Casi todos los estudiantes llevan un teléfono en la mano mientras recorren el campus de la Universidad de Florida Central (UCF, por su sigla en inglés), incluso cuando caminan en grupo. Las computadoras portátiles y las tabletas son compañeros a la hora de comer, y los auriculares y audífonos son accesorios de todos los días. Mientras esperan a que empiece la clase, muchos estudiantes se sientan en silencio, absortos en sus dispositivos.
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Es una escena familiar y exasperante para Seán Killingsworth, de 22 años, egresado de la UCF. “¿Qué es esta vida en la que decidí participar?”, se preguntó durante su segundo año en la universidad. “Era como si estuviera hablando con un montón de zombis”.

Killingsworth anhelaba un espacio donde pudiera charlar con sus compañeros sin sentir que los interrumpía. Cuando estaba en la preparatoria, se encontró con dilemas similares, así que organizaba salidas sin teléfono con sus amigos.
¿Por qué no hacerlo también en la universidad?
En 2023, ayudó a llevar la idea del tiempo social sin celular a dos campus distintos de Florida: la UCF de Orlando y el Rollins College de Winter Park. Lo llamó Reconnect Movement (Movimiento de Reconexión).
Durante las reuniones, todo el mundo debía entregar su teléfono y socializar sin dispositivos, un concepto que se ha convertido en un gran atractivo para los estudiantes con ideas afines. Reconnect se ha extendido ahora a seis escuelas de cuatro estados. Y en septiembre amplió su alcance más allá de los estudiantes, pues organizó un evento libre de teléfonos en Nueva York -pronto seguirán eventos en Orlando y Tampa- al que podía asistir cualquiera.
La popularidad de Reconnect coincide con un cambio cultural en la forma en que los adultos y los adolescentes perciben los teléfonos inteligentes y las redes sociales.
La generación ansiosa
Los expertos han alertado sobre los posibles peligros para la salud mental de los medios digitales, aunque es difícil demostrar una conexión causal entre esta tecnología y las crecientes tasas de soledad, ansiedad y depresión entre los jóvenes.
Campañas para reducir o retrasar el uso de teléfonos inteligentes como “Wait Until 8th” (“Espera hasta el octavo grado”) y libros como el éxito en ventas de Jonathan Haidt “La generación ansiosa” han calado hondo, sobre todo entre los padres. Mientras tanto, están surgiendo nuevas leyes en todo el país para prohibir los celulares en los colegios públicos.
Los movimientos dirigidos por estudiantes a menudo han fomentado la abstinencia del teléfono, pero Reconnect Movement de Killingsworth no presiona a los estudiantes para que cambien su relación con la tecnología. En vez de eso, pretende crear lo que él llama “hábitats de conexión humana” que eliminen la necesidad de la fuerza de voluntad.
La idea no es muy novedosa, aseguró Killingsworth, pero su generación no necesita una novedad. “La Generación Z necesita una normalidad que nunca hemos experimentado”, señaló.
La socialización a la antigua
En una tarde reciente, húmeda y calurosa, casi 40 estudiantes se reunieron en el arboreto del campus de la UCF para la primera reunión Reconnect del semestre de otoño. Tras entregar sus dispositivos a un “guardia de celulares”, se sentaron con las piernas cruzadas sobre cobijas de parches y se prepararon para pasar una hora sin pantallas.
Mientras un reproductor de CD emitía música reggae del grupo Stick Figure, muchos de los estudiantes empezaron a establecer contacto visual y a entablar conversaciones triviales. Parecía que la gente había retrocedido 20 años en el tiempo.

Los estudiantes pueden sentirse incómodos al principio de las reuniones, comentó Mia Shaffner, de 20 años, presidenta del club de la UCF. Los teléfonos actúan como un “calmante digital”, dijo, y sus compañeros tienden a revisar sus celulares cuando se sienten incómodos. Pero al final, añadió, llegan a conocerse y se dan cuenta de que hablar “no es tan difícil como creen”.
Para empezar, pidió a todos en el grupo que se presentaran y compartieran su mejor momento de la semana, y también el peor. Taylor Radtke, de 20 años, coordinadora de redes sociales del club, que había hecho galletas de mantequilla con M&M’s para el evento, compartió su mejor momento: hacerse un tatuaje de un gato rayado con botas y sombrero vaquero echando un lazo, inspirado en sus dos gatos de Wisconsin: Bandit y Lucky.
Más tarde, cuando el grupo empezó a charlar uno a uno, su tatuaje le sirvió para iniciar una conversación.
“Me llevó a hablar de mis otros tatuajes, de sus significados, y de ahí pasamos a hablar de los intereses de los demás y de sus mascotas”, relató Radtke. “Nunca sabes lo que puedes tener en común”.
