Cañadones, marismas, acantilados y playas rocosas contemplan los cambios en la flora, las migraciones de la fauna y la mutación en el color del mar. Y el cielo límpido y lleno de estrellas domina magnánimo el escenario.
La Ruta Azul recorre gran parte de la costa patagónica de nuestro país: Va de Comodoro Rivadavia hasta Rawson, por la Ruta provincial 1 de ripio que bordea el mar en la provincia de Chubut.
Leé también: Una semana en Santiago de Chile y en la Patagonia Verde, garantía de paz y desconexión
Un desmonte marítimo cruel e innecesario
La Fundación Rewilding Argentina -un grupo de conservacionistas y activistas comprometido con la recuperación de los ecosistemas naturales- lleva adelante el Proyecto Patagonia Azul en el litoral de la provincia de Chubut. El mismo propone ampliar la protección y trabajar en la restauración de los ecosistemas marinos, dañados por la pesca de arrastre y la explotación indiscriminada de los recursos naturales. También se busca dar impulso a las economías locales a través del turismo marino y la producción regenerativa en el litoral chubutense. Una tarea que implica involucrar a los actores locales para encontrar nuevas economías más sustentables y convertirlo en un destino con una identidad basada en el cuidado de la naturaleza y la cultura.
La creación del PIMCPA –Parque Interjurisdiccional Marino Costero Patagonia Austral- ha sido un hito para retomar acciones de conservación del patrimonio del borde costero del Golfo San Jorge. El hombre ha hecho estragos como en casi todos los ecosistemas. Solo que en la plataforma marina, el daño es menos visible a los ojos del viajero. La pesca de arrastre en el Mar Argentino –que el piloto Enrique Piñeyro ha denunciado de manera sostenida desde su ONG Solidaire– provoca una suerte de desmonte marítimo cruel e innecesario.
Hace unos días, recorrí el Parque Patagonia Azul pasando por:
- Área Natural Protegida (ANP) Rocas Coloradas
- Portal Bahía Bustamante
- Portal Isla Leones
- ANP Punta Tombo
Cada uno de ellos tiene características propias y fauna en abundancia. Algunas de las especies que pueden encontrarse son: delfines, orcas, pingüinos de Magallanes, ballenas jorobadas, elefantes marinos, guanacos y lobos marinos.
En el área natural protegida Punta Tombo, está la pingüinera más grande de América del Sur, poblada de pingüinos de Magallanes. Aquí te cuento mi recorrido en el deseo que te anime a conocer más allá de los clásicos destinos patagónicos.
Día uno: los paisajes lunares
Volamos desde Aeroparque con destino a Comodoro Rivadavia. El viaje tiene una duración de unas dos horas. Desde allí, encaramos hacia Rocas Coloradas, al sur de la provincia de Chubut, previa pausa en Caleta Córdova, pintoresco pueblo de pescadores artesanales que ofrecen lo recolectado en la Feria de Mar.
Después de pasar por el Faro San Jorge –los faros son hitos de la Ruta Azul- continuamos hacia Rocas Coloradas, área natural protegida de 95.000 hectáreas con plataforma marina incluida. EL APN fue creado en 2019.
La zona reúne diversidad de vegetación y fauna, restos de troncos de coníferas de más de 60 millones de años y tesoros arqueológicos incalculables.
En lo que a paisajes lunares de la Patagonia se refiere, el Valle Lunar, el Bosque Petrificado y el Monte de los Meteoritos son algunas de las estrellas. Los contrastes de piedras rojizas, color que tiñe los espejos de agua y el inmenso mar vecino presentan un paisaje onírico. Es difícil describir el impacto visual que provoca el paisaje rojo en el medio de la Patagonia. La zona es ideal para los amantes del senderismo, que pueden acceder al pico Salamanca, el cerro más alto de la Patagonia Azul.
