Un norteamericano que creció en el seno de una familia trabajadora, mientras padecía los coletazos de la Gran Depresión, logró construir un emporio y se transformó en uno de los hombres más ricos del planeta gracias a las ganancias cosechadas por su compañía. Sin embargo, Charles “Chuck” Feeney tuvo un último deseo antes de morir: donó toda su fortuna a causas benéficas y sorprendió al mundo.
El empresario, nacido en Nueva Jersey en 1931, se vio obligado a realizar pequeños trabajos cuando todavía era joven: se desempeñó como vendedor de tarjetas, caddie de golf y hasta paleador de nieve en las entradas de los hogares. De hecho, en aquellas tareas fue que se desarrolló su espíritu altruista, aquel que lo caracterizaría de pies a cabeza hasta el final.
Una vez que se graduó de la escuela secundaria en el Saint Mary of the Assumption, se unió a la Fuerza Aérea norteamericana y sirvió durante la Guerra de Corea como operador de radio. En ese contexto, y con su vocación emprendedora a cuestas, le vendía licor completamente libre de impuestos a los marineros que se encontraban en los puertos del Mediterráneo.
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Cómo se creó Duty Free Shoppers, la empresa que llevó a Chuck Feeney a ser millonario
Ya de regreso en su tierra natal, apuntalado por un programa que ayudaba a los veteranos a financiar su educación, asistió a la Universidad de Cornell y estudió Administración Hotelera: junto con Robert Miller, uno de sus compañeros y grandes amigos en la casa de estudios, decidió fundar la firma Duty Free Shoppers, que no tardó en volverse furor.
La marca, especializada en el comercio de productos sin aranceles en aeropuertos y diversas zonas turísticas, fue un éxito y se expandió hacia el área del tabaco y los vehículos. Si bien la marca empezó operando en Hong Kong a principios de la década del ‘60, Europa la adoptó como propia y el continente que lo vio nacer también le brindó una oportunidad.
Luego, la empresa se dedicó al mundo de los viajes y se convirtió en el minorista del sector más importante del globo. En esa sintonía, en 1990 pasó a facturar 300 millones de dólares al año. Sin embargo, el filántropo apostó, a su vez, por una serie de inversiones que resultaron fructíferas. Por ello, con un patrimonio cercano a los 1.300 millones de dólares, pasó a formar parte de la lista de los 400 más acaudalados de la revista Forbes.
El empresario que donó toda su fortuna antes de morir: de la frase que lo inspiró a convertirse en un ejemplo para otros magnates
Aún así, Feeney siempre renegó de la ostentación y consideró que la acumulación de dinero, sin justificación alguna, era contraproducente para la sociedad. Por lo general, nunca disfrutó de lujos excesivos y una frase del libro “El evangelio de la riqueza”, escrito por Andrew Carnegie, lo inspiró como ninguna otra cosa: “Morir rico es morir en desgracia”.
En 1982, el estadounidense creó Atlantic Philanthropies, a la que la transfirió secretamente el 38,75% de las acciones de Duty Free Shoppers: la compañía de beneficencia redistribuyó su capital en diferentes proyectos y Chuck, recorriendo el mundo en clase turista, buscó propuestas que le llegaran al corazón.
“No sentí que fuera necesario explicarle a nadie lo que estaba haciendo. La riqueza debe utilizarse para mejorarle la vida a los demás. La gente que tiene dinero, tiene una obligación”, remarcó el empresario, reconocido como el “James Bond de la filantropía”. Tres años antes de fallecer, en 2020, el norteamericano ya había cumplido el objetivo.
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Para aquel momento, ya había entregado más de 8 mil millones de dólares a organizaciones vinculadas a los derechos humanos y el fortalecimiento de comunidades vulnerables, universidades y hospitales, reservando tan solo 2 millones para su propia jubilación y la de su esposa. Al mismo tiempo, su idea impulsó a otros súper ricos, como Bill Gates y Warren Buffett, a seguir sus pasos.
“Abrió un camino para otros, recuerdo haberlo conocido antes de iniciar nuestro Giving Pledge. Me dijo que deberíamos animar a la gente a no solo dar el 50%, sino todo lo posible. Nadie es un mejor ejemplo”, sostuvo el ex director ejecutivo de Microsoft, que tuvo en Feeney una referencia ineludible.