Vestirse para atravesar una jornada de altas temperaturas o intentar dormir durante una noche sofocante suele convertirse en una experiencia incómoda. La sensación de calor persistente, la transpiración acumulada y la falta de ventilación no dependen solo del clima: están directamente relacionadas con el tipo de tela que entra en contacto con la piel. Sin embargo, muchas de esas diferencias no son visibles a simple vista ni se explicitan en el momento de la compra.
En la Argentina, la industria textil reúne una amplia diversidad de empresas que producen desde fibras naturales destinadas al uso cotidiano y al descanso, hasta telas técnicas desarrolladas para contextos de alta exigencia física. La Federación de Industrias Textiles Argentinas (FITA), entidad que nuclea a compañías presentes en distintas fases de la cadena productiva —hilandería, tejeduría, tintorería, acabados, confección e indumentaria—, sostiene que no existe una respuesta única frente al calor, sino soluciones distintas según el uso final.
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Para comprender cómo una tela influye en la sensación térmica, el punto de partida es fisiológico. El cuerpo humano regula su temperatura principalmente a través del sudor, pero el enfriamiento efectivo se produce cuando ese sudor logra evaporarse. Si la evaporación se ralentiza, el calor queda atrapado y la incomodidad aumenta.
María Granara, directora en Texcom —empresa argentina especializada en telas técnicas y responsable del desarrollo de la tela de la camiseta de la Selección argentina para Adidas— propuso analizar el problema desde un escenario extremo. “Para entender qué telas rinden mejor frente al calor, conviene empezar con un ejercicio sencillo: si imaginamos a alguien obligado a rendir al máximo en condiciones de calor extremo, inmediatamente pensamos en un deportista profesional”, explicó.
Desde allí, introdujo una aclaración frecuente en el debate público: “Existe la idea extendida de que el algodón es siempre la opción más fresca, pero la ciencia del rendimiento muestra otra cosa”, señaló.
Según detalló, la diferencia está en la relación entre la tela y la transpiración. “Nuestro organismo regula la temperatura mediante el sudor, y es la evaporación de ese sudor la que permite que el calor salga hacia el ambiente. Cuanto más rápido se seca, más eficiente es la disipación térmica”, describió.
En ese marco, explicó el funcionamiento de nuevas alternativas “Las telas técnicas —como por ejemplo la denominada comercialmente Neodry y desarrollada en la Argentina por Texcom— no absorben el sudor, sino que lo distribuyen rápidamente por toda la superficie del tejido, aumentando el área expuesta al aire y acelerando el secado”, precisó.
Granara también relativizó una simplificación habitual en la comunicación comercial. “Este principio es el mismo que utilizan tecnologías globales como Dry Fit o Aeroready, aunque muchas veces se las simplifique como ‘telas con dibujito’”, comparó. Y remarcó el punto técnico central: “La clave no está en la textura sino en cómo gestionan la humedad”, indicó.
“No hay una tela mejor”: el uso define el resultado
Desde la Federación de Industrias Textiles Argentinas, su gerenta general Celina Pena ordenó el debate con una definición clara. “No existe una mejor tela frente al calor, sino soluciones distintas según el uso final que se esté buscando”, sostuvo.
En el terreno del uso cotidiano y el contacto prolongado con la piel, ubicó a las fibras naturales como protagonistas. “En la Argentina, se destacan las telas de fibras naturales, particularmente el algodón, que muestran un excelente desempeño en prendas de uso cotidiano, ropa de cama y contacto prolongado con la piel, gracias a su transpirabilidad, confort térmico y comportamiento hipoalergénico”, explicó.
En paralelo, destacó el avance tecnológico local en otro segmento. “El desarrollo industrial ha avanzado fuertemente en telas técnicas de alto rendimiento, especialmente para indumentaria deportiva y de trabajo en condiciones exigentes, donde la gestión activa de la humedad y el secado rápido son determinantes”, señaló. Esa convivencia, afirmó, habla de una capacidad industrial diversa. “La industria textil argentina puede ofrecer respuestas tecnológicas diferenciadas, alineadas al uso, al clima y a las necesidades del usuario final”, sostuvo.
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El calor y la transpiración van al laboratorio
En el cruce entre confort térmico y evidencia técnica, Texcom aportó resultados medidos en laboratorio. Granara aclaró que el foco no debe ponerse únicamente en la absorción. “Cuando hablamos de combatir el calor, el punto central no es qué tejido absorbe más, sino qué tejido gestiona la humedad con mayor eficiencia”, explicó.
Luego describió tres comportamientos básicos. El primero es la difusión. “En muchas telas, una gota de sudor permanece casi intacta sobre la superficie. Eso significa que el sudor no se mueve, no evapora y el mecanismo natural de enfriamiento queda bloqueado”, detalló. En las telas técnicas, en cambio, “la gota se expande en milisegundos, aumentando la superficie de evaporación”, precisó.
El segundo comportamiento es la capilaridad. “Es la capacidad del tejido para transportar la humedad desde la piel hacia el exterior”, explicó. En climas cálidos, agregó, “esta propiedad marca una diferencia notable en el confort”.
El tercer factor es el tiempo de secado. “Es el parámetro más importante”, afirmó. En ese punto, incorporó un dato concreto: “En ensayos realizados bajo protocolos estandarizados en Intertek (empresa global que ofrece servicios de certificación, inspección y calidad de producción), se observó que un tejido técnico como Neodry puede secar entre diez y cien veces más rápido que otros materiales”, detalló.
Desde FITA, Pena sumó una lectura integradora. “Los resultados técnicos confirman que el desempeño térmico no depende solo de la fibra, sino del diseño del tejido, su estructura y el uso previsto”, explicó. Sobre fibras naturales, indicó que “el algodón presenta alta capacidad de absorción y una liberación progresiva de la humedad, lo que contribuye a estabilizar la temperatura de la piel en usos prolongados”. Y sobre sintéticas técnicas, aclaró que “cuando están diseñadas específicamente para la gestión de la humedad, pueden ofrecer un secado más rápido y eficiente en contextos de alta exigencia física”.

