Francisca, la abuela "Queca", como le gusta que la llamen, fue sastre desde los 17 años hasta los 83, momento en el que decidió dedicarse a tomar clases de pintura, uno de sus principales hobbies junto con la cocina.
Si volviera a nacer dice que haría todo igual, se define como una mujer feliz y asegura que la mantiene viva el amor de su familia y la posibilidad de seguir proyectando día a día.
Conocéa una nueva integrante del Club de los 100. Un trabajo de Federico Seeber.