En la escuela de la Penal 32, en La Capilla Florencio Varela, un grupo de internos está en clase. Los pupitres son tal vez demasiado pequeños para ellos, pero a pesar de que el pasillo tiene una reja, el aula es un ámbito de libertad. Ahí trabaja todos los días Marilyn como empleada administrativa de 8 a 12, después de haber terminado la secundaria con un promedio de 10 absoluto. Está cumpliendo su condena a perpetua por el homicidio de su madre y su hermano. Tenía 18 años cuando los mató.
Se desplaza por el pasillo que divide las aulas como una gacela. No hay nada masculino en ella. No queda casi ningún rastro en su apariencia de la identidad con la que nació: un varón llamado Marcelo Bernasconi. Fue un chico de campo, un peoncito, sometido a una brutal discriminación por lo que quería ser, una mujer. Le hicieron sentir la vergüenza de su familia, un bueno para nada.
Los hombres del pueblo la buscaban para tener sexo de noche y la insultaban a la luz del día. Hasta que la violencia que sufría explotó de la peor manera. Es imposible intuir que haya sido capaz de una reacción así. Habla en voz baja y tranquila, es delgada, lleva el pelo largo. El voile violeta de la cortina filtra una luz rosada que ilumina su cara.
Fue un chico de campo sometido a una brutal discriminación por lo que quería ser, una mujer.
Su historia está reflejada en la película de Martín Rodríguez Redondo que se estrena hoy. Marilyn fue la primera en verla en diciembre pasado, a solas, en una computadora, en el penal. Está muy conforme con el resultado. Le habían dicho que tal vez no se reconociera en el personaje de ficción, pero no fue así. "Era yo, la película tiene un 80 por ciento de veracidad. Una de las escenas que mas me gustó fue una en la que estoy aprendiendo a ordeñar una vaca. Eso es real", se ríe.
Durante el casting, varios de los actores adolescentes elegidos para el papel de protagonista desistieron después de ser elegidos. Le temían a la estigmatización. Fue solo cuando la selección fue restringida a actores homosexuales que pudo concretarse la adjudicación del papel a Walter Rodríguez.
La producción tuvo sus contratiempos, y demoró seis largos años. El director la había entrevistado largamente varias veces en Florencio Varela. Ella le contó todo, sin reservas, desde su nacimiento, su primer noviazgo , su tragedia.
Entretanto, Marilyn escribió la historia de su vida, que un profesor de la secundaria de la prisión, Alejandro Barboza, leyó y convirtió en novela. "Amor, odio y locura", asegura el autor de "Yo soy Marilyn" que reinaban en la intimidad familiar de los Bernasconi.
Enterrar al varón
Marilyn empezó una nueva vida cuando estuvo entre rejas. "Sentí que con el juicio cerraba la etapa de Marcelo", explica. Algunas compañeras travestis la orientaron entonces para maquillarse, caminar, vestirse, hacer gestos. Se sintió bien, como cuando se transformaba en los Carnavales de su pueblo, con brillantina y antifaz .
Entonces eso era una transgresión intolerable, inmoral. Percibe ahora un cambio fuerte y claro en la sociedad. En el penal se aplican las leyes de identidad de género. Hay un pabellón que aloja casi exclusivamente chicas trans, y otro, del que es responsable Marilyn, trans, travestis, homosexuales, bisexuales, y a todo aquel que se sienta cómodo con la diversidad, sin otro parámetro. En total, más de 60 personas, alrededor de 30 en cada uno
Las cosas cambiaron mucho, y muy rápido. Afuera y adentro. Las requisas son ahora femeninas, se usa el nombre adoptado por las internas y en caso de no tener el DNI nuevo, sus siglas varoniles al lado. "Antes no había valoración de lo que sentía, usaban mi nombre de varón. Años atrás nos exigían estar sin maquillaje, con ropa abultada, con el pelo bien atado. Así era cuando yo llegué. Pero dábamos la pelea. Salíamos con una musculosa ajustada y el Servicio te hacía volver al pabellón. Al día siguiente de nuevo, y así les ganamos por cansancio", recuerda.
Está tomando hormonas para cambiar su cuerpo, pero debe costeárselas ella misma todavía. Sin embargo, falta muy poco para que supervisada por un médico del equipo de Sanidad dentro de la unidad, las reciba del Estado, como establece la ley. "Hablé con Salud Penitenciaria, describimos las realidades, y hace poco nos sacaron sangre para empezar el tratamiento. En otras cárceles ya funciona esto, por ejemplo en Sierra Chica", anuncia.
Su trabajo le encanta. Es su escape cotidiano. Se casó en el 2013 dentro de la cárcel. Ese día estaba esplendorosa, con un atado de lirios blancos, un collar de perlas y un vestido negro escotado. La rodeaban sus amigas, que recogieron el ramo. Pero la armonía duró poco.
En el 2015 le detectaron el HIV. La noticia fue demoledora. "Aunque todas estamos preparadas fue muy duro. Tomé la decisión de separarme de mi pareja del momento por su bien. El no se contagió, y eso fue un gran alivio. Fue un verdadero milagro", suspira.
