Stephanie Calo sale de pasar varias horas en Tribunales en una agotadora pericia con un médico forense, pero sin embargo tiene aún una energía envidiable. "Al violento todavía no lo citaron, pero a mí, sí", dice. Se hizo conocida por haber denunciado por abuso sexual al senador provincial Jorge "el Loco" Romero, de La Cámpora.
// Tras la denuncia por abuso sexual, Juan Carlos Marino renuncia a la vicepresidencia del Senado
Esta morocha expansiva de 26 años es exponente de un movimiento que busca terminar con el pacto de silencio dentro de las organizaciones políticas alrededor de hechos de acoso, abuso, violación y discriminación contra las mujeres. Ya no toleran que sea la víctima la que esté bajo sospecha. Cada vez son menos frecuentes las acusaciones públicas de oportunismo, supuestas venganzas u objetivos políticos preelectorales que deben enfrentar las chicas que sufrieron agresiones. Empieza a prevalecer la solidaridad entre mujeres, la sororidad.
Sin embargo, esto no es general. Sobrevive la tendencia a la protección del militante acusado. Hay una cara pública, de condena al agresor y de apoyo a la agredida, pero la cosa es distinta puertas adentro de la agrupación. Ahí se disculpa, se descree o incluso se celebra la conducta que se tendría que sancionar.
Hay hipocresía, incluso por parte de dirigentes mujeres. "Un 'yo te banco', que no es tal", alega Stephanie. Y algunos referentes se escudan en el remanido "habrá que esperar que se expida la justicia". Se genera un clima hostil que termina expulsando a las denunciantes, supuestas "culpables" de haber tenido una actitud inorgánica "lavando los trapitos sucios" fuera de casa. "A los sectores que me apoyaron, empezaron a retacearles recursos desde arriba", sostiene.
No importa que las afectadas sean de una organización de izquierda universitaria, del PJ, de la Unión Cívica Radical , del PRO o de una central sindical, la conducta social está cambiando de a poco. La hermandad entre las mujeres crece, y llega a provocar disidencias y fracturas al calor del "Primero las Pibas".
Una muchacha peronista
Stephanie es peronista hasta la médula. Empezó a militar en 2013, cuando tenía 20 años, en la agrupación Néstor Vive, y después se integró a La Cámpora.
A principios del 2017, era parte del área de Logística desde donde se organizaban marchas y actos y se coordinaba con la seguridad presidencial todo lo necesario: banderas, pecheras, listado de acceso a los corralitos. Conocía de vista al Loco Romero, que era un dirigente muy respetado. "Yo lo endiosaba. Se decía que iba a ser gobernador", recuerda.
Un día, un jefe, "el Misio" Cáceres, le pidió que les presentara amigas a unos compañeros que habían llegado desde el interior. Salieron en grupo a cenar, a bailar y después fueron a un "after" a la casa de Cáceres.
Romero había llegado con otros militantes de Florencio Varela como él, promediando la cena. Ya en la casa, una amiga de Stephanie fue con "el Misio" a su cuarto y ella decidió tener sexo con otro chico que le había gustado. Pero el Loco les abría la puerta de la habitación, en lo que parecía solamente una broma pesada. Entonces, Stephanie decidió salir y sentarse a fumar en la cocina: no estaban dadas las condiciones para la intimidad.
Escuchó que el Loco decía: "Déjenla, tiene que descansar, que después tiene que seguir". Ella creyó que se refería a que tendría que seguir bailando. Pero él le dijo que tenía que practicarle sexo oral a él y a sus dos acompañantes. Ella lo minimizó como si fuera un chiste de mal gusto. Pero el Loco la encerró con uno de los muchachos.
Cuando el chico trató de darle un beso y ella se negó, la dejó tranquila y se pusieron a charlar. El Loco abrió la puerta y entró el segundo de sus amigos, que también aceptó la negativa de Stephanie. "De esos dos chicos, no tengo ninguna queja. Hablamos de sus estudios, se comportaron bien", aclara . Pero cuando salió de la cocina, el Loco la encerró dentro del baño, se bajó los pantalones y le dijo' chupame la p...'".
Stephanie se reía, nerviosa, y ensayó mil excusas. Le dijo que se sentía mal, que estaba indispuesta. Incluso intentó convencerlo de que quedaran para otro día, con tal de que la dejara salir. El espacio era chico, y ella mantuvo distancia como pudo. Su abusador solamente la liberó cuando escuchó que el dueño de casa y la amiga de Stephanie habían salido del dormitorio. "Fueron cinco minutos, pero parecieron dos horas, lo juro", asegura.
