Son las ocho y media de una noche de verano frente a la parroquia Inmaculada Concepción, en Monte Grande. De a poco, algunos solos y otros en grupo, se empieza a agolpar gente frente al templo que está cerrado. Están esperando ansiosos, de pie, que se abra el comedor que funciona en un galpón trasero de la iglesia, a partir de las nueve.
// Un merendero sin paredes necesita nuestra ayuda
Hay hombres mayores, muchachos jóvenes, adolescentes. Y sobre todo, mamás con muchos chicos, de adolescentes a recién nacidos. Una de ellas, madre de seis, pudo traer solamente a dos. Vive lejos, y como muchas otras mujeres, tienen que elegir a cuál de sus hijos le toca venir a recibir un plato de guiso sustancioso y caliente, porque no tiene plata para pagarles el boleto de colectivo a todos. Algunas deciden salir temprano y caminar los kilómetros que las separan del lugar. Una de las nenas tiene ojotas y los piecitos en carne viva.
De repente, de los baúles de algunos autos que estacionan en la vereda salen enormes ollas, canastos y cajones. Traen arroz y pollo , pan, bananas y un par de tortas para festejar los cumpleaños del mes. Hoy participan de la iniciativa de darles de comer a 70 personas de todas las edades las Mamis Solidarias, un grupo que ya no está compuesto solamente por mujeres madres.
"Para ser mami solidaria no hay que ser mamá, ni siquiera mujer. Hay varones que participan y estamos consiguiendo nuestra personería jurídica", dice Florencia Spagnoletti, una morocha movediza mientras se calza la pechera roja que las identifica. "Participamos una vez por mes, el último jueves, invitadas por otra organización solidaria, Damos Más, que empezó con recorridas nocturnas para darle la cena a la gente que vivía a la intemperie en Luis Guillón, Ezeiza, Monte Grande y El Jagüel. Ellos lo hacen martes y jueves, todas las semanas", explica.
Las Mamis Solidarias son unas 25 a 28 voluntarias, que ayudan a merenderos con alimentos, con ropa, con apoyo escolar y recreación. Pero también llegan más lejos: ya hicieron tres viajes para llevar donaciones a dos aldeas guaraníes.
"No queremos hacer asistencia. La idea es que los cambios se sostengan en el tiempo. Vamos aprendiendo. Nos dimos cuenta de que las donaciones que llevábamos no tenían sentido si había filtraciones en los techos de chapa, porque a la primera lluvia se mojaban y se arruinaban todas. Así que ahora queremos electricidad, techos...", agrega Mariana Fernándes. "La responsabilidad sabemos que es del estado, pero queremos ayudar".
Varios quieren repetir, otros quieren viandas para llevar a sus otros hijos o a sus hermanitos.
Hay que armar largas mesas con caballetes y tablones en el galpón de la Iglesia. Las ollas se destapan y las cocineras compiten y se hacen bromas sobre el éxito de sus platos. "Antes daban de comer en la plaza, a gente en situación de calle pero hacía mucho frío en invierno y nos permitieron usar este lugar", interviene Paula García, conductora de TN y una de las "mamis" que trajo la comida hoy. Su creación sui generis de un guiso de pollo que incluye trocitos de hamburguesa y chorizo es reclamado por varios comensales. Varios quieren repetir, otros piden viandas para llevar a sus otros hijos o a sus hermanitos.
Llama la atención que casi no haya padres de familia en las mesas. Se intuye que sienten pudor por no tener trabajo y por verse obligados a venir a un comedor.
"Muchos de estos chicos pedían en la calle", señala uno de los integrantes de Damos Más. "A ella la conocimos pidiendo en el Mac Donald's", dice y señala a una nena de unos doce años. "Ahora ya no lo hace más, pero otros siguen. Son muchos".
Una chica regordeta y pecosa se acerca a Florencia y le dice que al día siguiente tiene que ir al hospital . Tiene 14 años y está embarazada. Su mamá tiene 11 hijos. Para conseguir un turno, hay que hacer fila a las 4.30 de la mañana, y corre riesgo de no tener número para atenderse si no llega a tiempo. En ese caso, deberá volver. "Te acompaña tu novio?", quiere saber Florencia. "Sí, obvio", contesta la futura mamá. "¡Quiero la foto!", la despide con sorna.
Una de las chicas de Damos Más pregunta cuánto hay en el fondo. Propone darle unos 400 pesos a otra adolescente que espera un bebé para que vaya a hacerse una ecografía sin esperar, a un lugar privado. Los voluntarios se acercan con más que un plato de comida. Conocen a las familias, se preocupan, preguntan. Están atentos a todas las necesidades.
Las mamis desarrollaron una práctica para conseguir aquello que los funcionarios de las áreas sociales de las municipios prometen pero luego no concretan, o concretan a medias. "Nos turnamos para llamar, porque se aburren de nuestra insistencia", se ríen. No bajan los brazos y son conscientes de que están reclamando derechos.
En cambio, uno de los integrantes de Damos Más dice que ya se dieron por vencidos tratando de conseguir que la empresa Monte Grande, operadora de la línea de colectivos 501, les reconozca la tarifa social de la SUBE a las mamás que traen a sus chicos a comer: "Es injusto que tengan que elegir a quién traen a comer. Hay una disposición que dice que les tienen que reconocer la tarifa reducida, pero hacen oídos sordos", protesta una de las chicas. Y baja la cabeza, porque no puede entender cómo alguien puede "negarse a algo tan justo".
Una mochi como la tuya
Las Mamis Solidarias están emprendiendo nueva campaña en vísperas del comienzo del ciclo lectivo 2019. Quieren que todos los chicos que van a comedores y merenderos de la zona puedan ir a la escuela, pero reconocen que el precio de los útiles es inalcanzable. "¿Cómo hace una mamá que tiene cinco o seis hijos? Sumá los guardapolvos, la mochila, las zapatillas. Este cuaderno sale 150 pesos y le dura máximo un mes y medio", se queja Florencia, mientras saca lo que hay en la mochila que les van a hacer llegar a los pibes.
" 'Una mochi como la tuya' es la consigna que convoca a ayudar con una mochila completa como la que tienen nuestros hijos nueva, no usada", explica Mariana. "Se trata de que empiecen el cole con útiles nuevos, no con lápices que tengan el nombre de otro nene", agrega Paula.
El objetivo es que 650 mochilas completas lleguen a las manos de otros tantos chicos. Se puede cooperar comprando de 1 a 5 mochilas, pero también kits escolares, a través de la página de Mamis Solidarias.
Quienes no puedan afrontar el pago de una mochila pueden dejar útiles nuevos en los puntos de recolección que figuran en la página. "Cada uno colabora con lo que pueda", propone Florencia.