Desde muy temprano, supo que vivía en un mundo desigual. Un mundo que imponía arquetipos y que, con ellos como estandarte, digitaba el destino de las mujeres. Se rebeló y padeció cuestionamientos en todos los ámbitos. Atravesó una relación "tóxica" con apenas 16 años y encontró las herramientas para salir. A los 24, decidió ser madre aún cuando el padre de su hijo no quiso acompañarla y, partir de sus experiencias, se interesó por las ideas feministas y por preguntas que tenían como trasfondo a la desigualdad de género.
A menos de 48 horas del 8M y a días de que el presidente Mauricio Macri instalara en la agenda pública el problema de la disparidad salarial en la última apertura de sesiones legislativas, la politóloga Florencia Freijó (a quienes muchos conocieron por su aparición en Intrusos), integrante de la organización Economía Feminista, cuenta su historia y explica con datos reveladores cuál es la situación de las mujeres en el mercado laboral y cuáles son las principales trabas sociales, políticas y culturales que frenan el avance hacia la igualdad.
-¿Cuándo y por qué empezaron a interesarte las cuestiones de género?
-En algún momento de mi vida, a muy temprana edad, percibí que las cosas que se esperaban de mí eran distintas a las que se esperaban de los hombres. Y además descubrí que por no cumplir con esas expectativas, yo sufría violencia. De parte de mis compañeros de colegio, de las autoridades y también críticas de parte de la familia por tener comportamientos que no se esperaban de una mujer y que se esperaban de un hombre. A muy temprana edad ya supe lo que era el feminismo y había leído sobre el tema y fui desarrollándome en eso. Con la llegada de la maternidad vi otro aspecto más de la violencia y de la invisibilización que sufre la mujer. Habiendo accedido a los 16 años a un aborto porque quedé embarazada en el contexto de un noviazgo tóxico, con una persona mayor que yo, se me generaron muchísimas preguntas que fui descubriendo en mi paso a la adultez. Y en el feminismo encontré un universo de ideas creativas para que esto no pase más, para que esas violencias que yo sufría no sucedan más. Primero, para hacerlas visibles y después, para erradicarlas. También encontré mujeres que eran compañeras que no tenían esta expectativa patriarcal de la competencia entre nosotras sino que me hacían crecer y acompañaban sin juzgar continuamente. Eso fue también una herramienta para no sentirme sola.
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-¿Cuál es la realidad de las mujeres en el mercado laboral y los puntos más críticos?
-Si consideramos que el 45 por ciento de los hogares en la Argentina tienen a mujeres como jefas de hogares y, si además consideramos que el 10 por ciento de esos hogares son mujeres solas, o sea que tienen la exclusividad del cuidado además de mantener a la familia, quiere decir que hay un empobrecimiento permanente de esas mujeres. Están en un mercado laboral que no les permite acceder, ascender y permanecer. Y estos tres puntos son necesarios para el crecimiento económico de una persona y de su familia.
-¿Por qué es tan importante ganar la igualdad también en términos económicos?
-No es sólo importante ganar la igualdad en términos económicos. Es lo que representa. Si estamos hombres y mujeres al mismo tiempo en actividad laboral, las crianzas tienen que ser compartidas. Ese trabajo doméstico y de reproducción que se suma a la jornada laboral. Porque a esas mujeres que tienen que salir a sus empleos formales o informales y se les duplica la jornada laboral. Están 8 horas trabajando afuera y después vuelven para cuidar a los hijos o a un pariente anciano.
-¿Cómo llegó para vos la maternidad?
-En mi caso la maternidad llegó a los 24 años con la decisión de ser madre, pese a que el padre me dijo desde un primer momento que no me iba a acompañar afectivamente en la crianza de mi hijo. Yo tenía la decisión sobre mi cuerpo, estaba de acuerdo con el aborto y podría haber accedido hacerlo pero deseé seguir con ese embarazo para luego transformarme en madre. Eso llegó con la compañía de un grupo de mujeres que fue fundamental para sostener todo lo que significaba atravesar la gestación, el parto y los primeros años de vida de un bebé que es un tiempo súper crítico y te exige poner el cuerpo al cien por cien, que te encuentra en la invisibilidad de la mirada del otro que no ve todo ese trabajo que hay alrededor de la maternidad y que creen que simplemente tenemos un hijo a upa y que eso es lo que hacemos nosotras mientras miramos la novela. Y eso es algo despectivo y patriarcal. No se ven las alergias, los llantos, las noches sin dormir, la pérdida de la corporalidad de una. Todo eso ocurre de manera invisible. Es negado por la sociedad y se siente muchísima violencia y hostilidad del otro lado.
-¿Qué les dirías a quienes sostienen que están en contra del aborto por ser "pro vida"?
-En relación al aborto, muchos hablan de las implicancias de generar un aborto pero nadie habla de las implicancias de gestar y de ser madre. Y ahí hay que evaluar qué es la vida y en qué condiciones tiene que transcurrir. Cuando yo veo que el aborto es una práctica continua, anual, sostenida en todos los países del mundo, histórica y que, por esa razón, las mujeres pobres mueren porque no pueden hacerlo en condiciones de higiene básicas y las mujeres ricas siguen con sus vidas, lo que veo es que la problemática del aborto es una problemática clasista y de odio y estigmatización hacia los que menos tienen. Porque en realidad esa vida que decimos defender no nos está importando tanto cuando vemos que esa mujer es la que va a llevar sobre su cuerpo una maternidad forzada, en un contexto en que el acceso a los derechos sexuales y reproductivos no son suficientes y el acceso a la educación sexual integral no es suficiente porque no se ejecuta en los colegios. Entonces se hace presente que más que una postura "pro-vida" hay un odio hacia entender las condiciones en las que se gesta una maternidad. También hay un desconocimiento de las condiciones de una vida digna y también de entender como salud el principio de la OMS (Organización Mundial de la Salud) al que suscribió la Argentina que es la integridad física, económica, mental de esa mujer que justamente se ve deteriorada a través de la maternidad. Porque hay un empobrecimiento y porque esto genera un impacto a nivel emocional y también a nivel físico y de la salud. Lo que tenemos que preguntarnos acá es: ¿cuáles son las implicancias de ser madre?
-¿Creés que la Argentina está lista para un debate serio sobre el aborto?
-Sí. La Argentina está lista para dar el debate por el aborto. Desde que empezaron a morir mujeres por abortos clandestinos, la Argentina debería haberse manifestado como lista porque éste es un problema de salud pública y no de opinión y de religión. Por eso, el movimiento de mujeres, más enraizado en la vida mediática y social, ha logrado que nuevamente tenga estatus parlamentario el proyecto de la campaña nacional por el aborto para volver a pedir la revisión del proyecto de legalización de la interrupción del embarazo.
-¿Qué esperás del 8M?
-El 8M va a ser una fecha clave que nos va a hacer visualizar la dimensión que ha tomado el movimiento de mujeres en la Argentina, lo orgánico de este movimiento, pese a la heterogeneidad de las demandas. Y también la unión que se ha dado con otros movimientos en el mundo. Son entre 50 y 60 los países que hacen paro para denunciar que la mayor desigualdad en el mundo es la de género, que es transversal a las desigualdades de clases. Para empezar a cuestionar todo: la dinámica de los mercados, que nos sigue relegando, a las mujeres de las ciudades, a las indígenas, afrodescendientes, a las campesinas. Seguimos estando en los estratos más bajos. El paro va a seguir siendo un grito colectivo para que todo esto se visualice. Espero que esto siga creciendo hasta el día en que no tengamos que hablar más.
-¿Cuál es para vos la importancia de la educación sexual integral?
-La educación sexual integral es esencial en todas las etapas del crecimiento de los niños, niñas y adolescentes. De los 5 a los 6 años se establecen los estereotipos de género. Si uno entra a una juguetería, ya ve cómo están segmentados los roles para que sean funcionales a un sistema productivo: cómo se necesita que el hombre sea agresivo. La idea del hombre preparado para la guerra, con juguetes como las armas, los muñecos de guerra y todo lo que tiene que ver con la agresividad. Por otro lado, están los juguetes femeninos, destinados a lo doméstico, a la cuestión de trabajar y estar dedicándole tiempo al cuidado de la belleza, al cuidado del cuerpo desde un aspecto superficial. A partir de esos primeros años, se empieza a desarrollar un imaginario colectivo respecto de cómo deben ser las dinámicas de las prácticas de iniciación sexual en los jóvenes que carece de muchísima información y que además habla de la cultura de la violación. En la Argentina, cada tres horas nace el hijo de una madre de menos de 14 años y tenemos un índice altísimo de madres adolescentes que nos dicen que del 50 al 70 por ciento de esos embarazos no fueron deseados. Si vos tenés un problema así, un problema público, como Estado tenés que generar medidas que atiendan a esa problemática.
-En algunas ocasiones, los reclamos por los derechos de la mujer y las posiciones que se expresan se afirman con cierta cuota de violencia. Esto, desde ya, no representa a todo el feminismo. ¿Creés que muchas veces esa violencia ha aportado a desviar el foco y quitarles peso a los reclamos?
-Creo que hay una resistencia de hombres y mujeres y también una resistencia mediática. Por eso se busca cualquier excusa para que desvirtúen los reclamos. La violencia en los movimientos sociales, que se llama resistencia en el espacio de lo público, siempre existió. En los reclamos sociales se han producido destrozos y no han perdido credibilidad los movimientos sociales. Me parece que tiene que ver con la necesidad de buscar una excusa más que con un problema del movimiento de mujeres.
-¿Cuáles son hoy los máximos impedimentos para lograr avanzar hacia la igualdad?
-Creo que uno de los máximos impedimentos es que el trabajo doméstico reproductivo está invisibilizado. No se valora. Con esto no quiero decir que todas las amas de casa deberían cobrar por eso sino que se debería considerar un trabajo más y que debería haber una distribución equitativa de las tareas en el hogar. Creo que los otros impedimentos tienen que ver con que los hombres no se cuestionan sus privilegios. Tenemos que ocupar puestos de decisión política que sean claves. Para esto necesitamos que los hombres den un paso al costado y dejen que las compañeras mujeres estemos presentes.