Según los expertos, el querer comer dulce de manera compulsiva se relaciona con el llamado hambre emocional. Los alimentos con un alto contenido de azúcar generan que se movilice la feniletilamina, un compuesto que actúa como neurotransmisor en el sistema nervioso central.
Sin embargo, existe una alternativa sana y dulce que le aporta muchos nutrientes a nuestro organismo: la miel. Se produce gracias a las abejas que recolectan el nectar de las flores. Los egipcios ya la utilizaban hace miles de años debido a su alto valor nutricional.
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No solo tiene glucosa y fructuosa que es lo que le da su sabor, también, contiene aminoácidos, enzimas, flavonoides, vitaminas, minerales y ácidos orgánicos. Sus propiedades antiinflamatorias y antimicrobianas son las que más se destacan.
Por otra parte, la miel ayuda a cicatrizar y mejorar el aspecto de la piel. Consumir este alimento fortalece el hígado ante posibles ataques producidos por medicamentos o productos en mal estado. Al ser un antibiótico natural se usa para calmar la irritación de la garganta y la tos.
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Comer este tipo de dulce hace que el sistema digestivo esté en óptimas condiciones ya que favorece a la flora intestinal. Para terminar, sirve como aderezo para tus preparaciones y, además, funciona como edulcorante.