Un pésimo momento
En ese momento, ella no reconoció el episodio como un abuso, sino únicamente como un mal momento. Pero cuando a las pocas semanas viajó con la agrupación a San Nicolás para ayudar a los inundados, sintió miedo de dormir sola en el gimnasio que les habían asignado. Le pidió a una compañera que se acostara en el mismo colchón que ella. La aterrorizaba que el Loco la abordara a 300 km de su casa.
El hecho llegó a oídos de su responsable, Miguel Ángel Delpo, que quiso reunirse con ella. "Me dijo que me creía porque el Loco era así con las mujeres, que no había sido la única y que había casos por todas partes, sin darme detalles", relata. Siguió militando como si nada hubiera pasado, pero el temor no la abandonaba.
Pero las mujeres no tenemos oportunidades de crecer, nuestro rol, siempre es menor. Servimos para abrir y cerrar los locales, para las compras comunitarias, para atender a los jubilados. Para las oficinas de género también, porque no las pueden cubrir ellos. Pero cuando hay que discutir políticas, son siempre varones.
Fue a escuchar a Hebe de Bonafini a Núñez : "Amo a las madres y a las Abuelas", dice. Allí conoció a otras militantes que le contaron que había chicas que habían vivido lo mismo. Le aseguraron que sus responsables se habían mostrado empáticos, pero que finalmente no había habido sanción para el agresor, y que eran las chicas las que habían terminado yéndose.
La tendencia era callar, encubrir. "Fueran responsables políticos o militantes de base, lo que pasaba era lo mismo. Cuidaban mucho a los hombres", reflexiona. En ese encuentro fortuito con otras compañeras, oyó la palabra "abuso" por primera vez, y le "cayó la ficha". Tomó real conciencia de la gravedad de lo que le había pasado. "No te violó porque no tuvo tiempo", escuchó de la boca de una chica.
Los machos, siempre jefes
Para Stephanie, en la agrupación predomina una cultura machista. Recuerda que cuando llegó a La Cámpora, se sorprendió porque venía de una relación de noviazgo formal de cinco años. Lo que vivían las militantes nuevas por parte de los compañeros era una verdadera "cacería". Los jefes les ofrecían integrarse a comisiones, las "chamuyaban" permanentemente.
"Pero las mujeres no tenemos oportunidades de crecer. Nuestro rol siempre es menor. Servimos para abrir y cerrar los locales, para las compras comunitarias, para atender a los jubilados. Para las oficinas de género también, porque no las pueden cubrir ellos. Pero cuando hay que discutir políticas, son siempre varones", sintetiza.
"A Mayra Mendoza la pusieron en la mesa de conducción porque lo pidió Cristina, pero después decían que estaba ahí solamente porque era la mujer de Ottavis. Si llegabas, te ninguneaban. Había compañeras que tenían méritos para llegar a comuneras, pero ellos ponían amigos", se queja.
"Si te maquillabas o te vestías bien, era para provocarlos, según ellos. Lo mismo si te recortabas la remera de la agrupación porque tenías calor. Cuando un diputado se separaba, siempre había un asesor que le marcaba las chicas que se podía c...", se indigna.
La agrupación tampoco aceptaba las disidencias. "Yo siempre estuve a favor de la legalización del aborto y de la marihuana, pero no lo podía manifestar. 'No cuestiones, te lo dice tu responsable', me repetían. A mí siempre me gustó preguntar por qué tenía que hacer las cosas, y eso les molestaba. Me decían que me fuera si no me gustaba", cuenta.
A pesar de que no forma parte de una agrupación, Stephanie no falta a ninguna marcha o acto. "Pero ahora nadie me indica a cuál puedo o no puedo ir, lo decido yo", aclara.
Afirma que las mujeres también le hacían inconscientemente el juego al machismo. Cuenta que había un dicho: "Lo que no entra por doctrina, entra por vagina", y ellas lo repetían. "Yo todavía no le pude pedir perdón a la chica que denunció a Dante Palma por algo que pude haber dicho en ese momento", lamenta Stephanie.
Algunas chicas que fueron víctimas de abusos se callan por miedo, otras se convierten en cómplices o son tibias. Pero las cosas están cambiando. "Ahora ya nadie me acusa de querer destruir la organización. La verdad es que la organización nos quería destruir a nosotras. Por lo menos, destruirnos psicológicamente", explica.
