El estado de las uñas de los perros influye en su salud y comodidad. Aunque en muchos casos se liman durante los paseos, en otros no. Es necesario cuidar la frecuencia del corte.
Al momento de hacerlo, hay al menos dos opciones: la peluquería canina o en casa. En cualquiera de los casos, una pregunta es clave: ¿cada cuánto tiempo hay que hacerlo?
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¿Cada cuánto hay que cortar las uñas de los perros?
La frecuencia ideal para cortar las uñas de tu perro depende de su actividad y el tipo de superficie por la que camina. Sin embargo, en promedio, los especialistas de Purina sugieren que sea cada dos semanas si las uñas son cortas.
En caso de que las uñas sean de longitud normal, al menos una vez al mes. En el caso de los perros que caminan bastante sobre el concreto, esto ayuda a que se limen de forma natural.
Sin embargo, hay uñas que no tocan el suelo. Por tanto, en estos casos, se recomienda consultar con el veterinario de confianza para que evalúe el caso.
¿Por qué es importante mantenerlas cortas?
Aunque puedan pasar desapercibidas, las uñas son fundamentales para el bienestar de los perros. Según su estado, su manera de andar puede ser mejor o peor. Esto, por otro lado, deriva en malestar físico y en estrés.

En este sentido, es crucial prestar atención a los siguientes aspectos:
Dolor y mala postura
- Cuando las uñas están largas, tocan el suelo constantemente, lo que obliga al perro a modificar su postura para caminar sin dolor.
- Esto genera tensión en músculos y articulaciones, pudiendo derivar en problemas en las patas, columna o caderas.
Riesgo de rotura o encarnación
- Las uñas largas pueden quebrarse con facilidad al engancharse. Esto genera dolor y a veces requiere atención veterinaria.
- También pueden encarnarse en las almohadillas y ocasionar infecciones.
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Pérdida de agarre
- En pisos lisos, el exceso de largo reduce el agarre natural del perro. Esto propicia que el perro se resbale o se mueva con inseguridad.
Estrés y ansiedad
- El malestar físico constante o la incomodidad al caminar puede traducirse en conductas de estrés, como lamerse las patas, estar más irritable o reacio a salir a pasear.