Veinticinco nenas y nenes de quinto grado prestan atención a lo que pasa al frente del aula. Un grupo de integrantes de la Fundación Aguas está haciendo uno de sus talleres de concientización en una escuela del centro de San Vicente, en Buenos Aires. La idea es que los chicos del colegio San José transmitan lo que aprenden a sus familias y que el efecto del mensaje se propague: el agua que tomamos no siempre es sana y limpia, y uno de los factores, la presencia de arsénico, es difícil de detectar y no es consecuencia de la acción de los hombres, aunque sea su responsabilidad evitar sus efectos adversos.
La Fundación Aguas nació como proyecto hace cinco años, pero se constituyó como tal hace solamente uno. Es hija de Huerta Niño, otra fundación presidida por Felipe Lloverts que viaja por escuelas de todas las provincias enseñando a cultivar para producir alimentos. Recorriendo el país, se toparon con un obstáculo que parecía insalvable: en algunas escuelas directamente no había agua, por lo que la huerta no podía materializarse. Se recurría a cisternas, acopio de agua por lluvias y molinos.
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"Nos encontramos con que, a veces, el agua era turbia y empezamos a hacer análisis microbiológicos. Pero entonces, vimos que el problema iba mucho más allá del color. Detectamos glifosato, sarro, flúor y arsénico. Distintos elementos estaban presentes en el agua, sobre todo en las comunidades rurales", dice Juan Lapetini, director de la Fundación.
- ¿Que el agua sea cristalina, entonces, no es garantía de nada?
- No, en absoluto. Podemos lograr que el agua no tenga partículas a través de un filtro, pero no nos quedamos con eso. Porque detrás de esa cristalinidad, posiblemente haya arsénico. Por eso, una de las premisas es analizar la calidad del agua en laboratorio.
- ¿Cómo detecta, la Fundación, los lugares donde hay problemas?
- A través de Huerta Niño, tenemos una red amplia de actores locales: directores de escuelas, el INTA, el programa PROHUERTA, la Secretaría de Agricultura Familiar. Ellos son nuestros sensores en terreno y de ellos recibimos alertas. Hay proyectos de saneamiento que están encaminados. Otros están relevados pero no tienen fondos para resolver. Entonces, intentamos darles forma y seguimiento.
El veneno invisible
El arsénico es particularmente difícil de detectar porque no tiene color, olor ni sabor. "El arsénico es la herencia de la cordillera, es parte de la conformación de los volcanes y circula a través de cuencas y canales subterráneos. Si se observa el mapa, casi el 70 por ciento del territorio argentino está contaminado. Aunque hay manchones, no es continuo. Pero la contaminación va de Santiago del Estero hasta el conurbano", aclara Víctor Jordán responsable del área educativa de la fundación.
Un ejemplo es la zona de Pergamino, en la provincia de Buenos Aires. Hay agrotóxicos en el agua por las fumigaciones de los sembradíos, pero también está presente el arsénico. "Existe un filtro, inventado aquí en la Argentina por el científico Sergio Ferrari y producido por una empresa, que está siendo testeado en dos comunidades del Chaco y se usará también en Dock Sud, en Villa Inflamable. Cuesta 300 dólares y se necesita uno por perforación de agua. Hay que ver si las familias se acostumbran a su uso". señala Víctor.
Las comunidades no siempre tienen la percepción de que el agua es un problema. "Para ellos, el agua es buena o mala. A veces, nos dicen que siempre la han tomado y nunca les ha hecho nada. Y uno ve que los chicos tienen manchas en las manos y los pies, los adultos pierden piezas dentarias, tienen diarrea, hay problemas de aprendizaje...todo eso es consecuencia del arsénico", puntualiza Juan. "Pero otras veces, no solamente hay arsénico, sino un animal muerto que no pudieron sacar del pozo y ahí quedó".
La naturalización de la contaminación del agua no es privativa de comunidades marginadas.
"Juan y yo también crecimos aquí, en Lanús, donde era común que nos dijeran que el agua para el mate estaba lista cuando tenía espuma blanca. Eso era el sarro y, para nosotros, era normal. Ahora, sabemos que el consumo sostenido de agua con sarro provoca cálculos renales, mínimamente", aclara Víctor.
Cuando la Fundación hace al análisis de la calidad de agua, informa a los pobladores y hay un acompañamiento que genera una demanda. "No siempre hay una construcción colectiva, como la hay en Pergamino, donde nació un movimiento comunitario. Existen casos en los que la gente decide comprar agua envasada y otros donde, en cambio, reclama que el municipio acerque camiones cisterna, porque son conscientes de que el agua es un derecho", admite Víctor. "Pero lo primero es conocer el problema, para buscar la solución", agrega.
"Hay 7 millones de personas sin acceso a la red pública de agua", puntualiza Carolina Higgins, del área de Alianzas de la Fundación. "De esos 7, según el Ministerio de Infraestructura, 2 millones tienen que caminar 4 a 6 horas por día para tener acceso al agua. Y de eso se trata el taller que vamos a dar ahora: de las dificultades que hay para conseguir agua potable, y de realidades que son muy diferentes a la de ellos".
La carta del agua
Cuando comienza el taller, la primera propuesta es decidir cuáles de los integrantes de una lista necesitan agua para vivir. Una nena sorprende cuando aparece la levadura: "Necesita, porque es un organismo vivo", asegura. Los nenes y nenas de 9 años revelan tener una conciencia ambiental alentadora, muy superior a la de los adultos.
La parte que más los entusiasma es la construcción de un filtro de agua casero con una botella plástica invertida y sin fondo, donde se coloca algodón, arena y rocas. Se contamina una jarra con distintos desechos y el resultado del filtrado es agua limpia, que de todos modos el tallerista aclara "no es confiable, sino solo para demostración. Hay filtros más efectivos y seguros".
La última parte de la actividad conecta a los alumnos con otros de una escuela de Pampa del Infierno, Chaco, la Pedro Chazarreta. Eligen, en una foto, los destinatarios de una carta que escriben en parejas y envían dentro de una botellita personalizada. Las llaman "las cartas del agua". Así, se acercan a una realidad en la que el agua no se consigue abriendo una canilla.
La cercanía a la Capital no garantiza que el agua que se consume sea inocua. En un informe del entonces Ministerio de Salud, se reporta que los partidos de Mercedes, Chascomús, Bragado, Brandsen y San Vicente padecen contaminación con arsénico.
En San Vicente, donde desembarca la Fundación, el municipio informó el año pasado que la empresa ABSA está realizando perforaciones profundas para evitar las napas contaminadas. El trabajo está en curso.