Margarita Barrientos maneja todo con una sonrisa. Esa es la sensación que te da recorrer los pasillos de su comedor en Añatuya, en Santiago del Estero, a las 12 del mediodía. Comparte allí el trabajo con decenas de colaboradores. Los cruza mientras acarrean ollas con guiso de pollo, o cuando sirven la comida en platos o tapers para llevar. Todos parecen coordinados por una mano invisible. Ella no necesita dar órdenes, ni siquiera decir palabra. Cuando los cruza, los mira y en silencio les ofrece una sonrisa. Y todo fluye.
Margarita les da de comer todos los días a más de 6500 personas entre sus comedores de Los Piletones (en Buenos Aires) y Añatuya. Parece mucho, pero lamentablemente se queda corta. Antes de iniciar nuestra charla en el patio de su comedor en Santiago del Estero recibe las nuevas ollas que les llegaron de capital. Con las viejas no daban abasto.
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"Hay gente a la que le da la vergüenza venir. Vienen muchos hombres a pedir trabajo y es un dolor decirles que no tenemos para dar", cuenta con voz pausada. Y hace un análisis de la situación social: "Hay mucha gente que no sabe sobre ka necesidad que hay. Lo que nos tienen que ver, no nos ven".
Para ella la solución de todas las miserias a las que le da pelea tiene nombre: trabajo. Me cuenta qué es lo que la gente quiere, necesita y anhela. Y lo que ella más respeta. Cuando le pregunto por qué nunca acampó en la 9 de Julio para hacer sus reclamos, me responde que nunca lo haría. Y lo fundamenta: "No me gusta. Creo que ahí van los vagos".
"Yo a esta gente no le pido que me apoye ni que me vote para nada", dice Margarita Barrientos sobre quienes se acercan a sus comedores. Y afirma que la esperanza "es lo último que se pierde, porque si pasa eso estamos en el horno".
Sus comedores no son solo eso. Tiene jardines de infantes, hogares de abuelos, casas de mujeres y bibliotecas. En Los Piletones hasta disponen de una panadería y un centro de salud. El sueño de Margarita es que todo mejore y no sea necesario dar comida. Ese día, dice, sería feliz. Pero ese día, lamentablemente, parece estar cada vez más lejos.