En muchas casas y jardines se volvió común ver botellas de plástico llenas de agua colocadas de forma estratégica entre las plantas o en las esquinas. Aunque a simple vista podría parecer un detalle decorativo o una solución improvisada, esta práctica tiene un propósito mucho más funcional y está arraigada en diversas tradiciones y técnicas de jardinería urbana.
¿Por qué se colocan botellas con agua en los jardines?
Una de las razones principales es que estas botellas actúan como repelentes naturales de insectos, en especial de moscas y mosquitos. El agua, junto con el reflejo de la luz en la superficie de la botella, genera un efecto visual que confunde y los aleja. Esta técnica se utilizó en varias regiones como una alternativa económica y ecológica para mantenerlos lejos sin el uso de químicos.

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Además, las botellas con agua pueden ayudar a mantener la humedad en el entorno inmediato, en especial cuando se colocan cerca de plantas que requieren riego frecuente. En climas cálidos, el agua dentro de las botellas se calienta durante el día y libera vapor durante la noche, ayudando a crear un microclima favorable para el desarrollo saludable de las plantas.
Otra función muy común de esta práctica es evitar que los perros orinen en ciertas áreas del jardín. Se cree que las botellas con agua generan un reflejo o una percepción visual que desanima a los perros a acercarse y hacer pis, al proteger así plantas y césped de daños por la orina canina.
Además, las botellas con agua pueden ayudar a mantener la humedad en el entorno inmediato, en especial cuando se colocan cerca de plantas que requieren riego frecuente. En climas cálidos, el líquido dentro de las botellas se calienta durante el día y libera vapor durante la noche, al ayudar a crear un microclima favorable para el desarrollo saludable de las plantas.

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¿Qué dice la ciencia?
Estudios informales y observaciones de jardineros mostraron que la técnica puede ser eficaz para reducir la presencia de ciertos insectos voladores. El reflejo distorsionado del agua actúa como un estímulo visual que molesta a las moscas, haciéndoles más difícil orientarse y, por lo tanto, alejándolas del área protegida.
En cuanto al efecto sobre los perros, no existen estudios científicos concluyentes que confirmen su eficacia, pero la práctica persiste como un método popular en muchas comunidades.
Sin embargo, los expertos también advierten que esta no es una solución infalible para el control de plagas o para evitar que los perros orinen en el jardín, y que debe complementarse con otras prácticas de jardinería responsable y educación canina.