Nilda Gómez es bajita, agradable y suave. Su rostro es uno de los más conocidos del post Cromañón. Con su inconfundible cabello gris ella es una de las madres-emblema de aquella tragedia. Es consciente de que su vida tiene dos partes: una antes y otra después del 30 de diciembre de 2004, la noche en que perdió a su hijo Mariano.
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Nilda pudo salir adelante pero no tiene empacho en contar que preferiría que todo fuera una pesadilla. Que sigue queriendo despertar un día y recuperar su vida pasada. Lo dice con naturalidad, porque conserva lo mejor de su vida anterior. Es docente. Habla mucho, escucha y es muy cálida en el trato.
Estos quince años fueron para Nilda de construcción. Se recibió de abogada para entender qué pasaba con la causa por la muerte de su hijo. Fundó con otros padres, madres y sobrevivientes la ONG Familias por la Vida para que catástrofes como Cromañón no vuelvan a pasar. Y de a poco se fue rearmando.
Me contó que en el camino perdió amigos y familiares. Que a menudo charla con Mariano, su hijo, que de algún modo la guía desde el cielo. Que hizo las paces mentales con Chabán y que con un esfuerzo infinito va logrando de a poco estar en paz consigo misma. No sentir tanta culpa, convivir con la angustia. Esta es la historia de Nilda y de todo lo que pasó.