer la ciudad con ojos nuevos. A (re) conocer su arte, a despertar mis sentidos, a ver nuevas propuestas.
Miami sin auto
¿Se puede recorrer Miami sin auto? Se puede. Hace unos años, pensar en Miami sin auto era imposible. He estado en mi tierna juventud y he quedado varada en un hotel de las playas del norte por no poder trasladarme sin auto.
Todo cambia y hoy se puede. ¿Cómo? Combinando transporte público y viajes en autos de aplicaciones, por ejemplo. Cada uno sabrá de sus gustos y posibilidades económicas. Me estresa conducir en Miami, más aún con los embotellamientos que se producen en horas pico.
Hay varias alternativas al auto de alquiler. Miami Beach ofrece un trolley gratuito y pintoresco con recorridos por South Beach, Middle Beach y North Beach. Tiene frecuencias esporádicas que no son un problema para quien está con tempo vacacional o sin una agenda apretada. Utilicé esta variable y el colectivo de línea para ir a lugares más distantes como el downtown. El ómnibus cuesta 2, 25 dólares y puede pagarse con tarjeta o efectivo (no da vuelto si uno no pone las monedas exactas).
El trolley es funcional para conectar a la red de buses operada por el condado para viajes regionales y provee acceso a los parkings “Park and Ride”. Para llegar a lugares más distantes –como cuando viajé hasta el Cala Center al sur de la ciudad– me manejé con autos de aplicación.
Otra posibilidad no tan conocida es viajar gratis en un Tesla. Para ello, hay que descargar una app llamada Free Bee. Puede ser utilizada tanto por locales como por visitantes en South Beach, Mid Beach, Aventura, Brickell, Downtown, Coconut Grove, Coral Gables, Miami Lakes, Key Biscayne, Hialeah, Doral, South Miami, North Miami Beach. Dicen los que saben que a veces tarda un poco mucho. A caballo regalado, no se le miran los dientes dice el refranero popular.
La cultura sí existe, mi amor
Miami Beach es un destino cultural, aunque a muchos les suene increíble. Solo con pensar en su fusión étnica, en su ensalada lingüística y en su historia, hay mucho por explorar. La arquitectura art deco es el alma de la ciudad: muchos edificios fueron construidos entre 1925 y 1940. El llamado distrito art deco se extiende a lo largo del festivo Ocean Drive, no apto para quienes gustan del silencio.
El movimiento Art Deco surge después de la Gran Depresión como una forma de contrarrestar el alicaído ánimo de la nación. Combina influencias de distintas corrientes, entre ellas, el cubismo y el futurismo. Molduras, luces de neón y colores pastel son algunas de sus características. Para aquellos interesados en ahondar en la historia arquitectónica de la ciudad, en el centro de bienvenida Miami Art Deco pueden pedir una visita guiada. recorrer el Museo Art Deco o simplemente caminar por Ocean Drive, desde la calle 6 para regocijar la vista y tomar fotos de lugares como Park Central Hotel, Breakwater Hotel, Haddon Hall (1500, Collins Avenue) o la oficina postal en Washington Avenue. Son más de ochocientos edificios históricos.
Las ciudades mutan, cambian, evolucionan. La tradicional Lincoln Road -la peatonal de South Beach conocida por ser uno de los principales destinos comerciales, gastronómicos y de entretenimiento de la zona- también ha cambiado. La pandemia dejó su huella, aunque el tesón de quienes quieren verla brillar está haciendo que se levante. Hay “clásicos” como el Colony Theater, la galería de arte de Romero Britto, tiendas icónicas y sigue siendo muy frecuentada por turistas.
Tomé un colectivo hacia el Downtown. Me impresionó el crecimiento de la zona. Más y más imponentes rascacielos hablan de una ciudad con un potencial infinito. El tránsito creciente está obligando a las autoridades a construir más autopistas para descongestionar los cuellos de botella.
Pasé por el Adriennne Arsht Center for the Performing arts, un edificio que lleva la impronta de César Pelli y seguí camino hacia el PAMM, el Perez Art Museum Miami. A metros de allí en el parque Maurice Ferré hay un encantador paseo escultórico al aire libre, The Dogs and Cats Walkway and Sculpture Gardens que inauguró el año pasado. Se trata de una instalación gratuita y permanente de más de 50 esculturas de aluminio de perros y gatos, intervenidas por artistas locales. El jardín está rodeado de palmeras y plantas nativas y ofrece como recompensa final unas vistas espectaculares de la Bahía de Biscayne.
El PAMM es un museo de arte moderno y contemporáneo dedicado a coleccionar y exhibir arte internacional de los siglos XX y XXI. Alberga una colección de los siglos XX y XXI con especial énfasis en la diversidad étnica de Miami, el mix latino y caribeño y la diáspora africana. Es indispensable tomarse un cafecito o almorzar en la explanada de la cafetería que mira hacia la bahía.
