Cristina Montserrat se siente mujer desde que tiene tres años. Su esposa, Liliana Troncoso, la conoció hace once años cuando se llamaba Cristian, y era un abogado de Zapala que representaba a asambleas vecinales en causas ambientales. "En 2017 hice todo un proceso de duelo y decidí que era el momento de presentarme como quería, como me percibí siempre", explicó Cristina a TN.com.ar.
Para contárselo a su familia, buscó ayuda profesional, apoyo terapéutico para ella, su mujer y sus cuatro hijas. Se encontró con un panorama desolador. "No hay muchos profesionales que estén preparados en este tema de la diversidad de género. Tuve problemas para encontrar endocrinólogos para el tratamiento hormonal. Algunos profesionales incluso no conocían la ley de identidad de género. Finalmente encontré al psiquiatra que nos ayuda a manejarnos en esta nueva familia", relató a "Somos Familia".
// Una familia ensamblada con un papá que se llama Cristina
El hecho de vivir en Zapala, Neuquén, una ciudad en la que todos se conocen, fue el desafío más difícil. "Estamos evaluando la posibilidad de mudarnos a Buenos Aires. No por nosotras, sino por las chicas. Los niños son a veces muy crueles y puede haber siempre alguno que no esté educado sobre el tema de la aceptación de la diversidad y tenemos miedo que tomen represalias con las chiquitas porque las conocen", indicó Cristina.
Con sus hijas lo charlaron en las vacaciones de invierno del año pasado. "Las nenas empezaron a sospechar, a ver los cambios, hasta que les dijimos. Fueron diversas las reacciones. La más chiquita lo entendió por habían hablado en la escuela sobre la tolerancia y la diversidad. En Neuquén es obligatorio enseñar educación sexual. A Aylin , que tiene once, le costó un poco más porque es preadolescente y le importa mucho lo que dicen sus amigos, pero ya me llama 'Montse' o 'pama' que simboliza los dos roles. Para nosotras, no hay problema con los títulos ni lo nombres, lo importante es el amor y el afecto".
Cristina y Liliana sienten que puede haber más resistencia en los adultos. "Nos gustaría que quienes no lo aceptan, pudieran ver que detrás de una identidad, siempre hay un ser humano que es un sujeto de amor, y obligarlo a negar quién es, es en cierta forma desaparecerlo. Viviríamos más tranquilos, si la gente pudiera manifestarse como es, no con un género o el otro, sino con los miles de millones de diversidad de género que somos cada uno. Aceptar al otro como es y no como uno quisiera que fuera es la principal manifestación de amor. Es lo que Lili ha hecho conmigo", puntualizó.
Esperar los tiempos de los otros y respetar los procesos se volvió el motor que lleva a esta familia a seguir adelante frente a la mirada de los otros. "Sabemos que hay gente a la que no le gusta o que tienen prejuicios religiosos, pero no vamos a dejar de ser quienes somos por lo que otra persona pueda pensar. Nos concentramos en los que nos da amor. A los demás le daremos su tiempo, algún día, quizás abran su corazón".