Es imposible prevenir el contagio dentro de la prisión. "Nos proveen 144 unidades de preservativos por mes para todo el pabellón. Eso da un resultado de 4 por interna. Es totalmente insuficiente", precisa.
Muros y barreras
Quiere seguir estudiando, pero hay muchas barreras para que concrete su aspiración. Podría ser periodista, o profesora de Biología o Contabilidad. "Me gusta mucho enseñar", aclara.
La unidad tiene un convenio con la Universidad de La Plata, con las facultades de Derecho y Periodismo. Pero aunque traen el material para prepararse, el Servicio nunca la llevan a rendir. "Los profesores tampoco vienen a tomar examen. Eso hace que los esfuerzos sean inútiles", se queja. Pero hay otras posibilidades: Marilyn está tratando de contactarse con la Universidad Arturo Jauretche, que está en Florencio Varela. La corta distancia en ese caso, facilitaría las cosas, piensa. También hay una puerta abierta con la Universidad de Quilmes, que hace poco ofreció computadoras para que los internos e internas estudien a distancia.
Hay un pabellón universitario en unidad de Varela, pero no se hace ilusiones de que puedan trasladarla allí, porque "no todas las unidades tienen sentido de género", Otra opción para que pueda continuar estudios universitarios es el penal de Sierra Chica, pero se trata de una prisión de máxima seguridad, de manera que está descartada.
Otros vientos, nuevos derechos
Si Marilyn hubiera nacido ahora, teniendo en cuenta el avance de la aceptación social y legal de la diversidad sexual, nada de lo que pasó hubiera ocurrido seguramente. Su historia habría sido otra. Si no les hubiera disparado a su mamá y a su hermano, su vida habría sido también muy diferente, sugiere Marilyn. Tal vez habría podido dejar el pueblo, superar la angustia, vencer las limitaciones.
Cree que la sentencia no fue justa, y no se conforma: "Los jueces juzgan por lo escrito, y no por las circunstancias que te llevan a hacer lo que hiciste. Por eso estoy solicitando un nuevo juicio, esta vez por jurados, personas comunes, que pueden tener otra visión, que pueden llegar a ponerse en mi lugar. Tengo contacto con peritos psicológos para que me hagan nuevas pericias.
Si cumpliera toda la condena, saldría en libertad recién a los 43 años. ¿Por qué no se fue, por qué los asesinó y no se fue de la casa para escapar de las humillaciones? La respuesta es clara: las cadenas eran internas. Tenía solamente 18 años y nunca había salido de ese poblado rural. Tanto escuchar que era un inservible, una carga, habían hecho mella en su alma.
Tiene visitas una vez al mes, porque" ahora sale muy caro llegar". "Me vienen a ver unas chicas trans que vienen de Capital, nos conectamos por Facebook", cuenta. Marilyn Tiene una gran capacidad para hacer y conservar amigos, a pesar de los obstáculos, a través de las paredes de la cárcel.
Las tumbas de mi mamá y mi hermano están peladas, arruinadas.
"Si saliera en libertad, lo primero que haría sería ir al cementerio, a ver a los tres, incluso a mi papá. Este año por primera vez les pude mandar flores, a través de una amiga del pueblo. Se lo pedí de regalo para mi cumpleaños. Me mandó una imagen de las tumbas", murmura.
"Fue una mezcla de emociones, de tristeza, alegría por el acto y a la vez bronca. Bronca porque mucha gente me juzga y no se acuerda de llevarles flores Las tumbas de mi mamá y mi hermano están peladas, arruinadas. Sin embargo hay una clara diferencia: la de mi papá está siempre cuidada, llena de flores y las de ellos dos, no. No sé...tal vez por su forma de ser, creo que no solo a mi me chocaba", reflexiona.
Hace poco empezó el duelo por su hermano. Por su madre siempre sintió dolor, pero no por él. Ni dolor ni arrepentimiento.
Marilyn no pidió permiso para ir al estreno de la película. No la fascinan ni la alfombra roja ni las luces. La excusa es que "el juez no lo autorizaría, hay una cuestión de seguridad, el operativo tendría que ser grande". Imagina en cambio una proyección dentro de la cárcel, con el director, los actores y su gente.
Sueña con verse afuera, con un trabajo digno, con una pareja que la ame. Entretanto, pelea por defender los derechos adquiridos. Podría perfectamente ser abogada. Cuando un juez quiso unificar los pabellones y dejar solo uno, exclusivamente para internas trans, Marilyn demandó por escrito la permanencia de la conquista de vivir en pareja.
"En los '70, en los '80, en las prisiones te violaban, te hacían la mujer de setenta y después capaz que te mataban. Esto, poder vivir con alguien que te quiera, es una reivindicación, una compensación por lo que sufrimos en esa época. Hay chicas extranjeras, que soportan esto solo porque tienen alguien que atraviesa con ellas este proceso", argumenta. Un fallo de Cámara le dio la razón.
Marilyn está desde entonces siempre lista para reclamar dignidad. "Ojalá la película sirva para el debate", coincide con el director. Así sea.