Detrás del incesante robo de bronce y cobre en edificios y cementerios hay organizaciones criminales formadas por “chatarreros” vip, que acopian, compactan y exportan el metal a gran escala, sin pagar impuestos. Una investigación por presunto contrabando y lavado de dinero conducida por el fiscal federal de San Isidro Fernando Domínguez descubrió a una de estas bandas, que operaba desde galpones instalados en el Norte y el Oeste del Conurbano bonaerense, sacaba decenas de toneladas de metal por semana y recogía a cambio millones de dólares en “cuevas” del microcentro porteño, con la colaboración de financistas de la comunidad china.
Un informe de Telenoche mostró a los “reyes del contrabando de metal”. Con camiones propios o alquilados, mandaban cientos de toneladas de metales por semana hacia el norte del país: Salta, Jujuy o Misiones. Gracias a un sistema aceitado de sobornos a policías y gendarmes, la organización lograba contrabandear el cargamento por las rutas argentinas sin ser detectada. El primer destino del metal era Bolivia, Paraguay y Perú, donde tenían nexos. Desde allí, la mercancía salía hacia Estados Unidos, China y Europa.
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Un video difundido por Telenoche muestra a algunos miembros de la banda festejando con total impunidad el envío de varios camiones de metal hacia el norte, por rutas “pavimentadas” por sobornos: “¡¡¡Ahí va el camión supuestamente secuestrado!!! ¡Ahí va el contrabando de cobre!!!”, se los ve celebrar.
Además, Telenoche puso al aire un diálogo entre dos jefes de la banda que refleja que la protección estatal que habían logrado era mucho mayor. En apariencia, tenían cómplices dentro de organismos como la AFIP y ARBA, que les servían para disimular la situación fiscal de sus empresas —supuestas “recicladoras” de chatarra—. Además, les avisaron cuando la Justicia comenzó a investigarlos.

Para cobrar por sus metales, los “chatarreros vip” argentinos tenían cuentas bancarias en Estados Unidos, China y Hong Kong. Los pagos se les giraban allí y luego, financistas chinos aliados de la banda colaboraban para que buena parte del dinero volviera a Buenos Aires en efectivo, a decenas de cuevas financieras del microcentro porteño. De allí retiraban cientos de miles de dólares por semana, en bolsos. Para lavarlos, compraban autos de alta gama, edificios enteros, complejos de cabañas de lujo, galpones industriales y más chatarra, para seguir haciendo este negocio ilegal.
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Todas las semanas, la banda despachaba desde sus galpones toneladas de bronce, cobre y otros metales recogidos por los eslabones más chicos de la cadena. Una suerte de explotación minera urbana, gigantesca y clandestina, sin dejar un dólar de regalías.
Cada camión repleto de metal puede rondar los US$200.000. Este negocio, que explica la fiebre del robo hormiga de bronce y cobre, queda graficado con dos datos: uno de los nueve detenidos en esta causa recibió transferencias por casi 22 millones de dólares entre 2021 y 2024, y cuando los investigadores lo sorprendieron, tenía encima cuatro millones de dólares en efectivo, que intentó ofrecer como soborno.