A metros del PAMM está el Museo de Ciencias Phillips and Patricia Frost, dedicado a las ciencias, la investigación y la innovación. Son cuatro edificios en uno: el Planetario, el Acuario, y dos alas que presentan exhibiciones diversas, una de ellas dedicada hoy a los insectos. En el Frost, los visitantes pueden interactuar con el mundo STEM en un entorno experimental y a través de shows que se renuevan de forma permanente
En la zona aledaña, está el Centro Kaseya, un Arena que es hogar de la NBA y alberga eventos especiales, conciertos y partidos de básquet. A metros de allí se encuentra Brickell, el turístico Bayside Marketplace y Skyviews Miami, la rueda gigante que permite la panorámica 360 desde las alturas.
Decidí darme una vuelta por The Bass, en Miami Beach, uno de los museos de arte contemporáneo más importantes del sur de la Florida. El Bass se aloja en un edificio de estilo art deco diseñado en los años 30. Su colección es variada y es reconocido por hacer foco en artistas emergentes. En el Collins Park, justo al lado del museo llaman la atención sus coloridas esculturas.
Spoiler: muchos museos son de pago para los turistas. Es importante, tener en cuenta que no todos abren todos los días y planificar así las visitas.
La movida teatral crece y no son pocos los argentinos que están llevando sus propuestas a un mercado ávido y generoso en dólares. Hay un público que celebra la cultura y agradece las nuevas puestas.
Wynwood
Wynwood es conocido por su arte callejero. El punto neurálgico del barrio es Wynwood Walls, un museo al aire libre con enormes murales creados por artistas del mundo todo. El barrio ha crecido mucho en los últimos años y, entre los murales en permanente evolución, surgen edificios, locales que poco tienen que ver con la esencia del vecindario, stickering (lo que se conoce como “marketing de guerrilla”) y otros fenómenos socioculturales.
Wynwood se ha vuelto “fashion”. Sigue habiendo espacio para galerías de arte, aunque a algunas de las originales se les ha vuelto caro quedarse en el lugar de origen y se trasladan a nuevos vecindarios menos “instagrameables”.
Hay cafecitos chic, buena gastronomía y un moderno hotel. Recorrí el vecindario de la mano de Daniel Fiorda, un escultor argentino vanguardista residente en Miami desde hace décadas que me contó sobre la mutación del barrio y de la ciudad. Terminamos el recorrido frente al mural de René Favaloro, una obra del argentino Maxi Bagnasco.
Miami Art Basel y otras movidas
En la primera semana de diciembre, se lleva adelante Miami Art Basel, una sucesión de acontecimientos de arte contemporáneo que convoca a artistas y coleccionistas. Uno de los epicentros de la movida es el Distrito Faena entre las calles 32 y 36 de la Collins. Además de los hoteles que llevan el nombre del argentino, hay un centro de convenciones, un condominio de lujo, galerías de arte, etc.
En el hotel principal, hay dos obras millonarias del artista inglés Damien Hirst, una de ellas, el impresionante y polémico mamut de oro. La obra lleva el nombre de “Gone but not forgotten” (Ido, pero no olvidado). Se trata de un esqueleto de mamut de tres metros de altura enchapado en oro 24 y protegido por una vitrina blindada. Muy Miami, por cierto.
La comunidad artística se ve nutrida por artistas extranjeros. Muchos de ellos participan de residencias que los conectan con pares de la comunidad local y les abren las puertas de sus galerías. Es el caso, por ejemplo de la artista plástica Ornella Pocetti – vecina de Buenos Aires- que participó de una residencia llamada Fountainheads, que le brindó la posibilidad de exponer sus obras en una de las galerías más importantes de Miami.
En los últimos años, la escena del arte contemporáneo ha tomado protagonismo en Allapattah, considerado una gema oculta. Es una de las comunidades más antiguas de Miami con una fuerte herencia latina. El nombre proviene del Seminole (lagarto) y el vecindario ofrece una mezcla de espacios de arte contemporáneo, restaurantes y movida nocturna. Allí se encuentra el Museo Rubell, una colección privada de las más importantes de Estados Unidos y Superblue, un centro de arte experimental e inmersivo a gran escala. Todo en Miami se ha vuelto grande e imponente. Ideal para las redes sociales.
Otros Miamis
La ventaja de tener amigos en distintas partes del mundo es que, además de disfrutar de su compañía, te llevan a recorrer “de locales”. Mi amiga Silvina Fuentes, una periodista radicada en Miami hace varios años, vive en Bay Harbor, una comunidad que se encuentra entre Bal Harbor y Miami. Con ella recorrí su barrio, un Miami más residencial y no tan flashero como su vecino Bal Harbour. Hay quietud en las áreas menos turísticas, sobre todo aquellas en las que viven los residentes históricos.
Nada más llegar, asistí en un centro cultural del Doral al lanzamiento de un podcast de Hudds Sport, un medio deportivo con la presencia como invitado especial del ex Soda, Zeta Bosio. Años ha, en el Doral solo había productoras, campos de golf y canales de TV. Hoy, comienza a desplegarse una movida ecléctica, entre edificios corporativos, shoppings, pequeños espacios artísticos y nuevas residencias.