Stephanie recibe muchos mensajes desde que su caso se difundió en los medios de comunicación. Da apoyo a las chicas que se conectan con ella para denunciar abusos. "Doy el respaldo que yo no recibí de mis dirigentes", sonríe.
El enemigo en Tinder
Antes de animarse a denunciar a Romero, Stephanie tuvo que hacerlo con Lucas, su expareja, también militante de la agrupación: "Era un psicópata, celoso, violento. Golpeó a un amigo porque lo encontró conmigo en un bar". Todo se terminó cuando chocaron con el auto y Stephanie se quebró una mano. Tuvieron que operarla, y Lucas la violó cuando estaba inmovilizada en el hospital. Ni siquiera se animó a cortar la relación personalmente, lo hizo por teléfono. "Ya me había pisado con el coche", asegura.
"Mis amigas no sabían que había vuelto con él, me daba vergüenza porque ellas sabían que me golpeaba. Mi psicóloga decía que estaba haciendo el duelo. Creo que Perón y Evita desde el cielo me guiaron para que no lo viera más. Y empecé una campaña de escrache con carteles porque él estaba en Tinder y era un peligro para otras pibas", recuerda.
Stpéhanie recorría las marchas pidiéndoles a los políticos que se sacaran una foto con el cartel para apoyarla: "Todos se la tomaron, pero no la subieron a las redes. Los que sí lo hicieron fueron Victoria Donda, Fernando Gray y Amado Boudou, y les estoy eternamente agradecida", aclara.
Hijo del patriarcado
Luego de que trascendió la denuncia, Romero renunció a sus responsabilidades dentro de La Cámpora, pero nunca dejó la agrupación ni su banca en el Senado. Stephanie ratificó la denuncia y quiere que renuncie a la legislatura. No admite que tome licencia hasta que acabe su mandato porque quiere que siga cobrando el sueldo.
Este año faltó a todas las sesiones. Al presidente del Senado, Daniel Salvador, le llamó la atención la ausencia y la senadora Teresa García, presidenta del bloque de Unidad Ciudadana comunicó su separación de las comisiones que integraba. "Espero que cuando se termine el mandato en diciembre, no aparezca en ninguna boleta", advierte Stephanie. Ella se ofreció a cooperar con la Red de Parlamentarias Mentoras, que revisará todas las listas bonaerenses para evitar que las integren violentos y abusadores.
Cuando se conocieron los hechos, la conducción de La Cámpora hizo publicó un comunicado donde sostenía que "siempre se cree en la palabra de las compañeras, y no es la organización política la que debe tomar veredictos respecto de los hechos sucedidos sino proteger, reparar y acompañar a quienes hayan sufrido cualquier tipo de violencia de género".
En una autocrítica pública, el Loco se denominó "varón criado en una sociedad patriarcal" y aseguró que iba a dar un paso al costado. Su denunciante desmiente que ya no forme parte de la La Cámpora: "Es mentira. Hubo un hashtag #Ellococumple y se fotografió con dirigentes de la agrupación usando la remera".
Las pibas primero
En la página de Facebook que recoge denuncias (Denuncias de La Cámpora) hay muchas hechas con nombre y apellido, pero otras son anónimas. "Hay muchas chicas que tienen miedo. En un caso, hubo una violación y el responsable amenazó a la piba", justifica Stephanie.
Con respecto a su experiencia en otras organizaciones, ella asegura que nunca sintió que le faltaran el respeto. Incluso en el PJ de Villa Lugano, donde iba a buscar material cuando faltaba para la campaña de Daniel Scioli. Tampoco en su agrupación original, la Néstor Vive.
A pesar de su desilusión con la dirigencia de La Cámpora, las convicciones de Stephanie no flaquean. Recuerda haber militado hasta quedar exhausta para el balotaje, y haberse desplomado de desilusión con la derrota. Ahora, se prepara para aplicar su especialidad - es letrista- en la próxima campaña. "Por eso, hay barrios enteros donde vas a encontrar mi letra en las paredes", se enorgullece.
"Las pibas nos rebancamos entre nosotras. Por eso decimos 'Hermana, nosotras sí te creemos'. Sé que hay compañeras muy enojadas con Cristina, pero yo todavía tengo su selfie conmigo en el celular", y la muestra. "¿Sabés? Ayer soñé que iba al Instituto Patria y le pedía una reunión para explicarle todo lo que vivimos. Para decirle que no nos callamos más. Yo sé que Florencia le cambió la cabeza y nos va a entender", se esperanza.