Gino Santilli vino al mundo hace nueve años con un pronóstico que parecía definitivo: hidrocefalia, múltiples riesgos y una frase que su mamá todavía puede repetir de memoria. Un neurocirujano le dijo que su hijo “no iba a caminar, ni hablar, ni comer solo. Mucho menos leer”.
Pero lo que nadie vio venir fue la fuerza de ese bebé que hoy se transformó en el lector destacado de Mendoza, un reconocimiento otorgado en el marco del Concurso Nacional de Lectura impulsado por Fundación Leer, y que celebró a los chicos del país que más crecieron en su vínculo con los libros.
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Su mamá, Celeste Domínguez, lo cuenta con una mezcla de orgullo y emoción: “Gino logró caminar, hablar… logró hacer un montón de cosas. Venimos de una experiencia donde un diagnóstico no es el fin de nada. Por eso, cuando vimos que tenía dificultades con la lectoescritura, tampoco nos rendimos”. La historia de Gino demuestra que los pronósticos no siempre son destino.
Un inicio lleno de terapias, preguntas y cuentos
Desde bebé, su vida fue un ir y venir entre consultorios. Pero siempre fue curioso: quería entender lo que pasaba a su alrededor, aunque las letras parecieran un muro imposible de escalar.
En la casa ya usaban materiales visuales porque su hermano mayor tiene autismo. Esos pictogramas, fichas y cuentos con poco texto también le sirvieron a Gino. Sin embargo, la lectura no aparecía. “Él mismo reconocía que no comprendía las letras. Preguntaba todo el tiempo”, recuerda Celeste.
El avance llegó recién en segundo grado, después de un trabajo conjunto entre médicos, psicopedagogos, docentes y su familia. Leer todavía no era natural, pero el esfuerzo diario empezaba a dar señales.

El cambio de escuela que lo marcó
La transformación real comenzó cuando lo cambiaron a la Escuela Max Nordau, en Ciudad de Mendoza. Más actividades, más exigencia y una sorpresa que lo atrapó desde el primer día: la robótica.
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“Fue un desafío enorme. Venía sin incorporar la lectoescritura. Pero la escuela tenía robótica, y a él eso lo entusiasma muchísimo”, dice la mamá. A partir de allí, sumó sesiones intensivas con una psicopedagoga y algo dentro de él empezó a hacer clic. Pero faltaba una pieza más.
El libro que encendió la chispa

En Reyes recibió un libro de historietas de Chanti. Había colores, humor y personajes que parecían hablarle directamente. Su mamá se lo leyó con paciencia, explicándole cómo seguir las viñetas.
Y ese día Gino dijo algo que lo cambió todo: “Yo quiero aprender a leer historietas”. Ese deseo fue el impulso que necesitaba. Volvió a Chanti una y otra vez, y cuando tuvo la oportunidad de conocerlo en persona, la motivación explotó. Desde entonces, la lectura dejó de ser una obligación y pasó a ser un placer.
El reconocimiento que sorprendió a todos
Este año, la escuela participó —como cada edición— de la campaña nacional “Desafío Leer”, de Fundación Leer. Entre miles de chicos del país, Gino se destacó por su constancia, su autonomía y su crecimiento. Fue elegido lector destacado de Mendoza.
“Para él todavía es difícil dimensionarlo. Pero para nosotros es una emoción inmensa. Cada cosa que logra vale muchísimo. Y esto… esto era impensado”, dice Celeste.
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La directora, Claudia Sureda, también celebró el avance: “La lectura abre puertas. Y el compromiso de Gino refleja el impacto de nuestro proyecto ‘Más allá de las palabras’, que busca despertar el disfrute por los libros desde la infancia”.
Detrás del premio hay algo aún más profundo. Gino quiere que otros chicos vivan lo mismo que él. “Su sueño es que todos los niños puedan leer un libro”, cuenta Celeste. “Dice que si pudiera, donaría todos los libros que tiene. Quiere ir a hospitales a leerles a los chicos. Sueña con contagiar ese amor por las historias”. Es más que un lector destacado: es un niño generoso, sensible y con una mirada que emociona.
Una vida llena de curiosidad
Además de leer, Gino practica handball en la UNCuyo, hace natación, dibuja personajes propios y vive investigando. El deporte lo ayudó a ganar seguridad en su cuerpo después de tantos temores iniciales.
La familia también trabaja en el uso responsable de la tecnología. “La tecnología es una herramienta. Le explicamos que hay que cuidarla. Investigamos cada juego antes de autorizarlo. Queremos que crezca libre, pero acompañado”, relata Celeste.

Una lección para todos
La historia de Gino resume un mensaje que su mamá repite como mantra: “No hay que ponerles techo a los niños”. Cada chico tiene su ritmo. Algunos caminos son más largos, otros más inesperados. Pero cuando hay acompañamiento, paciencia y amor, los límites se corren.
Gino lo explica con su propia frase: “Si yo quiero, lo voy a conseguir”. Y ya lo demostró.
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El logro de Gino forma parte de un proyecto que insiste en poner a los libros en el centro de la vida escolar. En un mundo lleno de pantallas, la lectura aparece como un lugar de calma, de imaginación y de construcción de pensamiento crítico.
Gino encontró ahí su espacio, su refugio y su motor.
El niño que alguna vez fue desahuciado, hoy es un lector voraz, creador de personajes, deportista y soñador. Y mientras sostiene sus historietas favoritas, su mamá lo mira con la misma certeza que la acompañó desde el principio: “Esto es solo el comienzo de un montón de cosas hermosas”.



