Esa mañana helada de 2009, cuando Raquel Ugalde recorrió por primera vez el cementerio de Darwin, lo único que sintió fue desolación. El viento frío le pegaba en la cara y ella buscaba de una punta a la otra un indicio de su hijo, Daniel Alberto Ugalde, que murió en la batalla final de la Guerra de Malvinas. Atravesó cada rincón de esa tierra gris y lluviosa, pero todos sus trayectos terminaron en el mismo lugar: una lápida gris sobre el piso, con una leyenda que decía: “Soldado argentino solo conocido por Dios”. “Me prometí a mí misma que le devolvería la identidad a mi hijo porque cuando fue a la guerra tenía nombre y apellido, no era un NN”, recuerda en conversación con TN.com.ar.
Raquel es una de las ocho personas que este martes recibirá el resultado de los trabajos de identificación que el Comité Internacional de la Cruz Roja hizo en el cementerio de Darwin. Ella fue la primera mamá que le entregó su muestra de sangre al equipo forense, cuatro años atrás.
Desde que Daniel murió, hace 35 años, la mujer vive con un vacío en el esternón. Cada vez que respira tiene la sensación de que en su pecho no hay nada. Nunca pudo sanar la incertidumbre de no saber dónde está el cuerpo. “Miro su foto en el living, hablo para mis adentros y le digo: ’Ojalá hijo te pueda devolver tu nombre y tu apellido'. No tengo una tumba, no puedo llevar una flor”, explica.
Ella está convencida de que si el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, le confirma que los especialistas lo identificaron “llorará lo que hace 35 años no llora”. “No pude hacer el duelo. Mi marido murió de tristeza 15 años después porque no soportó el dolor. En su momento lloraba tapándome con una almohada para que mis otros hijos no me escucharan”, cuenta.
Daniel Alberto Ugalde tenía 20 años y hacía el servicio militar cuando lo convocaron para ir a Malvinas. Raquel recuerda cada minuto de la despedida, el 10 de abril 1982. “Pasamos el día juntos en la Escuela de Ingenieros. Cuando crucé la puerta del cuartel tuve la convicción de que no lo volvería a ver. Abracé a mi marido. Lo sentí”, dice. Y relata que Daniel -que era introvertido, fanático de la música e hincha de San Lorenzo- siempre le pedía que le contara cómo iba su equipo en las cartas que le mandaba.
A la mujer no le tiembla la voz, habla con resignación. No puede disimular su orgullo cuando recuerda que su hijo murió para defender a sus compañeros de la Compañía de Ingenieros de Combate 601: “Era el día de la rendición. Los soldados estaban en la punta de una colina y él les dijo: ‘Bajen, yo los cubro’. Se puso a tirar y los ingleses le dispararon con un mortero”.
En el cuerpo esta madre de 82 años no hay espacio para el odio. Dice que perdió un hijo, pero que ahora tiene más de 60 hijos de cariño porque los compañeros de combate del caído la adoptaron y se acuerdan siempre de visitarla y contenerla en las fechas importantes. La semana pasada, uno de ellos le mandó un mensaje que decía: “Raquel, sabés que toda la Compañía está con vos y vamos a estar en la puerta de la Secretaría de Derechos Humanos para esperar el resultado”.
Su último anhelo es que le confirmen que ubicaron el cuerpo del soldado, porque solo así podrá cerrar el círculo de su desconsuelo. "Esto sería lo último, otra cosa no queda para saber dónde está. Quiero poder morir con la tranquilidad de que mi hijo tiene una cruz con su nombre”, dice. La conversación se paraliza. Hay un silencio profundo. Del otro lado del teléfono se escucha un suspiro.
Es 4 de diciembre de 2017 y en Morón, donde vive Raquel, hacen 20 grados y no hay viento. Después de 35 años, la mujer ya no busca indicios. Solo deja que pasen las horas de la cuenta regresiva: mañana podría recibir la noticia que le consumió la vida.
Al igual que Raquel Ugalde, las familias de otros siete caídos en Malvinas recibirán el martes la notificación formal de la Secretaría de Derechos Humanos con los resultados de los trabajos de identificación realizados en el Cementerio de Darwin por la Cruz Roja Internacional. El estudio fue el resultado de un acuerdo entre los gobiernos argentino y británico.
La identificación de los 88 cuerpos se logró tras analizar 121 tumbas y 122 cuerpos que fueron exhumados en Darwin -de las 230 tumbas que hay en total- y su cotejo con la muestra de ADN que aportaron alrededor de 107 familias.
Entre el 20 de junio y el 7 de agosto, un equipo de catorce especialistas forenses exhumó, analizó y sacó muestras para documentar los restos sin identificar que están enterrados en tumbas con la leyenda "Soldado argentino solo conocido por Dios".
Luego de un cuidadoso análisis, los cuerpos fueron puestos en un nuevo féretro y sepultados en su tumba original el mismo día de su exhumación. El análisis genético de las muestras y el cotejo con las muestras de referencia de los familiares se hicieron en el laboratorio forense del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). En paralelo, otros dos laboratorios en el Reino Unido y España se encargaron del control y el aseguramiento de la calidad del análisis de ADN.