Susana Gómez es menuda, morena, callada. Lleva anteojos negros, un bastón blanco y se mueve con cierta inseguridad. La forma en que quedó ciega es una de las manifestaciones más crueles de la violencia contra las mujeres: su marido, padre de sus cuatro hijos, le golpeó la cabeza y le provocó desprendimiento y perforación de retina. La acompaña Darío Witt, el hombre que la rescató, además de uno de sus abogados de la Casa Abierta María Pueblo.
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Se sientan en el bar luminoso del Colegio de Abogados de La Plata. En el televisor, clavado en un canal de noticias, podrían anunciarse algunas de las cientos de muertes por femicidas, destino del que Susana se salvó. "Gracias a la Casa María Pueblo", como no se cansa de repetir.
Más allá de las huellas indelebles que lleva sobre su cuerpo, la discapacidad permanente, Susana hace aún terapia psicológica y tuvo que enfrentar el terror que le produjo la libertad de su victimario, que dejó la cárcel después de cumplir 8 años de prisión. En todo el proceso contó con el apoyo de Darío, un discípulo del cura Carlos Cajade, mítico en el área de La Plata.
"Yo terminé el secundario en el 84 y militaba en la Juventud Peronista. Pero cuando Carlos Menem dictó el indulto a los excomandantes decidí irme. Estudié Derecho acá en la universidad pública. Soy de una familia muy humilde, mi papá tenía doce hermanos. El único profesional soy yo: me recibí trabajando de vendedor ambulante", relata.
A Carlos Cajade lo conoció cuando el sacerdote iba a bautizar a las villas. "No me digas padre, me dijo, decime cura o Carlitos. Tenía una personalidad particular. Lo conocías y al mes, no sabíamos cómo, estabas haciendo algo con él. Mi exmujer dice que era un seductor de almas. Pero no solamente. ¡Hay mujeres que iban a misa solamente para verlo a él!", se divierte. "Era un hombre muy bello, muy simpático además, de muy buen humor". Cuando Cajade murió, a los 55 años, toda la ciudad lo lloró.
Darío colaboró firmemente con el religioso en el establecimiento de hogares para chicos en situación de calle. "Pero empezaron a aparecer en el programa mujeres con chicos y chicas que se habían tenido que ir de sus casas, huyendo de la violencia. Nadie tenía idea de qué se trataba. Se hablaba de violencia doméstica, de crímenes pasionales. La idea de género no existía: género era un pedazo de tela que se cortaba", recuerda.
Los hogares del padre Cajade eran centros de día. Podían abrirles las puertas a esas madres, pero dónde irían a la noche era un problema a solucionar. A veces, como excepción, podrían quedarse a dormir. Pero los fines de semana, sin personal de vigilancia ni de servicios , ¿qué pasaría?
"Se puso malo"
Una noche lluviosa, encontraron a una señora con un bebé y tres nenes debajo de un sauce, tapada con diarios. "Fuimos a preguntarle qué le pasaba. Era del norte. 'Mi marido se puso malo y estamos acá, esperando que se le pase', nos contestó. No hubo forma de que aceptara ayuda. Quería esperar allí, a pesar de la hora. Nos fuimos con el alma partida en cuatro", se emociona.
La evidencia de que existía la urgencia de tener refugios para mujeres víctimas de la violencia era tan fuerte, que decidieron alquilar una casa. "El pan lo mandaba Cajade de la panadería, lo mismo que la verdura y la fruta, de la huerta. Yo, que en esto me había convertido en el rey del mangazo, conseguí heladera, televisores. Teníamos mucha voluntad, mucha desorganización y la dosis de omnipotencia necesaria para arrancar", evoca.
El equipo de Cajade no tenía noción de las dificultades con las que se enfrentaban. En principio, el domicilio de la Casa Abierta María Pueblo era público. La justicia les derivaba casos, lo mismo que la comisaría. Se les aparecían los hombres violentos con distintas actitudes, a reclamar por sus parejas y sus hijos e hijas como si se trataran de su propiedad. "Uno se hacía la víctima, otro rompía la puerta a hachazos. Hubo incluso un femicidio. El tipo vino y se puso a llorar, diciendo que lo único que quería era ver a sus nenes y cuando la mujer salió, la mató y se suicidó. Eso sucedió porque la justicia filtró el domicilio", se estremece Darío.
Dijo que lo único que quería era ver a sus nenes. Cuando la mujer salió, la mató y se suicidó.
De la práctica a la teoría, el grupo de la Casa se fue fogueando y aprendiendo de otras experiencias. "Nos enteramos de que en otras partes del mundo los refugios tenían una dirección reservada. Porque hay una etapa extremadamente peligrosa, de los 60 a los 180 días, que llamamos de prefemicidio. Es cuando el hombre ve que se le ha caído su estructura patriarcal, cuando a la vista de los demás deja de ser hombre. 'Se te fue tu mujer', le dicen".
Ahora, la ubicación de los refugios es secreta. Cada mujer que pasa por allí firma al irse un compromiso de no revelarla, ni siquiera a su familia.
Antes de llegar a la Casa María Pueblo, Susana Gómez hizo 13 denuncias. Pero entonces, esta joven mamá de cuatro ya había quedado irreversiblemente ciega. A los golpes su marido le hizo perder la vista, y le impidió acceder a tiempo a un tratamiento que podría haberla curado.
Susana conoció a Carlos Goncharuk en su barrio, y estuvo en pareja con él durante 9 años. "Yo no sabía cómo era él, porque se puso violento cuando quedé embarazada de mi primer hijo. Era muy joven, 18 años y no conocía cómo era la violencia. El violento te va aislando de tu padre y madre, de tus amigas, te manipula . Primero viene el cachetazo, la amenaza", enumera.
