Vamos llegando a la mitad del año y sentimos que no damos más. Enfrentar el trabajo cada mañana es como escalar la cima del Everest. Cansancio, agotamiento, estrés, desgano, falta de motivación, insomnio son sólo algunos de los síntomas que encienden la alarma y preanuncian la posibilidad de estar al límite, viviendo en estado de bornout o síndrome del quemado.
“No es cansancio. Es como una especie de fractura entre tu energía vital y tu trabajo. El cuerpo sigue, pero vos ya te fuiste de la escena o renunciaste hace rato”, explica Analía Tarasiewicz, psicóloga del trabajo, Coach y Consultora a la hora de ejemplificar como se sienten quienes lo padecen.
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Y aunque muchos lo confunden o relacionan con la ansiedad y la depresión, el bornout es un síndrome específico, catalogado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un riesgo laboral, en 2019.
Se trata de un trastorno cada vez más conocido y diagnosticado, una especie de “hijo no querido de un sistema laboral que exige más de lo que devuelve” -en palabras de Tarasiewicz-, que combina factores de riesgo personales con los relacionados con la organización, y que puede transformarse en la antesala de diversas patologías psíquicas.

Datos que alarman
En nuestro país, según la investigación “Navegando la Revolución de la IA y la Transformación del Futuro del Trabajo” de Adecco Argentina -compañía especializada en la contratación de personal y soluciones integrales en el área de Recursos Humanos-, el 65% de los empleados dice haber sido afectado por el síndrome de burnout a lo largo de su vida laboral.
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En tanto los datos suministrados por Bumeran, app de empleo con operaciones en cinco países de Latinoamérica, en su estudio Burnout 2024 - del que participaron 5899 personas trabajadoras y especialistas en recursos humanos de Argentina, Chile, Ecuador, Panamá y Perú-, indican que el 91% de las personas que trabajan en Argentina afirma estar quemada o experimentar el síndrome de burnout -por delante de Chile, con un 89%; Panamá, con un 88%; Perú, con un 82%; y Ecuador, con un 78%-. Además, por primera vez desde que se realiza el estudio, la percepción de los talentos y la de los especialistas en recursos humanos coinciden: en 9 de cada 10 de las organizaciones consultadas, las áreas reportan casos de burnout.

Estar quemado
El bornout fue descripto por primera vez en 1974 por el psicoanalista estadounidense Herbert Freudenberger tras observar una pérdida de energía progresiva, hasta llegar al agotamiento, en un grupo de voluntarios que se desempeñaban laboralmente en una clínica para toxicómanos de Nueva York.
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“Cuando hablamos de bornout nos referimos al agotamiento físico, mental y emocional vinculado al estrés laboral crónico cuyos principales desencadenantes son la sobrecarga de tareas, la presión por alcanzar resultados, la falta de reconocimiento, la rigidez en las jornadas laborales, la falta de control sobre las decisiones del día a día, el desequilibrio entre vida personal y laboral y la falta de contención emocional por parte de la organización”, enumera Julián Blausztein, HRBP Manager de Cultura y Desarrollo de Adecco Argentina.
“El ausentismo por licencias médicas, el presentismo improductivo (cuando una persona asiste pero no rinde), el aumento de la rotación y el descenso en la productividad”, prosigue, son algunas de las consecuencias económicas de este síndrome que no discrimina jerarquías.
“En los mandos medios y altos, el desgaste suele estar relacionado con la toma de decisiones constante, la presión por resultados y la falta de tiempo para desconectar. En niveles operativos o subalternos, se asocia más con la repetición de tareas, la falta de reconocimiento y la escasa participación en la toma de decisiones. En ambos, la sensación de estar atrapado en una rutina sin sentido o sin propósito contribuye al desarrollo del malestar”, ejemplifica.

Para detectarlo, existen dos métodos, la escala de Maslach o Maslach Burnout Inventory, que consta de 22 ítems en forma de afirmaciones sobre los sentimientos y actitudes del profesional; o el inventario de burnout de Copenhague, compuesto por 19 preguntas divididas en tres escalas que permiten medir el agotamiento personal.
Independientemente de cuál sea el mecanismo elegido para su diagnóstico, lo que suelen sentir y manifestar quienes lo padecen es una fuerte sensación de cansancio, agotamiento, desapego o sentimientos negativos, cinismo, reducción de la eficacia o productividad, falta de creatividad, irritabilidad, enojo, desmotivación o desinterés hacia el trabajo.
Cómo mejorar los entornos laborales
Reconocer que el problema se ha instalado parece ser es el primer y más efectivo paso para evitar que la situación se instale, y escale.
Se trata de “aprender a detectar las primeras señales (fatiga crónica, cinismo, sensación de inutilidad), pedir apoyo profesional sin vergüenza, reordenar prioridades personales y entrenar prácticas sostenidas de autocuidado. No romantizar el aguante, poner límites reales, pedir ayuda antes de romperse, recuperar la vida fuera del mail, del chat de trabajo, de la ansiedad de la inmediatez. No alcanza con desestresarse un fin de semana: hace falta rediseñar el vínculo que tenemos con el trabajo y con nosotros mismos”, explica Tarasiewicz.