Después de un picnic, nos dirigimos por ruta 3 y un tramo por ruta provincial 28 hacia el Portal Bahía Bustamante. Hicimos un stop en el antiguo casco de la estancia ganadera La Ibérica. En el lugar, hay un centro de interpretación en el que los viajeros pueden informarse sobre la Ruta Azul, las actividades y servicios de la región y tomar algo al paso. Una interesante instalación advierte sobre la voracidad de la pesca de arrastre.
Día dos: atardeceres rojos
Después de un descanso reparador, emprendimos camino hacia el Portal Isla Leones. Este acceso ofrece dos campings gratuitos con agua corriente, mesas, duchas y fogoneros de piedra, senderos y el puerto, desde donde se toma la excursión náutica que realizamos el último día de nuestra estadía.
El Camping Cañadón del Sauce impresiona por sus enormes formaciones rocosas que albergan cuevas de águilas moras y halcones peregrinos. El camping Bahía Redondo es ideal para la observación de aves y fauna marina.
Los atardeceres rojos de la Patagonia invitan a la conexión con nuestra insignificancia.
La señal de WI Fi -solo disponible en algunos puntos- resulta ser una bendición. Dormir con el arrullo del mar y el sonido del viento es sublime.
Día tres: biodiversidad, algas y misiles
La costa del Portal Isla Leones es ideal para desconectar, hacer senderismo, snorkel entre algas y cangrejos. recolectar sal marina de entre las rocas o cosechar algas. Un aparte para las algas marinas. Las algas tienen un papel importante en la biodiversidad marina, aunque en esta zona tienen, además, una rica historia. Solo en Camarones se identificaron más de diez especies. Basta acercarse a las playas para observar el ecosistema que se despliega generoso entre las rocas. Supo haber por la zona varios campamentos algueros, el más importante de ellos, el del andaluz Lorenzo Soriano en Bahía Bustamante. Buscando un sustituto de la goma arábiga para hacer fijador de pelo, le recomendaron que visitara un lugar costero al que los lugareños llamaban Bahía Podrida (por el olor nauseabundo de las algas). Soriano encontró agar agar en la gracilaria, iniciándose así la historia del pueblo alguero que llegó a tener hasta su propia iglesia y escuela.
En la localidad de Camarones, existe hoy una cooperativa llamada Craapmar que ha permitido a muchos vecinos recuperar la tradición alguera de varias décadas. La cooperativa vende más de 80.000 kilos de algas por temporada. El derivado de las algas se utiliza, entre otras cosas, para hacer fertilizante y suplementos vitamínicos.
Un mundo aparte en materia de gastronomía. Carola Puracchio hace magia con las algas en su emprendimiento Amar Algas. Tanto es así que obtuvo renombrados premios de cocina. Carola prepara platos diversos –muchos sin gluten– utilizando las algas que ella misma cosecha, tal como hacía de pequeña con su abuelo. Utiliza la llamada lechuga de mar, el luche y un alga invasora llamada wakame. Los platos que prepara son tan variados como escabeche de algas, buñuelos, pastas, raw mesan y tortillas. Los viajeros pueden encontrarla en su emprendimiento o disfrutar de sus delicias en Isla Leones Camps. Una cocina innovadora que utiliza el recurso local, disponible en la costa.
Llegamos hasta Cabo Raso –a 170 kilometros de Trelew– con la promesa de encontrar un paraíso playero, refugio de surfers y amantes de la desconexión. Todo eso es cierto, claro, aunque grande fue la sorpresa al ver su escenografía muy diferente a cualquier locación balnearia.
El lugar quedó abandonado al pavimentarse la ruta 3 y perder vigencia la ruta provincial 1. Cuando murió la última habitante del lugar, quedó desolado hasta que un matrimonio decidió mudarse allí, restaurar las antiguas casitas del pueblo y convertirlas en hospedaje turístico.