Cuando el foco se traslada del rendimiento físico al descanso, las prioridades cambian. En ropa de cama, la ventilación y la estabilidad térmica resultan determinantes.
Cloe Karagozlu, responsable de desarrollo de producto y marketing de Karatex —empresa que fabrica tejidos planos para ropa de trabajo, textiles técnicos y productos para el hogar como sábanas y toallas— fue directa al describir el comportamiento de las telas sintéticas. “Las telas con alto contenido de poliéster, no absorben humedad y restringen la circulación del aire”, explicó. “Al retener más calor, provocan mayor transpiración nocturna y una sensación general de incomodidad”, agregó.
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También señaló que estos efectos se repiten en distintas estaciones. “En verano resultan especialmente calurosas y en invierno tampoco regulan bien la temperatura”, indicó. A esto sumó un aspecto dermatológico. “No poseen propiedades hipoalergénicas y su vida útil suele ser menor que la del algodón”, afirmó.
Desde Tecotex, su directora Camila Tertzakian coincidió en el diagnóstico. “La evidencia del sector confirma que los tejidos con alto porcentaje de poliéster tienden a retener más calor y a liberar menos humedad, lo que eleva la temperatura superficial de la piel y favorece la sudoración nocturna”, explicó. Y vinculó ese fenómeno con el descanso. “Estos factores impactan directamente en la calidad del sueño, especialmente en climas cálidos”, sostuvo.
Qué mirar en la etiqueta antes de comprar
Los especialistas de Karatex y Tecotex coincidieron en destacar el algodón para productos de uso prolongado. “En productos como toallas y sábanas, el algodón muestra un desempeño claramente superior”, sostuvo Karagozlu. “Su estructura permite una excelente hidrofilidad (capacidad de absorción del agua), facilita la circulación del aire y del agua y lo convierte en una opción fresca y confortable”, explicó. En el caso de las sábanas, agregó, “ayuda a regular la temperatura corporal tanto en verano como en invierno”, y destacó su “comportamiento hipoalergénico”.
Tecotex incorporó la variable de trazabilidad. “Contamos con planta propia de hilandería y tejeduría, lo que nos permite trabajar el algodón desde su etapa inicial hasta el producto final, garantizando trazabilidad completa”, explicó Tertzakian. Ese control, sostuvo, “asegura la calidad del hilado, la estabilidad del tejido y la transparencia sobre el origen de la fibra”.

Desde el punto de vista técnico, detalló que “el control del título del hilo, la torsión, la densidad por centímetro y la estructura del ligamento permite optimizar la ventilación y la transferencia de vapor”. En construcciones livianas como “percales, poplines y tafetanes, la porosidad efectiva es mayor y mejora el confort térmico”, afirmó.
En materia de hipoalergenicidad, los especialistas coincidieron en que no solo importa la fibra, sino también el proceso productivo. “La industria argentina trabaja bajo estándares internacionales estrictos”, sostuvo Granara. Desde Texcom, precisó que “no se utilizan sustancias restringidas y se opera bajo certificaciones internacionales garantizando procesos limpios y seguros”.
Karagozlu agregó que “muchas plantas argentinas alcanzan estándares ambientales y sociales comparables a los europeos”, según auditorías internacionales. Y Tertzakian señaló que “existe una demanda creciente por materiales sostenibles, frescos y seguros para la piel”, que impulsa inversiones y desarrollo local.
Desde FITA, Pena sintetizó esa diversidad productiva. “En el país conviven empresas orientadas al uso cotidiano y al descanso con firmas que producen telas técnicas de alto rendimiento para deporte, trabajo o protección”, explicó. “Esa diversidad permite ofrecer soluciones distintas según el uso”, sostuvo.
A la hora de elegir, los especialistas coincidieron en que la etiqueta ofrece pistas clave. “El primer aspecto es la composición”, indicó Karagozlu. “La diferencia entre una sábana de 100% algodón y una de microfibra es determinante”, explicó. También recomendó distinguir el tipo de tejido. “El percal, de 144 a 200 hilos, resulta más firme y fresco; el satén, de mayor cantidad de hilos, prioriza suavidad”, detalló.

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En toallas, señaló que “el gramaje influye en la absorción, pero no siempre garantiza mejor desempeño si la calidad del hilo no acompaña”. Desde Tecotex, Tertzakian sumó criterios prácticos: “Conviene elegir telas livianas, abiertas, como percal o poplin, y prestar atención a tratamientos como higroscópicos, antiácaros o moisture-wicking”. También recomendó “optar por marcas que expliquen claramente qué materiales usan y cómo fabrican sus productos”.