Desde las organizaciones, la clave parece residir en la implementación de “un enfoque integral del bienestar que contemple flexibilidad horaria y la posibilidad de teletrabajo, la creación de espacios seguros de conversación emocional, la formación de líderes empáticos y capacitados en salud mental, las pausas activas, el reconocimiento de los logros y una carga laboral razonable. Desde 2020 en adelante, y especialmente tras la pandemia, las empresas han incrementado sus políticas de bienestar que incluyen programas de salud mental, semanas reducidas de trabajo, capacitaciones en liderazgo consciente y espacios de mindfulness”, enumera Blauzstein.
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“No alcanza con regalar clases de yoga los viernes. Hay que rediseñar el trabajo en serio generando liderazgos conscientes, cargas laborales sostenibles y culturas que no glorifiquen el agotamiento”, enumera Tarasiewickz.
“Las organizaciones necesitan pasar de los gestos simbólicos a políticas estructurales de bienestar. Esto implica redefinir objetivos razonables, capacitar líderes en gestión emocional, fomentar descansos reales, ofrecer espacios de escucha auténtica y redes de apoyo interno, medir la salud mental como se mide la productividad: con seriedad, presupuesto y acción concreta”, porque según sostiene, bajar los niveles de bornout es tan urgente como posible, “diseñando ambientes inclusivos psicoemocionales laborales que no necesiten apagar incendios porque no los provocan”
Por su parte, Romina Halbwirth -psicóloga, especialista en orientación vocacional y enfoque sistémico integrativo- desarrolló una serie de estrategias que podrían ser de ayuda cuando comienza a apagarse “el entusiasmo interno -esa llama que te impulsa y te apasiona-, y tu don natural -ese talento que fluye sin esfuerzo-; algo que denominó llamadón© y que define como una especie de “brújula vital que te conecta con tu propósito más profundo y auténtico, permitiéndote dejar una huella significativa en el mundo”.

Estas son algunas de sus propuestas para recuperar el sentido y la satisfacción en lo que hacemos y evitar entrar en modo bornout
- Aprendé a decir no. Poné límites claros entre tus responsabilidades y tu bienestar.
- Hacé actividad física todos los días. Según el Journal of Occupational Health Psychology, tan solo 20 minutos diarios de ejercicio moderado reducen hasta en un 60% los síntomas de estrés crónico.
- Mejorá tus hábitos de sueño. Creá una rutina de descanso clara, desconectate de las pantallas una hora antes de dormir y prioriza un descanso real y reparador.
- Chequeá tus emociones a diario. Preguntate con honestidad ¿Cómo estoy hoy realmente? Registrar tus emociones te permite anticiparte antes de colapsar.
- Desconectá para volver a vos. Hacé pequeños detox digitales: dejá el celular en otra habitación por lapsos del día y liberá tu atención de la hiperconexión.
- Practicá el “después lo pienso”. Anotá los pensamientos repetitivos o ansiosos y deci conscientemente: “Ahora no puedo ocuparme de esto, después lo pienso”.
- Agendate como prioridad. Reservá una cita semanal con vos mismo para hacer algo que te nutra emocionalmente, sin culpa.
- Visualizá tu vida con llamadón©. Antes de dormir, imaginá cómo sería tu vida si estuviera en plena sintonía.
- Hacelo al revés: lista inversa. En vez de pensar todo lo que te faltó, anotá al final del día todo lo que lograste, incluso lo más mínimo.
- Tené conversaciones valientes. Elegí cada semana un tema que estés evitando y animate a enfrentarlo. Liberar esas cargas devuelve energía.
- Hacé una auditoría de tus roles. Revisá mensualmente cuáles de tus roles te están drenando energía y por qué. Eso te da perspectiva para redistribuir prioridades.
- Pedí ayuda profesional. La terapia no es un lujo: es una inversión en tu salud emocional. Según la American Psychological Association, el acompañamiento psicológico es clave para prevenir el burnout.
Créditos:
Datos e imágenes: Sebastián Neduchal, Iván Paulucci y Damián Mugnolo (TN Videolab)