Durante décadas, la esponja fue un elemento infaltable en las cocinas argentinas. Sin embargo, con el paso del tiempo y el avance de nuevos materiales, cada vez más personas las reemplazan por una alternativa más eficiente, económica y duradera: los paños de microfibra o fibras vegetales reutilizables, que ganan terreno tanto por higiene como por practicidad.
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¿Por qué pueden dejar de usarse las esponjas?
Expertos en salud y microbiología doméstica coinciden en un punto clave: las esponjas comunes acumulan millones de bacterias en pocos días, incluso cuando se enjuagan con agua caliente o se desinfectan con lavandina. Su estructura porosa y húmeda es ideal para el crecimiento de microorganismos que pueden contaminar los utensilios, la vajilla y, en algunos casos, provocar infecciones leves o intoxicaciones.
Además, su vida útil es corta: muchas veces se rompen, deforman o empiezan a desprender olor a tan solo una o dos semanas de uso, obligando a reponerlas frecuentemente.
La alternativa que gana cada vez más adeptos
La opción que gana protagonismo son los paños de microfibra multiuso, los estropajos vegetales como el luffa o los cepillos de bambú con cerdas duras, todos reutilizables, lavables y mucho más duraderos que una esponja tradicional.
- Paños de microfibra: absorben más agua, se pueden lavar en lavarropas y no retienen olores. Sirven tanto para platos como para superficies.
- Luffa vegetal: es 100% biodegradable, dura más que una esponja y puede usarse seca o húmeda.
- Cepillos de madera y bambú: eliminan restos difíciles sin rayar ollas ni sartenes, y se limpian con facilidad.
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Aunque algunos de estos productos pueden parecer más caros en el momento de la compra, su duración es hasta cinco veces mayor. Además, muchos se pueden lavar en el lavavajillas, hervir o incluso dejar secar al sol, evitando la proliferación de gérmenes.
Desde el punto de vista económico, el ahorro mensual es considerable, especialmente en hogares que lavan a mano a diario.
