Ganar un premio millonario en la lotería nos puede cambiar la vida, pero no siempre para bien. Hay casos en que la toma de malas decisiones puede hacer que el supuesto afortunado empiece a vivir un martirio, como en el caso de Billie Bob Harrell Jr., que tuvo el peor final 20 meses después de haberse alzado con una fortuna en el loto.
A los 49 años, este modesto trabajador de Texas se hizo multimillonario de la noche a la mañana gracias a una combinación de fechas de cumpleaños que eligió para jugar al Texas Lotto Jackpot.
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Por entonces trabajaba como empleado en la famosa Home Depot, una empresa de venta de todo tipo de muebles y herramientas para la casa. Casado y con tres hijos, afrontaba serias dificultades para llegar a fin de mes porque el sueldo no le alcanzaba.
Hasta que en junio de 1997 el destino le hizo un guiño y obtuvo el premio de 31 millones de dólares al ser el único que acertó todos los números del sorteo. A partir de allí, todo cambió… Para mal. La primera decisión que tomó pareció inteligente: en lugar de llevarse todos los billetes juntos, eligió que le pagaran en 25 cuotas anuales de 1,24 millones de dólares cada una. De esa forma evitaba robos y se aseguraba no gastarse todo el dinero junto.
Todo era alegría en su casa y esa felicidad se extendió a amigos y familiares, que recibieron casas y autos como regalo. En medio de ese clima de jolgorio, hizo las valijas y se fue de vacaciones a Hawaii con su mujer y sus hijos. Antes, le comunicó a sus empleadores que ya no trabajaría más en el supermercado, dado que podía darse el lujo de vivir de rentas.
Tras su paradisíaco descanso en las playas del Pacífico, pasaba sus días en casa recibiendo visitas hasta de personas desconocidas, que se acercaban para pedirle auxilio financiero. Su generosidad hacía que le costara negarse y así se fueron yendo sus dólares. Incluso hizo grandes donaciones a la comunidad religiosa a la que solía concurrir antes de convertirse en multimillonario.
Se hizo multimillonario y su vida empezó a desmoronarse
Los llamados telefónicos y las visitas a su casa de gente que le pedía ayuda se hicieron constantes y su mujer no resistió tanta presión. Se generaron discusiones por el tema y Billie prometía darle solución, pero finalmente no sabía cómo manejar una situación que lo desbordaba.
Harta de las peleas con su marido por el modo en que manejaba su vida y dilapidaba la fortuna regalando su dinero a personas que ni siquiera conocía, la mujer decidió divorciarse, llevándose la mitad del dinero. Empezaba la debacle de Billie.
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A partir de ahí empezó otra vida para el “afortunado” ganador del premio. Mientras pasaba sus días encerrado en casa y sólo, tomó una determinación que lo llevó a la ruina: cambió los cheques a un precio mucho más bajo del nominal para garantizar su subsistencia sin empleo. Un financista aprovechó la situación económica y personal de Billie para sacar su tajada.
El multimillonario cada vez tenía menos dinero y cayó en una profunda depresión. Extrañaba mucho a su ex mujer y a sus hijos. Un día tomó fuerzas y le pidió a ella que fueran a cenar juntos para intentar una reconciliación. La ex esposa aceptó encontrarse, pero para una reunión familiar, incluyendo a sus tres hijos en la velada.
Ese encuentro nunca llegó a concretarse. Pocos días antes de la cita, el 22 de mayo de 1999, uno de sus hijos lo encontró muerto en su casa. Tenía un disparo de arma de fuego en la sien y una nota manuscrita explicando por qué había decidido quitarse la vida. Habían pasado apenas 20 meses del día que en la vida pareció sonreírle con el premio millonario.