Después de cinco días de viaje por los 3600 km que separan Mendoza con el santuario de elefantes de Brasil, Kenya se convirtió en la última elefanta de la Argentina en empezar una nueva vida junto a otros de su especie.
Su emocionante llegada al Mato Grosso fue el punto final de un ciclo de 136 años de encierro para los elefantes de los ex zoo de Mendoza y la ciudad de Buenos Aires.
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Más de una década de gestiones administrativas y sanitarias, permisos nacionales e internacionales y entrenamientos especiales le costó a los gobiernos de Argentina y Brasil, la Fundación Franz Weber y el Santuario de Elefantes Brasil hacer realidad este sueño. Finalmente, lo lograron: hoy cinco elefantes que fueron trasladados en diferentes etapas desde Argentina disfrutan de las 1500 hectáreas de tierra roja del santuario en el Mato Grosso, el primero de este tipo en América Latina. Los años de encierro y privaciones terminaron, la posibilidad de reconectar con su naturaleza animal perdida ya no se las arrebatará nadie.
“Los zoológicos están diseñados para encerrar animales, no para liberarlos, y es por eso que hubo que hacer un montón de modificaciones en los espacios que habitaban para posibilitar los chequeos médicos y los entrenamientos de los elefantes. Durante todos estos años hemos hecho esas tareas. Esa es la respuesta cuando a veces las personas se cuestionan el tiempo que tardaron los traslados. Había aspectos que corregir para poder hacer esto posible”, explica Leandro Fruitos, consejero de la Dirección Biodiversidad y Ecoparque por parte de la Fundación Franz Weber, institución que desde 1975 impulsa campañas para la protección de la flora y la fauna en todo el mundo.
El éxito del viaje de Kenya se coronó con su tranquilidad durante los días de la caravana por la ruta y, finalmente, con esos pocos 25 minutos que le llevó salir de la caja que la alojó tantas horas para comenzar a explorar su nuevo hogar. “Para nosotros este último traslado es la satisfacción del deber cumplido y de ser un motivo de inspiración para otros países, para instituciones públicas y privadas; el demostrar que es posible tomar decisiones correctas respecto al futuro de los animales que están en cautividad”, agrega entusiasta Fruitos.
Un gran proyecto: la libertad
La Argentina comenzó a torcer definitivamente el destino de los elefantes cautivos con la sanción de la Ley de Ecoparque 5752 en 2016 en la legislatura porteña, la cual determinó la reconversión progresiva del ya ex zoológico de Palermo en el actual ecoparque y estableció el traslado de los animales exóticos a santuarios donde pudieran recuperar su dignidad.

Mientras en Buenos Aires se comenzaba a trabajar en el entrenamiento de Mara, Pupy y Kuky, las tres elefantas del ex zoo, en Mendoza se aprobaba la Ley provincial 8.945 y el Reglamento 451 que implicaban, también, la reconversión en ecoparque y los traslados a santuarios por motivos éticos y científicos. En ambos casos fueron las críticas de la sociedad (detonadas por las muertes en 2016 de los osos polares Arturo en Mendoza y Winner en Palermo) las que lograron la suficiente presión para impulsar el cambio de paradigma.
Luego de lograr en 2020 el primer traslado (en plena pandemia de Covid-19) de la elefanta africana Mara desde el Ecoparque porteño, el equipo enfrentó todo tipo de desafíos y sufrió varios golpes inesperados.
En 2022, las elefantas asiáticas Pocha, de 54 años, y Guillermina, de 23 (madre e hija que vivían en un foso sin siquiera ver un árbol o la línea del horizonte en el ecoparque de Mendoza) tuvieron su viaje hacia la libertad también. Tiempo después, y luego de asegurarse que su hija estuviera totalmente socializada con el resto de los elefantes del santuario, Pocha falleció, en libertad.
Para principios de 2025 le tocaba el turno a Kuky y Pupy de Buenos Aires, y a Kenya, de Mendoza. El tiempo de los trámites y los preparativos jugó una mala pasada y cuando faltaba pocas semanas para iniciar el camino Kuky murió en su recinto. El equipo quedó destrozado pero volcó todos sus esfuerzos en el bienestar, la contención por la pérdida y en el entrenamiento de Pupy. Finalmente, luego de meses de trabajo la elefanta demostró estar lista para iniciar el viaje y el lunes 14 de abril partió rumbo a Brasil, lamentablemente sin su compañera de toda la vida.
Faltaba el último paso en Mendoza, Tami y Kenya esperaban su gran momento, luego de, también, años de trámites y gestiones. Sin embargo, otro golpe duro impactaba en los planes del equipo: días antes de comenzar el viaje de Kenya falleció Tami. Su cuerpo marcado por los años de encierro y explotación no resistió más y decidió partir. “La muerte de Tami nos generó una tristeza enorme porque no pudimos estar a la altura de las circunstancias para poder cumplir. Tuvimos que levantarnos y continuar por el resto de los animales que así lo necesitan y acompañar y seguir luchando por esta transformación”, explica Juan Ignacio Haudet, director del ecoparque de Mendoza, quien recorrió los miles de kilómetros junto a Kenia y la está acompañando ahora en sus primeros días en el santuario.
Un nuevo amanecer

“Estos viajes por tierra fueron largos y agotadores pero permitieron hacer paradas técnicas para que los elefantes descansen, aprovechen el silencio de las paradas nocturnas, los podamos monitorear, ofrecerles comida, agua para hacer lo más confortable posible esos días en la ruta. Si hubiéramos optado por traslados en avión sería aún más estresante este tipo de movimiento porque deberían ir por tierra hasta Ezeiza, de Ezeiza a Sao Paulo y de Sao Paulo hasta el santuario. Los elefantes sufren mucho la altura”, relata Haudet en diálogo con TN desde Mato Groso y aclara que todos los traslados se realizaron con los equipos de veterinarios, biólogos, abogados, por los dirigentes de las instituciones que coordinaron la logística y por los cuidadores de los ex zoológicos de Mendoza y Buenos Aires y los del santuario.
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Kenya ya vocalizó expresando reacciones de felicidad frente a la inmensidad de la tierra a su alrededor, ya se bañó en tierra colorada y barro, ya disfrutó de las lagunas y empezó a interactuar con el resto de los elefantes. La adaptación es rápida y sorprendente. Evidentemente, ellos saben que están a salvo y que una nueva vida se abre a su alrededor. Vida que nadie les debería haber quitado nunca.
Se cierra un círculo que puede impactar en otros animales y en otro modo de ver la forma en que los humanos se relacionan con ellos. Porque, como menciona el director del ecoparque de Mendoza: “Este último viaje con Kenya es un cierre importante tanto para la provincia como para nuestro país, nunca más va a haber un elefante en cautiverio. En ese sentido Mendoza ha marcado un poco el rumbo con la salida de la chimpancé Cecilia. Para nosotros es una alegría inmensa haber logrado este hito y a mí, como persona, de formación ingeniero y con 36 años, nunca en la vida hubiese pensado que me iba a tocar trasladar un elefante. Ser parte de esta transformación es sumamente enriquecedor y es apostar hacia nuevas relaciones con la naturaleza, con los animales y con la biodiversidad. Es intentar transformar y aportar desde el otro lado”.