Quienes alguna vez caminaron por alguna plaza o avenida llena de árboles, notaron que muchos troncos están pintados de blanco.
Aunque muchos pueden confundir esto con una decisión estética, lo cierto es que esto tiene una función sumamente importante para su mantenimiento y el entorno que los rodea.
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La pintura blanca en los troncos actúa como una barrera protectora. Por un lado, ayuda a prevenir el ataque de plagas e insectos que pueden dañar la corteza y afectar la salud del árbol. Además, puede evitar la proliferación de hongos y bacterias que encuentran en la corteza un lugar ideal para desarrollarse.

Otro de sus beneficios consiste en regular la temperatura. El color blanco refleja la luz solar, lo que ayuda a mantener la corteza más fresca durante los días calurosos. Esto es especialmente importante en zonas urbanas, donde el calor puede ser más intenso debido al asfalto y las construcciones.
Además, durante el invierno la pintura blanca previene la aparición de grietas en la corteza de los árboles y minimiza las fluctuaciones de temperatura, evitando que se comprometa la estructura del árbol.
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En las ciudades, esta práctica de la pintura blanca es esencial para su supervivencia. Esto no solo mejora la salud de los árboles, sino que contribuye a un entorno más saludable y agradable para los habitantes.