Las relaciones internacionales durante el gobierno del expresidente Carlos Menem, fallecido este domingo a los 90 años, estuvieron marcados por “las relaciones carnales” con Estados Unidos y su áspera disputa con la Revolución cubana. Esta última, matizada por su “amistad” con Fidel Castro, a quien acostumbraba enviarles vinos riojanos de regalo y recibir a cambio cajas de habanos enviados desde la isla.
Era una época en que la Argentina se había alineado decididamente con Washington tras la desintegración de la Unión Soviética. Menem fue dejando atrás sus patillas que lo identificaban como el caudillo riojano heredero de Facundo y buscó establecer una relación de amistad con el entonces presidente estadounidense George H.W. Bush, padre de George Bush.
Bush padre visitó por primera vez la Argentina en diciembre de 1990. Su visita tuvo un alto valor simbólico. Fue la primera de un presidente norteamericano al país desde Dwgith Eisenhower en 1960. A partir de allí se selló un acuerdo político e ideológico que unió a ambos presidentes en una relación que se cimentó a base de juegos de golf y que tuvo su máxima expresión con el envío de dos buques argentinos al Golfo Pérsico para participar en el bloqueo a Saddam Hussein durante la primera guerra de Irak.
En 1991, Menem le devolvió la visita. En los jardines de la Casa Blanca, pronunció el recordado discurso que concluyó con una frase en inglés, cargada de dificultades en su pronunciación: “God bless you, Mister President”.
Ese mismo año, su canciller Guido Di Tella refrendó en palabras ese alineamiento total con Washington que llevó a la Argentina a convertirse en el mejor aliado de Estados Unidos en la región y obtener elogios del FMI y los mercados internacionales por sus políticas neoliberales y su Plan de Convertibilidad a pesar de los escándalos de corrupción que poco a poco comenzaron a castigar su gestión.
“No queremos tener relaciones platónicas: queremos tener relaciones carnales y abyectas”, dijo Di Tella.
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La URSS, Yeltsin y la nueva era internacional
La presidencia de Menem fue sorprendida además por la caída de la URSS en 1991. Siete años después, cuando Moscú ya había logrado estabilidad política con la asunción de Boris Yeltsin, el entonces presidente argentino decidió realizar una gira por Rusia y otros expaíses soviéticos.
Al llegar no tardó mucho en desempolvar los lineamientos de su política internacional: “Lo felicito por la forma en que aquí se ha derrotado al comunismo”, dijo.
Y para que no quedaran dudas ahondó: “En la Argentina, el Partido Comunista siempre fue minoritario y, en su momento, terrorista”.
El gran objetivo de la gira fue acercar a Yeltsin al Mercosur y “exportar” el modelo económico argentino cuando el Kremlin se despojaba de sus viejas ataduras y comenzaba una era de privatizaciones.
Fidel, del amor al odio
Durante sus 10 años en el gobierno, Menem mantuvo una relación dual con Fidel Castro. En privado lo admiraba y le demostraba cariño, como admitió años después. En público, lo denostaba y se convirtió en la principal espada latinoamericana contra la Revolución cubana.
El entonces canciller cubano Roberto Robaina solía ironizar con estos periódicos cambios del expresidente argentino. “Nos critica en público y llama a Fidel por teléfono y le manda vinos”, solía comentar a mediados de los 90 ante los periodistas acreditados en la isla. “Y las llamadas siempre salen de Buenos Aires, no de La Habana”, remarcaba.
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En público Menem se mostraba implacable en sus reclamos de democracia en la isla y pedía por la libertad de los “presos políticos”. Incluso, trató de cobrarle una vieja deuda por la compra de automóviles Fiat en los años 70. Castro, sin nombrarlo, lo tildaba de “procónsul” de Estados Unidos.
Pero en el fondo, el expresidente argentino afirmaba que lo unía a Fidel una sincera amistad. Lo describió muy bien en sus memorias “Mi vida y mi historia política” publicada en 2017. Allí, expresó: “No puedo prescindir del recuerdo de mi relación con Fidel Castro. No es necesario que ponga aquí que se trataba de un hombre de fuerte carácter y enorme disciplina; y que teníamos miradas enfrentadas en algunos temas relacionados con el ejercicio de las libertades individuales, entre otras cuestiones”.
Y agregó: “Ya en la década de 1990, le pedíamos a Cuba por los presos políticos en su país, siendo que ellos solo contaban con el apoyo que podíamos darles desde el exterior, muy especialmente desde nuestro continente. (...) Pero una cosa diferente fue nuestra relación personal; Fidel era un hombre harto interesante, inteligente, con gran conocimiento de la historia universal y muy amable en su trato. Disfrutamos largas conversaciones que incluían las dificultades de Cuba y las posibilidades de abrir puertas para terminar con el bloqueo que afectaba seriamente a su economía”, indicó.
Desde la vereda de enfrente, Fidel le replicó durante la cumbre de jefes de Estado y de gobierno de Río de Janeiro de 1999. Allí, en una entrevista con el programa CQC, el líder de la Revolución cubana, se refirió a Menem, que había amenazado con no asistir a esa reunión en protesta contra Cuba: “Yo tengo la sincera esperanza, y casi la seguridad, de que él va a asistir porque es mi gran amigo.”
“Cuando nosotros conversamos, hay un excelente ambiente, pero cuando habla con la prensa se transforma y dice otras cosas”, indicó.
Ambos incluso se cruzaron invitaciones para visitar La Rioja y La Habana. “Felizmente, yo lo he invitado mucho (a Menem a Cuba). Entonces, yo lo castigaría y no cumplimentaría su invitación de visitar su viña de La Rioja, de la cual sé que se siente muy orgulloso”, expresó.