Una decisión. Un salto al vacío. Una promesa. Antonella Veltri, peluquera y madre de dos hijas, transformó su vida en tiempo récord para dar forma a un sueño que llevaba años incubando: abrir su propio head spa, un concepto de relajación y bienestar nacido en Asia, que recién ahora comienza a llegar a la Argentina.
Leé también: Dejó el Ministerio de Seguridad para ser azafata de yates de lujo: “Se puede ganar hasta US$15 mil de propina”
“Hace dos años vi un video sobre el head spa coreano y sentí algo que no sé explicar. Me enamoré de lo que transmitían, de cómo lo hacían… y supe que eso era lo que quería hacer”, recuerda. En ese instante nació el germen de lo que hoy es ANMA Head Spa, un espacio en el tercer piso de un departamento en Barracas donde cada detalle invita a bajar la velocidad, a reconectar con el cuerpo y la mente, a respirar.
La promesa que lo cambió todo
Durante mucho tiempo, ese deseo pareció inalcanzable. “Busqué cursos por todos lados, pero todo lo que encontraba estaba en España, Ecuador o Colombia. Me prometí a mí misma que si alguna vez llegaba a la Argentina, iba a ser de las primeras en anotarme”.
Y cumplió. En enero de este año, vio una publicación en redes: Head Spa Argentina anunciaba sus primeras formaciones. “Tenían muy poquitos seguidores, ni siquiera les conocía la cara… y ya les había señado una camilla. No tenía la plata, pero les pedí que me la reservaran igual. Cuando vi que el curso era en Mar de las Pampas dije: ‘No me importa, me voy igual’”.
Vender el auto para cambiar de vida
El entusiasmo pronto chocó con la realidad económica. Fue entonces cuando Antonella tomó una decisión radical: vender su auto para poder capacitarse. “Se lo conté a mi pareja primero, estaba preocupada porque no sabía si iba a poder afrontar los gastos. Después fui con mi hermano a pedirle que me preste la plata para señar al menos el curso, con la promesa de devolvérsela. Mientras empecé a recorrer concesionarias, a ver qué pasaba y para mi sorpresa: en cinco días ya no tenía auto”.
La noticia no fue fácil de compartir con su familia. “Mi mamá y mi hermana también me apoyaron, pero mi papá casi se muere. Yo lo entiendo: siempre fui muy independiente, tengo dos nenas y el auto era fundamental. Pero le dije: ‘No te estoy pidiendo permiso. Ya tomé la decisión’”.
“Me repetía una y otra vez que lo iba a lograr, que la plata es energía y que esto era una inversión. Y como toda inversión, sabía que con el tiempo iba a dar sus frutos”, recuerda. Hoy, con el proyecto funcionando y los turnos llenos cada semana, confiesa entre risas: “Lo dejé con la boca abierta”. También cortó con algunos patrones y ese espiral del “hacer lo que se debe” que muchas veces impone la sociedad.
El nombre que llegó como una señal
Desde la elección del nombre hasta la energía que se respira en su espacio, todo tiene una carga simbólica. Antes de vender el auto incluso, ya comenzó a averiguar qué necesitaría para abrir su negocio, porque si bien Antonella es peluquera, solo se manejaba con clientas e iba a domicilio.
Leé también: Superó el suicidio de su madre, luchó contra la obesidad y ayuda a otros con las constelaciones familiares
Para concretar el proyecto, invirtió 26 millones de pesos, y se rodeó de profesionales para construir su marca. “Quería algo corto, con significado, que reflejara lo que soy. Sabía que no era solo una peluquería, esto era otra cosa”, explica.
Solo restaba encontrar un nombre, pero eso también llegó rápido. “Durante una clase del curso, la profesora mencionó el masaje ANMA, una técnica japonesa ancestral. Sentí que me tocaba el alma. Le dije: ‘Me parece que ya encontré el nombre’”. El resto ya es historia conocida.
Una experiencia transformadora
Con una sola camilla y sin asistentes, Antonella da entre cuatro y cinco turnos por día. “Trabajo mucho con la energía. Doy todo de mí para que la persona se vaya feliz, con el corazón liviano. Vivimos acelerados, y necesitamos parar”, asegura.
Verónica, una de sus clientas que se animó a probar un sistema para casi todos desconocidos, asiente sobre el concepto: “Es un viaje sensorial, muy agradable y se disfruta mucho”.
Los servicios se dividen en tres niveles, desde turnos que duran de 50 a 90 minutos. Los precios oscilan entre 50 y 100 mil pesos (este último incluye masaje corporal relajante en cuello, pecho, brazos, manos y pies).
La experiencia comienza con un diagnóstico detallado del cuero cabelludo, adaptando los tratamientos a las necesidades específicas de cada cliente. Luego los invita a recostarse en una camilla y allí empieza a masajear la cabeza con técnicas de acupresión, estimulando la circulación y promoviendo la relajación. Hasta que aparece la verdadera atracción: un aro dorado que larga agua en forma de lluvia uniforme y genera una experiencia sensorial. Se completa con un brushing e infusión.
“Esto no es solo un tratamiento. Es un acto de amor propio”, dice. Y lo sabe bien: ella misma vivió el servicio en carne propia durante la capacitación. “Lloré de la emoción. Nunca sentí algo así por lo que hago. Fue hermoso, genuino. Y supe que esto tenía que compartirlo con otras personas”.
Lo que viene
Aunque empezó sola, ya piensa en crecer. “Sé que esto recién empieza, pero me gustaría expandirme, llegar a más personas. La verdad es que la gente lo necesita”, afirma convencida.
Hoy, su historia circula como inspiración para otras mujeres, para emprendedores, para cualquiera que esté postergando un deseo. “Estoy convencida de que si uno se compromete con sus sueños, todo llega. La plata va y viene. Pero esto… esto me cambió la vida”.