Jorge Bergoglio, el papa Francisco, lideró la Iglesia católica en plena revolución digital. Su pontificado, de 2013 a 2025, coincidió con el auge de las redes sociales, la aparición la inteligencia artificial generativa, la omnipresencia de los celulares y la transformación de la comunicación global.
Aunque formado en un mundo analógico, Francisco supo utilizar las herramientas digitales para comunicar sin dejar de alertar sobre los riesgos de la desinformación y los posibles abusos de la IA y las plataformas sociales.
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Esta dualidad marcó su postura: mientras criticaba la adicción a las pantallas, (“El celular puede ser una droga si nos aísla”, dijo en una oportunidad), aprobó la creación de perfiles oficiales del Vaticano en redes sociales.

Cuando asumió en la Santa Sede, la cuenta oficial @pontifex en Twitter creada en 2012 por su predecesor Benedicto XVI, tenía poca difusión. Pero Francisco la catapultó al Top 10: en pocos meses, el perfil disponible en nueve idiomas (inglés, italiano, español, portugués, francés, polaco, alemán, árabe e incluso latín) cosechó 50 millones de seguidores.
Con esa cuenta en la plataforma más popular de la época, Francisco contribuyó a modernizar la comunicación de la Iglesia, con el foco puesto en los más jóvenes.
En marzo de 2016, tres años después del inicio de su pontificado, el papa argentino fue aún más lejos con la creación de la cuenta de Instagram Franciscus, que atrajo a casi 10 millones de seguidores.
No obstante, esta popularidad no le impidió denunciar regularmente los efectos negativos de las redes sociales. “La tecnología es un regalo de Dios, pero no un sustituto de Dios”, repetía, insistiendo en que su uso debía guiarse por la solidaridad y el respeto a la dignidad humana.
“Aunque sirven para conectarnos más, también pueden reforzar nuestro autoaislamiento”, consideró en 2019, en un mensaje publicado con motivo de la 53ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.
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Además, en una carta abierta dirigida a los jóvenes, les animó a utilizar las redes sociales: “Úsenlas con valentía y creatividad, y transmitan valores que construyan: la amistad, la paz, el diálogo entre etnias y culturas, la familia y los valores cristianos”, sugirió.
Asimismo, les advirtió que no se conviertan en esclavos de sus smartphones ni queden atrapados en la vida virtual en detrimento de la vida real: “Salgan al mundo, encuentren a la gente, escuchen sus historias, miren a los ojos de sus hermanos y hermanas. La verdadera riqueza está en las relaciones humanas vividas a diario, en el contacto directo y sincero”, advirtió Francisco en esa oportunidad.
En junio de 2024, el papa calificó la IA de instrumento fascinante y tremendo y advirtió contra su uso para fines militares: “Mi oración es que el rápido desarrollo de la inteligencia artificial no aumente las ya numerosas desigualdades e injusticias presentes en el mundo, sino que ayude a poner fin a las guerras y los conflictos, y a aliviar tantas formas de sufrimiento que afectan a la humanidad”, expresó.
El pasado enero, cuando X, propiedad del multimillonario Elon Musk, fue sospechosa de difundir información falsa y manipular el debate público en Europa, también denunció la desinformación y la polarización, donde unos pocos centros de poder controlan una masa de datos e información sin precedentes.
Unos días antes, ya había denunciado la era de las noticias falsas y advertido contra los abusos de la inteligencia artificial cuando se utiliza para manipular las conciencias.
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Él mismo fue objeto de imágenes generadas por la IA que se hicieron virales en internet, en las que aparecía en una discoteca o casándose.
En marzo de 2023, las imágenes del papa Francisco con un lujoso camperón blanco de Balenciaga y un crucifijo al cuello, en un estilo que recordaba a los raperos estadounidenses, dieron la vuelta al mundo en pocas horas.
Francisco dejó un marco ético para navegar la era digital: desde proteger la privacidad hasta evitar que la IA profundice desigualdades. Su gran aporte fue recordar que detrás de cada pantalla hay personas, y que ninguna innovación puede reemplazar la compasión humana. En un mundo tentado por el transhumanismo, insistió en que “la tecnología debe hacer la vida más humana, no más fría”.