De la mano de mi amigo Agustín, recorrí el campus de la FIU (Florida International University) y otras partes no tan “turísticas” como Little Haiti, el alma de esa comunidad en Miami. Hay spots chic como el Ironside, un distrito ecléctico en el que se alternan cafecitos, showrooms de diseño y centros de bienestar.
Puedo enumerar un listado de pendientes. Entre ellos, el Design District, el parque nacional Everglades, Coconut Grove y Fisher Island, solo accesible en ferry, embarcación privada o helicóptero y por invitación de un residente.
Tampoco alcanzó el tiempo para volver a Coral Gables, en cuya mítica “Books and Books” he presentado mis libros años ha. Allí se encuentra el Biltmore, un hotel icónico de Miami.
Comprar en Miami
¿Cómo reconocer a un argentino no residente en Miami? Por las bolsas de compras. Razones sobran. La ropa es mucho más accesible y de calidad superior a la que se encuentra en la Argentina. Esto es histórico. Hablamos del país del consumo y el descarte, en el que muchas personas sacan sus muebles, bicicletas, etc a la calle cuando se cansan de usarlas para que las retire quien las necesite.
Mejor, volvamos a las compras. Al mall de Aventura –con sus más de 300 tiendas y propuestas gastronómicas– se suman otros más lujosos como el de Bal Harbour, el histórico Outlet Dolphin Mall y el Sawgrass –tan amado por los argentinos- en las afueras de la ciudad.
También perduran las tradicionales tiendas departamentales como Macy´s y Saks Fith Avenue y -si algo existe-, son montones de posibilidades de comprar, para cualquier presupuesto. Cadenas de descuento como Ross Dress for Less, Burlington, TJ Maxx o Marshall´s comercializan marcas reconocidas a valores entre 25 y 70% menos que los comercios habituales.
Son muy buenos lugares para ejercitar la paciencia (mientras se revuelve la mercadería) y comprar ropa, valijas, juguetes, etc. a valores muy convenientes. Algunas de las tiendas -como el caso de Ross- ofrecen descuentos adicionales en un día determinado (los martes, 10% menos). También están los percheros de “clearance”. Es decir, que al valor habitual –ya reducido– se le suma el de liquidación.
Se trata de una auténtica búsqueda del tesoro bastante ordenada por talles y secciones: ropa, equipaje, cremas, juguetes, etc. Para el alicaído bolsillo del argentino medio, invertir un par de días en compras puede ser redituable. Hay cosas de buena calidad a precios inimaginables en la Argentina. No son pocos los que optan por un pasaje económico con un carry on y al regreso compran una o más valijas en las tiendas, las llenan con sus compras y pagan por las maletas adicionales en el aeropuerto.
Comer en Miami
La oferta gastronómica de la ciudad crece a pasos tan agigantados como la urbe. Hay para todos los paladares y presupuestos tanto en la bahía, como en los pequeños y grandes hoteles. Tanto como para dar un ejemplo, comí en un pequeñísimo restó vegano en un también pequeñísimo hotel de South Beach.
Lo multicultural de la ciudad se refleja en su gastronomía: cocina italiana, argentina, peruana, latina, asiática, fusión. Muchos buscan la movida en los roof tops. Los más conocedores, en las afueras de la ciudad, en el Downtown o en restaurantes con estrellas Michelin o espectaculares vistas.
Wynwood ha visto el desembarco de afamados restaurantes argentinos, una oferta vernácula y de calidad, que se suma a la más popular de la “pequeña Buenos Aires”, entre la 65 y la 80 de la avenida Collins, en la que es posible comer una pizza argenta, facturas, churros y demás placeres.
Como te he compartido en crónicas anteriores, mis posibilidades son más acotadas por ser celíaca y vegetariana. En Los Fuegos, by Francis Mallman –dentro del hotel Faena-, encontré una variedad deliciosa. En mi búsqueda, descubrí cadenas de bares como Pura Vida en la que quienes tienen restricciones alimentarias pueden sentarse a comer. La cadena de supermercados Whole Foods ofrece alimentos orgánicos, sin gluten y saludables de primera línea y la posibilidad de comer allí, en sus pequeños patios de comida.
No es un tema menor el de la comida. No me cansaré de decir que pocos lugares en el mundo tienen la oferta y cuidados para los intolerantes al gluten como la ciudad de Buenos Aires.
Miami tiene algunos lugares claro, pero hay que tener harto cuidado con la contaminación cruzada. Siempre es prudente avisar para que en la cocina del lugar elegido se tomen los recaudos necesarios.
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Y último, pero no por ello menos importante. Comer en Miami no es económico. Nada en Miami hoy lo es, salvo la ropa.
Fin (por ahora)
Miami tiene de todo para todos los gustos. Es la meca del turismo LGBTQ+ y el paraíso de los amantes de la playa. Ahora también tiene arte a montones. Y a Messi, claro. Pero prometí contarte Miami con otra mirada. Espero haber cumplido.