Para los amantes del vino, ir hasta ciertos lugares de Argentina, como la región de Cuyo, es como tocar el cielo. Sin embargo, para los que viven en la Capital Federal y sus alrededores, hay dos destinos que están en el corazón del sur de Buenos Aires ideales para disfrutar de esos sabores.
Se trata de las ciudades de Tandil y Saldungaray, que con sus viñedos, vendimia y vinos de calidad, conforman la ruta del vino bonaerense, destino ideal para hacer una escapada, porque además de recorrer sus principales bodegas, son ciudades que en el mismo lugar o en sus cercanías ofrecen atractivos turísticos que valen la pena y justifican largamente el viaje.
Tandil: quesos, salames y cuatro varietales de vino
Las sierras, el centinela, la piedra movediza, los salames, los quesos… Son varios los atractivos geográficos y gastronómicos que tiene la ciudad de Tandil, cabecera del partido que lleva su nombre, ubicada a unos 350 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires.
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Sin embargo, uno de los puntos por lo que también vale la pena hacerse una escapada hasta Tandil tiene que ver el enoturismo, sector que tiene a 12 productores trabajando. Y en este rubro que, según datos proporcionados por el Observatorio Económico del Turismo del Vino tiene como visitantes principales a los jóvenes y, en especial, a las mujeres, se destaca la bodega Cordón Blanco.
Quizá su rasgo más saliente sea que sus viñedos están sobre dos tipos de suelos serrano y esto permite que se alcancen a desarrollar diferentes tipos de vino: Syrah, Cabernet Franc, Sauvignon Blanc y Merlot. Es un emprendimiento joven, que nació en 2008 en la idea de los hermanos Lucas: Matías, Valeria y Mariano.
De los tres, fue Matías el impulsor fundamental basado en una afición por los vinos que incluía una experiencia importante como empleado de vinotecas de la ciudad. Pero de ahí a plantar un viñedo había un gran trecho que, basado en las características del suelo y el clima de la zona, se convirtieron en un buen negocio.
Cordón Blanco, que está ubicado en una superficie de cinco hectáreas, produce unos 12.000 litros de vino de los varietales de uvas mencionados anteriormente y los turistas, además de recorrer las instalaciones y ver cómo es el trabajo desde el punto cero hasta el embotellado, que incluye probar los vinos, disfrutan también de una “cata” visual: las tierras cultivadas y las sierras de fondo.
Saldungaray: un pueblo tranquilo, para disfrutar tanto del mate como de una copa de vino
Las sierras como paisaje de fondo, el aire purísimo y sus calles tranquilas, son el sello de este poblado que se encuentra ubicado en medio del Sistema de Sierras de la Ventania, a poco más de 550 kilómetros del Obelisco porteño. Un lugar con atractivos históricos, como el Fortín Pavón; y arquitectónicos, como la iglesia Nuestra Señora del Tránsito, con la imagen tallada en madera de la Santísima Virgen, acostada y apoyada sobre almohadones.
Pero en el que también, desde comienzos de siglo, sobresale el cultivo del vino y cuya bodega principal lleva el nombre del pueblo: Saldungaray. Una de sus propietarias, Manuela Parra –un apellido ideal- relató en una entrevista que luego de encontrar y comprar el campo que creyeron conveniente, en 2003 se largaron con la plantación de ocho variedades de vid.
La bodega como tal comenzó a funcionar cuatro años después, cuando en 2007 tuvieron su primera vendimia con la producción de unos diez mil litros de vino. A medida que fue creciendo el negocio, los dueños abrieron las puertas al público como estrategia comercial para mejorar sus ventas pero también para generar un atractivo más al pueblo de Saldungaray.
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Entre las variedades de vino que ofrece entre los 40 mil litros de elaboración anual que tiene actualmente, está el Sauvignon Blanc, Chardonnay, Merlot, Malbec, Tempranillo, Pinot Noir, Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc.