El 17 de diciembre de 2018, TN.com.ar reveló la primera denuncia por abuso sexual en contra del pediatra Alberto Cirulnik. Dos hombres y una mujer, se animaron a contar por primera vez lo que habían sufrido mientras eran alumnos de la ORT. A partir de esa investigación, otras 23 personas se sumaron a la lista de denunciantes. Hoy, este sitio publica cuatro duros testimonios en primera persona. Con distintas edades y en diferentes lugares relatan cómo, a lo largo de muchos años, fueron víctimas de este médico.
// La hija de Daniel Filmus y dos hombres denuncian por abuso sexual a un médico que trabajó en la ORT
Hoy Darío Schvartz tiene 34 años; Mariana López, 51; Federico, 22 ;y Romina Luisi, 36. Describen lo que debieron enfrentar cuando eran chicos. Todos recuerdan haber vivido situaciones de abuso entre los 7 y los 13 años y coinciden en el modus operandi del médico: sus preguntas y la forma de revisarlos. Todos aseguran que confiaban en él, pero, al mismo tiempo, sentían que algo estaba mal.
"El mejor amigo de mis papás"
Darío desenvuelve cuidadosamente un álbum de fotos voluminoso que reúne imágenes de su bar mitzva, la ceremonia judía de pasaje que se celebra a los 13 años. Hojea lentamente las páginas que reflejan momentos de felicidad. Pero entre los rostros de padres, abuelos y amigos, hay uno que le hiela la sangre. Un hombrón pelirrojo de barba, que brinda y celebra a la par de los demás, y es el responsable de una dolorosa odisea que ya lleva más de veinticinco años.
Se trata del íntimo amigo de su familia, de su médico pediatra, Alberto Cirulnik: "Cuando yo era chico, Cirulnik era el mejor amigo de mis papás. Él era un médico muy prestigioso y se desempeñaba profesionalmente en varios ámbitos de la comunidad judía. El vínculo entre su familia y la mía era muy intenso. Además, mi papá era contador de Alberto y este último, mi pediatra", relata Darío.
Cuando Darío Schvartz tenía ocho años -ahora tiene 34-, Cirulnik lo llevaba a dormir la siesta en el bungalow que compartían en el club Kadima y le masajeaba todo el cuerpo y el pene. También le dijo que los hombres se saludaban dándose besos en su órgano sexual y lo incitó a que lo hicieran.
Se frotó contra él y le susurró que sabía que tenía ganas de que lo penetrase. El nene se avergonzaba y sabía que algo no estaba bien, pero se trataba de un integrante de su círculo más cercano, casi un tío, con el que pasaba fines de semana y vacaciones. Además, era el profesional al que sus padres le confiaban la atención de su salud.
Cuando, ya mayor, su terapeuta insistía en volver sobre el trauma que mantenía en silencio, Darío dejó de atenderse. Después no pudo más: le contó lo que le había pasado a su novia y finalmente a sus padres. Ellos le creyeron, lo apoyaron y confrontaron a Cirulnik con el secreto de los vejámenes. "Yo no me acuerdo, me habría dado asco", respondió el médico, sin negarlo. Los Schvartz dejaron de atenderlo como cliente en su estudio contable.
"¿Qué pasa que los Schvartz y los Cirulnik no se hablan más?", comentaban los conocidos. El rumor del abuso corrió como reguero de pólvora en el club y llegó a oídos de la ORT, la escuela comunitaria judía donde Cirulnik trabajaba como médico atendiendo a los estudiantes.
El acusado les hizo juicio a los acusadores, pero la causa judicial terminó en sobreseimiento. Fue entonces cuando Darío, con nuevo impulso, empezó a tratar de que se hiciera justicia. En su iniciativa, que se cristalizó con una denuncia penal el pasado 14 de diciembre, no lo dejaron solo. Lo acompañaron otras víctimas, Malena Filmus y Leandro Koch, que se le unieron como querellantes.
La difusión de la denuncia que publicó TN.com.ar, hace pocas semanas, generó una catarata de reacciones. La imagen de Cirulnik despertó, en personas de distintas edades, lo que había estado dormido: ese hombre había abusado de ellos cuando eran chicos.
Todos se comunicaron con Darío. Algunos tienen más de 50 años, y fueron víctimas del joven pediatra en los años 70, en Escobar. Otros, que apenas superan los 20, en los últimos años en que el médico todavía trabajaba en la ORT. El profesional también abusaba de sus pacientes en su consultorio particular de Almagro.
"Ahora, ni miedo ni vergüenza"
Mariana López tiene 51 años, es profesora de danza y gimnasia y vivió casi toda su vida en Escobar. Cuando tenía 10 años, en 1978, fue con su mamá a una salita de primeros auxilios, frente a la plaza, porque tenía mucha fiebre y le dolía la garganta. La atendió el médico que estaba de guardia.
Entraron al consultorio y el joven doctor le pidió a la madre que le quitara la ropa. Una enfermera le tomó la temperatura. El profesional le auscultó garganta, los ganglios y el resto del cuerpo, hasta que llegó a los genitales y se los revisó: "Estuvo husmeando allí un largo rato, al punto que le dijo a mi mamá que me iba a hacer señorita en poco tiempo. No usaba guantes, me acuerdo perfectamente. Yo sentía frío, mucha vergüenza, y no entendía qué hacía. Le pidió a mi mamá que nos dejara solos", recuerda.
Entonces, el pediatra empezó a hablar más pausado, a bajar el tono. Le preguntaba si se tocaba, y Mariana le decía que no. Pero como si no la escuchara, indagaba: "¿Y cuántas veces por día lo hacés?". "No, yo no hago eso", respondía Mariana. "¿Y qué sentís cuando lo hacés?", insistía Cirulnik. Después de un rato le pidió que se vistiera, llamó a su madre y le recetó algo para las anginas.
Mariana nunca le contó nada a nadie. No lo volvió a ver hasta que cumplió 18 años y era empleada en el hospital de Escobar. Ahí se lo volvió a encontrar. Recién en ese momento supo el nombre y el apellido del médico que la había "tocado de más". Era Alberto Cirulnik. La angustiaba su presencia. Trataba de evitarlo, de no cruzárselo: "Él nunca me reconoció, pero un chico no se olvida de la cara de un adulto, y más cuando pasan cosas que no corresponden".
A fines de diciembre, el marido de Mariana la llamó para que viera la nota de un pediatra abusador por TN. Mariana reconoció su cara en la pantalla y empezó a llorar y gritar ."Es él, es él", repetía. Ahora, mientras lo recuerda, no puede contener las lágrimas. "Se lo conté a mi esposo y fui a ver a mi mamá para decírselo por primera vez después de 40 años. Los que piensan mal, los que dicen por qué una lo cuenta después de tanto tiempo son gente que no ha pasado por nada que se le parezca. Es muy difícil. Primero creí que era natural, que era el médico pediatra que me tenía que curar. Después pensaba si yo no habría hecho algo, pero yo era una nena: tenía 10 años y parecía de 7".
Mariana lo publicó en Facebook. "No hubo una sola persona que me dijera que no me creía", comenta, satisfecha. "Tiene que hacerse justicia, tiene que ir preso. Este hombre sabía muy bien qué hacía. Ahora yo no tengo ni miedo ni vergüenza. Es un hijo de p...".
"Dudé, pero estaba en la escuela"
Federico tiene 22 años y estudia administración de empresas. En 2011, fue al consultorio de la escuela ORT, en la sede de Yatay, porque le dolía la cabeza. Cirulnik le empezó a hacer preguntas y después lo revisó. Le tomó el brazo izquierdo para palparle los ganglios de la axila y después le hizo apoyar la mano sobre su pene.
"Yo no entendía lo que pasaba, pero pensaba que era médico y trabajaba en ORT, de modo que confiaba en él. Y luego hizo lo mismo con mi brazo derecho. Estuve en el consultorio mucho tiempo para una consulta muy simple. Uno a esa edad -13, 14 años- no tiene mucha noción de ciertas cosas. Sabe lo que está bien o mal, pero hasta cierto punto, no entiende lo que está pasando. Por eso sirve la Educación Sexual Integral".
"En el momento todo fue incómodo. Pero al estar en la escuela y con un profesional, desestimé mis dudas", repite. Federico tomó conciencia del abuso cuando se enteró del caso por este medio y, al igual que Mariana, necesito contarlo. Buscó a su grupo de compañeros de la secundaria y ahí comprendió que había sido abusado sexualmente por Cirulnik.
Cuando entró en contacto con las otras víctimas, se sorprendió al saber la cantidad de gente que había pasado por situaciones similares, más o menos graves. "La justicia tiene que hacer su trabajo, tiene que investigar bien lo que pasó y resolver sobre eso".
"Él te adora, sos como la hija que nunca tuvo"
Romina Luisi trabaja en recursos humanos en una consultora. Cuando nació, hace 36 años, sus padres eligieron a Cirulnik como pediatra de sus hijos mellizos, Romina y un hermano varón. El médico la atendió hasta los 10 años, primero en su consultorio de la calle Yatay, al lado de la escuela ORT; y después, en la avenida Díaz Vélez 4291.
Romina no sabe cuántos episodios de abuso del médico tiene bloqueados, pero hay uno que registra con particular detalle. Fue entre los 7 y 9 años, entre 1990 y 1992, en el consultorio de la avenida Díaz Vélez.
"Sucedieron cosas que no tenían que pasar. Me revisaba y al hacerlo pasaba mucho tiempo masajeando mis partes íntimas, como si me masturbara", describe. Su mamá estaba presente, sentada en el escritorio, pero Cirulnik ocultaba a Romina con su cuerpo, de manera que fuera imposible que la mujer viera lo que hacía.
Recién en la adolescencia, cuando entró en contacto con su sexualidad, tomó conciencia de que la persona que estaba al cuidado de su salud había hecho algo que estaba mal. "Cuando era chica sentía una incomodidad. Yo no quería ir mucho al consultorio. Durante mucho tiempo tampoco quise ir a médicos varones, recién cuando fui grande pude atenderme con ellos. Era ese miedo que me generaban...", explica.
Nunca lo pudo hablar con su mamá o su papá. "Es común cuando suceden hechos como estos a edades muy tempranas, una generalmente lo bloquea". Tampoco pude comunicarlo cuando era adolescente. Recién pude hablarlo con ellos hace tres semanas".
El papá de Romina no eligió a Cirulnik como pediatra de sus hijos por azar. "Mi papá confiaba mucho en los médicos de la colectividad judía. Pensaba que eran los mejores, por el compromiso y el empeño que ponen en su profesión. Lo seleccionó por que quería lo mejor para sus hijos", puntualiza.
Fue la madre de Romina quien la llamó por teléfono después de ver la nota sobre Cirulnik que reveló TN.com.ar, sorprendida y alarmada, pero sin imaginarse que su hija también había sido víctima. Para Romina la noticia tuvo un efecto devastador. "Me di cuenta de que lo que yo había pensado que había ocurrido era una certeza. Por un lado fue un alivio porque supe que nunca me había imaginado cosas inexistentes. Pero por otro fue bastante fuerte tomar conciencia de que era chica y habían abusado de mí. Yo lo venía tratando en terapia. Pero también tuve que enfrentar a mis papás, contarles lo que había pasado", se angustia.
Romina trató de tranquilizar a sus padres para evitar que se sintieran culpables: "No es culpa mía, no fue culpa de ellos, que siempre trataron de cuidarme. Simplemente este señor es una mala persona, abusa de chicos". Las marcas que lleva son fuertes, a pesar de que se considera una persona entera. "Es algo que no deja de dolerte nunca", se lamenta.
Los padres de Romina tenían muy buena relación con la familia del pediatra: "Mi mamá siempre llamaba a su madre y a él para las fiestas judías. Y después, me comentaba que él le preguntaba por mí. 'Debe ser que como tiene dos hijos varones, sos como la hija mujer que nunca tuvo.. .', me decía ".
Ya son más 26 los denunciantes del pediatra. Algunos de ellos se han reunido con los querellantes. Otros, viven en el exterior, están radicados en Estados Unidos, México e Israel.