A veces, los participantes de Reconnect se reúnen para hacer una excursión seguida de una comida al aire libre. Otras veces crean arte juntos o meditan (una actividad popular durante los exámenes finales).
Hoy, simplemente hablan.
Un club como éste “me obliga a no quedarme en mi dormitorio, comer algo y pudrirme en la cama”, dijo Daniel Lindemann, de 18 años, un estudiante de primer año que añadió que se unió a Reconnect para ayudar a cumplir su objetivo de conocer a cuatro personas nuevas al día.
Cuando le preguntaron si había encontrado algún otro entorno en el que sus compañeros no estuvieran usando sus teléfonos, hizo una pausa y pensó un momento.
“La verdad es que no”, respondió.
El estrés de las redes sociales
En el campus, donde los estudiantes suelen estar absortos en sus pantallas y dispositivos digitales, las oportunidades de conexión con la vida real pueden pasar de lado con facilidad.
Isabella Ortiz, de 18 años, estudiante de primer año de biotecnología, se unió a Reconnect para conocer nuevos amigos. Hace poco, recordó un intento inútil de comunicarse con otra estudiante del campus. “Me gusta tu pelo”, le dijo. Pero la otra estudiante, que llevaba audífonos, no la escuchó.
Ortiz dijo que tiene la sensación de que todo el mundo en la escuela -incluida ella también- está crónicamente conectado a internet. Ha intentado borrar plataformas de redes sociales antes, pero admitió que no ha tenido mucho éxito.
Llegó un momento en que Killingsworth revisaba de manera compulsiva su teléfono: “Era una necesidad constante de tener que estar conectado: Siento una notificación. Es un correo electrónico. Tengo que responderlo pronto”.
Y las comparaciones con las redes sociales lo hacían sentirse derrotado: “Snapchat me hizo sentir más cohibido por mi aspecto de lo que nunca había estado”, dijo. Instagram, donde veía videos de otros “skaters” que hacen trucos impresionantes en increíbles parques de patinaje, lo hizo sentir que no estaba a la altura.
Así que borró las redes sociales y desde entonces usa un teléfono plegable, dijo, tras decidir que el teléfono inteligente le impedía vivir su vida “de una manera feliz”. Durante un discurso el otoño pasado en Weyers Cave, Virginia, organizado por el Centro de Prevención del Suicidio en el Campus de Virginia, Killingsworth advirtió que los teléfonos “debilitan y destruyen” los ecosistemas sociales y calificó el entorno social de la Generación Z de “desolado”.
Sin embargo, estudiosos como la psicóloga Candice L. Odgers han cuestionado que los medios digitales se usen de chivo expiatorio, como sucede a menudo. Sostiene que un uso más frecuente de las redes sociales puede reflejar síntomas subyacentes de depresión o ansiedad. En su opinión, no hay pruebas suficientes que sugieran que utilizar mucho las redes sociales provoque esos problemas de salud mental. Odgers y otros han señalado también que las plataformas de redes sociales proporcionan a las personas un medio único de autoexpresión y conexión.
Cuando dan su opinión al respecto, los adolescentes afirman que les gusta descansar de sus dispositivos. Un estudio de 2023 del Centro de Investigación Pew reveló que casi tres cuartas partes de los adolescentes se sentían felices o en paz cuando no tenían su celular. Aun así, más del 40 por ciento admitió que, cuando no tenían sus teléfonos, a veces se sentían ansiosos, molestos y solos.
No obstante, Killingsworth dijo que la ansiedad tendía a disminuir en el momento en que todos dejan a un lado sus teléfonos en las reuniones de Reconnect.
A finales del próximo año, dijo, deberían estar en funcionamiento otros 11 grupos de Reconnect, una lista que incluye institutos, universidades y ciudades. Sin embargo, aunque el interés por Reconnect se ha ido extendiendo, la idea de un club libre de celulares aún se siente como demasiado para algunos estudiantes.
En la reciente reunión de la UCF, una joven se acercó al grupo, curiosa por saber más. Pero cuando Killingsworth se ofreció a “resguardar” su teléfono, dudó.
“Creí que solo debía dejar de usar mi celular, no sabía que te lo quitan”, dijo. “Creo que mejor me voy”.
Mia Shaffner, presidenta de Reconnect Movement de la Universidad de Florida Central, anima a todo el mundo a llamarse en lugar de enviarse mensajes de texto tras una reunión de grupo en el campus de la universidad en Orlando, Florida, el 2 de septiembre de 2025. (Agnes Lopez/The New York Times)
Un “guardián de celulares” recoge los teléfonos inteligentes de los participantes y los coloca en una mochila hasta que terminen las actividades del club durante una reunión de Reconnect Movement en el campus de la Universidad de Florida Central en Orlando, Florida, el 2 de septiembre de 2025. (Agnes Lopez/The New York Times)