El destino de pueblo fantasma pudo revertirse. Hay un colectivo patagónico en desuso transformado en departamento de alquiler, una solitaria hamaca frente al mar y una desconexión absoluta del mundanal ruido. Todo asombra, sobre todo el bunker de hormigón que domina la escena, una bizarra construcción en el medio de la playa. Ese búnker supo albergar un proyecto armamentístico hacia el final de la dictadura. Se trataba del misil Cóndor 2, pensado para dispararse desde la Patagonia y llegar hasta las islas Malvinas. Era un proyecto secreto de la Fuerza Aérea realizado con aportes financieros externos. El Cóndor II continuó durante el gobierno de Alfonsín hasta que el proyecto fue definitivamente cancelado en 1992. Hoy el bunker se utiliza como refugio de los visitantes que dejan su huella en las paredes, hacen música en vivo y comparten buenos momentos.
Día 4: lobos marinos, pingüinos y un faro de película
Como el viento acompañaba –en estos parajes la Naturaleza reina- embarcamos en Bahía Arredondo y navegamos hacia Isla Leones. En el recorrido, fuimos cortejados por una colonia enorme de lobos marinos en encantadora coreografía acuática. En la zona suelen avistarse aves diversas, delfines y ballenas.
Desembarcamos en el faro, una enorme construcción de 6 habitaciones en el sector norte del golfo San Jorge, habilitado en 1917. Funcionó durante unas cinco décadas, gestionado por la Armada. Se llega a él por un sendero escarpado en el que cada tanto uno se topa con simpáticos pingüinos de Magallanes.
El faro es una suerte de museo viviente en el que aún hay enseres y pertenencias de quienes lo habitaron durante su vida útil. Parte de los rieles que llevaban víveres hasta la construcción permanecen en el lugar. Fue declarado Monumento Histórico Nacional en 2016. Es un lugar mágico.
Día 5: de Perón a la pingüinera
La localidad de Camarones sobre el golfo San Jorge -a 252 kilómetros de Trelew y 262 kilómetros de Comodoro Rivadavia- es una de las puertas de acceso al Parque Interjurisdiccional Marino Costero Patagonia Austral. Es un pueblo costero encantador de calles anchas, arquitectura particular y rica historia. Desde 2017, ostenta la distinción de Pueblo Auténtico por su identidad marítima, sus artesanías con materia prima local, etc.
Hay viviendas del 1900 como Casa Rabal –el primer almacén de ramos generales-. Juan Domingo Perón vivió en Camarones durante parte de su niñez, ya que su padre se instaló como juez de Paz, junto a su esposa Juana Sosa. La casa museo de la familia Perón reproduce la vivienda que habitara la familia, ya que la original fue dañada por un incendio.
Después de visitar la cooperativa alguera, nos dirigimos al Cabo Dos Bahías, a unos 28 kilómetros de Camarones. Se trata de una reserva menos “famosa” que Punta Tombo, y no por ello menos aconsejable. Sus espectaculares pasarelas permiten recorrer la colonia de pingüinos de Magallanes sin molestarlos y tener un dominio pleno sobre la geografía del lugar. Hay guanacos por doquier que conviven en amable vecindad con los pingüinos, ñandúes y zorros grises, entre otras especies. El camino a la pingüinera ofrece un desvío a Caleta Sara donde se puede realizar navegación en velero o kayak o simplemente disfrutar del paisaje.
Leé también: Mi travesía por Islandia salvaje y los fiordos de Groenlandia: una experiencia única
Hora de emprender el regreso. Las rutas patagónicas son mágicas siempre y cuando se tengan en cuenta algunas cuestiones básicas: vehículos acordes para el ripio, ser previsor con el combustible (las estaciones de servicio son pocas y están a enormes distancias entre sí) y tener siempre algo a mano para tomar o comer.
¿Qué más decirles? La Patagonia me enamora en todas sus formas. En apenas dos horas de vuelo desde Comodoro Rivadavia, ya estábamos de regreso en el caos porteño. Pensando en alguna buena excusa para regresar.