La primera de las denuncias la hizo cuando su hijo mayor tenía tres meses. "No me dejaba ir a ver a mis padres, que les llevara el bebé a los abuelos. Yo me iba igual, pero me iba a buscar. Una vez me sacó con un cuchillo, los agredía a ellos también. Los vecinos, no se metían", alega.
El ataque final de Goncharuk se desató cuando le llegó a su casa una notificación de la justicia. "¿Me volviste a denunciar, hdp?", le gritó a Susana. Fue una imprudencia haber anoticiado al violento de la acusación de su víctima, mientras ella estaba ahí. Tuvo consecuencias graves.
A trompadas la dejó desfigurada" como un monstruo". Durante días, no permitió que saliera. Susana le decía que no veía, pero no la llevaba a recibir asistencia. Cuando por fin la llevó al Hospital Santa Lucía, le advirtió que si le revelaba a la oftalmóloga cómo había perdido la vista, "la tiraba debajo del tren", o "la mataba y la enterraba en el patio de la casa". "Total, no le importás a nadie, nadie va a preguntar por vos", le decía.
En cierta forma tenía razón. Había logrado que Susana no se visitara con su madre casi durante dos años. Finalmente, logró salir del encierro, de la mano de su hijo mayor, de 6 años, que la llevó hasta la calle 44 con sus hermanitos, donde tomaron un ómnibus hasta Olmos, a casa de su madre. Habían aprovechado que Goncharuk había salido a comprar algo.
Súper Susana
Fue haciendo la denuncia en una fiscalía que Susana conoció a Darío. Demoró en llegar cuando lo convocaron, pero por una buena razón. Estaba en un acto frente a la casa del dentista Barreda, escenario del cuádruple femicidio de su mujer, suegra e hijas, en pleno centro de La Plata, para pedir que fuera expropiada. Mientras tanto Susana se había puesto firme: "Yo no me voy de acá. Si viene, que me mate enfrente de ustedes", se desesperaba.
"Durante estos años, hemos estado peleando con los jueces cuerpo a cuerpo. Hasta que me encontré con María Pueblo, nunca tuve un acompañamiento verdadero. Mi ex fue a buscarme a la casa de mis padres, y quiso obligar a mi papá a que le dijera dónde estaba. Le provocó fracturas. Si me hubiera encontrado, me mataba", dice.
Susana denunció incansablemente, pero siente que el estado siempre estuvo ausente. "Una vez, un vecino le avisó a mi mamá que algo andaba mal en mi casa. Vino la policía, tocó el timbre, y él les dijo que yo estaba bien, con los chicos en el fondo. Se fueron, ni siquiera entraron a chequear", se indigna.
Quiso obligar a mi papá a que le dijera dónde estaba.Le provocó fracturas. Si me encontraba, me mataba
Después de un tiempo, la propia Susana se convirtió en una referente dentro de la Casa María Pueblo. Atendió llamadas de mujeres en riesgo, como ella. Se enfrentó con víctimas de la violencia a las que hubo que reconstruirles la cara, la cadera o un hombro. "Alguien tiene que hacer algo. Hubo 33 víctimas de femicidio en 28 días", alerta. "Que los diputados y senadores se den cuenta. Que los funcionarios reaccionen", reclama.
En el juicio, Goncharuk fue condenado. Una prueba fundamental fue la evidencia médica. El traumatismo craneal repetido fue la causa del doble desprendimiento y perforamiento de retina de Susana . "Cuando me fui a tratar, ya había cicatriz y por eso no me pudieron operar", señala. "Si él no me hubiera impedido tratarme, lo habría solucionado".
Hubo una pequeña victoria lograda en tribunales. Con la libertad de Goncharuk, sin que el juez de ejecución lo obligara a realizar un taller de violencia de género como estipulaba la sentencia, Susana se fue invadida por el miedo. "Cuídese ahora ", se limitó a decirle el magistrado.
Con insistencia, logró custodia , un botón antipánico y una pulsera para su agresor, que no puede acercarse a más de 100 kilómetros a ella y sus hijos.
Darío la mira con cierta satisfacción. Piensa que cuando la conoció, estaba en shock, y no hablaba. Ahora, la admira. "Si hay una heroína contemporánea, para mi es Susana", la halaga. "Y siempre con un sentido del humor de esos que tenemos nosotros. Cuando estábamos en el juicio, me decía que me tenía una confianza ciega", se ríe.
Inmediatamente, cambia de estado de ánimo cuando se le pregunta cuántas vidas salvó la Casa María Pueblo. En lugar de pensar en esas, en los éxitos, lo entristecen los fracasos. Y se deshace en llanto cuando admite que a veces no pudieron llegar a tiempo con una llamada, y al llegar no se encontraron con una mujer en peligro, sino con un cadáver. Susana le toma la mano y Darío se lo agradece con un beso.
Un subsidio retirado
En diciembre pasado, la Casa Abierta María Pueblo dejó de recibir fondos de la municipalidad. El argumento de la administración fue el incumplimiento de las contraprestaciones que establecía el convenio, un cupo mensual mínimo de cinco plazas para casos derivados a través de la Dirección General de Políticas de Género y Diversidad o por la Subsecretaría de Coordinación Municipal.
"Desde el mes de mayo de 2019 hasta el presente la Municipalidad le solicitó a la asociación en seis oportunidades que admita víctimas de violencia de género con carácter urgente y su respuesta en todos los casos fue negativa y formulada fuera de los plazos urgentes que la problemática requiere", se lee en un comunicado de la repartición.
Witt, por su parte, niega que esto haya sucedido.