Para muchas personas, los perros son más que solo una mascota, además de ser parte de su familia, también los consideran como hijos. Para la psicología, esto puede revelar distintos aspectos sobre la personalidad de alguien.
Según psicólogos y especialistas en vínculos afectivos, cuando una persona ve a su perro como un hijo, está generando un tipo de relación conocida como “apego parental”. Esto ocurre cuando el dueño asume un rol de cuidador absoluto, brindando afecto, protección y atención constantes.
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Además, diversos estudios indicaron que este vínculo activa áreas del cerebro asociadas al amor y al cuidado maternal o paternal. Es decir, las mismas emociones que se despiertan al mirar o proteger a un hijo humano.

Por otro lado, esta percepción también refleja la necesidad de la persona de dar amor y sentirse acompañada. Muchos dueños encuentran en sus perros un refugio emocional y un motivo de alegría diaria.
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¿Es negativo considerar a un perro como un hijo?
Los psicólogos explican que, siempre y cuando la persona no le atribuya al perro responsabilidades o emociones humanas que no puede procesar, considerar a un perro como un hijo puede ser una manifestación sana de cariño, cuidado y necesidad de compañía.