León Dourge fue un reconocido arquitecto nacido y educado en Francia que desarrolló casi toda su obra en nuestro país y que se hizo célebre por concebir, entre otros, el icónico edificio de líneas neoclásicas ubicado en la Avenida Alvear al 1600 -conocido como Palacio Duhau-, por encargo de los hermanos Luis y Alberto Duhau y que, en 2006, fue reconvertido en un hotel 5 estrellas con 165 habitaciones, tres restaurantes y un bar, entre otras comodidades.
Y aunque esta es quizá su obra más reconocida, no es la única en la que se puede pasar una noche, compartir una cena o un té mientras nos remontamos al esplendor de otros tiempos. De hecho, en la localidad de La Cumbre, Córdoba, descansa quizá el conjunto de edificaciones más importante -en términos numéricos- realizado por Dourge en Argentina.
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Se trata de seis casonas: Sevilla, Toledo, La Fonda de Cruz Chica (Ex Olimpo), El Paraíso (donde vivió hasta su muerte al escritor y periodista Manuel Mujica Lainez), Granada y La Gitanilla (casa particular de Dourge entre 1930 y 1932), construidas casi todas ellas para ser utilizadas como casas de veraneo de familias de la aristocracia porteña, en un perímetro muy cercano y bajo el mismo estilo: el pintoresquismo andaluz.
Su desarrollo en Argentina
Repasando la historia, podríamos decir que la llegada de Dourge a la Argentina, y también a La Cumbre, es más una deriva de una serie de episodios fortuitos, que una decisión.

Dourge nació en París, Francia, en 1890 y se formó en la École Nationale des Arts Decoratifs. Ya graduado, en 1914, llega a la ciudad de Buenos Aires -donde había estado ya una vez en 1907-, para acompañar a su madre y su hermano, quienes venían con el propósito de instalar un negocio de antigüedades y porcelanas francesas. Pocos meses después, el estallido de la primera Guerra Mundial lo obliga a afincarse definitivamente en nuestro país.
A pesar de su formación, le fue difícil obtener el titulo que lo habilitara a trabajar como arquitecto, por lo que decide trabajar como dibujante en un estudio cinematográfico, primero -donde conoce a la que sería su mujer, Juana Chalá-; y en el estudio del arquitecto Alejandro Bustillo, después.
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Más tarde emprendería una carrera autónoma y, en 1925, cuando el Consejo de Ingenieros de la provincia de Córdoba le otorga el título de constructor de primera categoría en arquitectura, desembarca en La Cumbre, sierras de Córdoba, para dar vida a su serie de casas serranas, construidas todas ellas entre 1920 y 1930; e instalarse con su familia, entre 1930 y 1932; período durante el cual “fue nombrado Consejero técnico de Obras por Decreto 50 del 2 de julio de 1931, de la Municipalidad de La Cumbre, firmado por el comisionado Mauricio Andrey”, recuerda Liliana Toledo, miembro de la Junta de Historia de esta localidad serrana.
El legado de Dourge en La Cumbre
“Además de El paraíso, La Gitanilla, Granada, Toledo, Sevilla y La Fonda (ex Olimpo), ejecuta en La Cumbre una serie de intervenciones en diversas fachadas en distintas casas del pueblo, muchas de las cuales aún pueden verse”, explica Gastón Esper, arquitecto y presidente de la Junta de Historia y Patrimonio de La Cumbre.

A diferencia de las construcciones porteñas de los años 20, sus casas serranas “se adaptaron al paisaje y fueron ornamentadas con elementos similares a los que presentan las casas de Andalucía, España, ya que él refería un parecido entre un paisaje y el otro. Pero también utilizó materiales locales, como la teja colonial, la madera o la piedra propia de la zona, que combinó con mayólicas o revoques decorados”, enumera.
Esta serie de casonas serranas que son, además de patrimonio arquitectónico, una especie de orgullo para todos los que habitan o visitan este pequeño Poblado Histórico Nacional de la provincia de Córdoba, conservan aún hoy intactas buena parte de su arquitectura y lo que es mejor aún, podés visitarlas, alojarte o disfrutar de una cena en ellas.

El Paraíso fue la primera de las casas diseñadas por Dourge en La Cumbre por encargo de Ramón Avelino Cabezas, su primer dueño. Terminó de construirse en 1922 y contaba con un chalet principal, otras viviendas menores, sala de conciertos, taller, lago artificial y una pileta de grandes dimensiones, entre otras comodidades distribuidas en 7 hectáreas. Su segundo dueño fue Ramón Parada, quien la heredó a sus hijas.
En 1969 es adquirida por Manuel Mujica Láinez, quien la habitó hasta su muerte, en 1984. Actualmente, la casona principal funciona como Casa Museo abierta al público y conserva en su interior los objetos personales del periodista y escritor. Además, hay una pequeña construcción que hace las veces de residencia para artistas y un restaurante.
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Tres años después concibe Sevilla, por pedido del Ingeniero Gabriel Masle. Tras su muerte es adquirida por la familia Oster, cuyos integrantes la disfrutan como casa de veraneo hasta bien entrados los 80. En 1986 abre sus puertas como Hotel Alcázar de Sevilla y de ahí en más pasa por distintos períodos de actividad e inactividad hasta que, en 2019, es adquirida por sus actuales propietarios y reconvertida en un Hotel Boutique con 13 habitaciones con capacidad para 44 pasajeros, pileta, salones y terrazas que ofrecen vistas privilegiadas a la naturaleza que la rodea.
Justo frente a Sevilla se erigen Toledo y Granada. La primera de ellas fue realizada por pedido de María Unzúe de Alvear y se terminó de construir en 1930. Tejas musleras, ventanas en arco, rejas decoradas y balcones volados caracterizan a esta construcción que tras funcionar como casa de veraneo, primero; y alojamiento, después; pasó buena parte de la última década como casa familiar y hace apenas unos meses -tras un proceso de remodelación realizado conservando la estructura original, agregando espacios de uso común en el exterior y modificando los sistemas antiguos necesarios para el buen funcionamiento de la vida interior- abrió sus puertas como hotel Boutique con 13 habitaciones (a las que se sumarán próximamente dos más en Villa Toledo, casa de caseros contigua al edificio principal), un restaurante con 80 cubiertos (para huéspedes y público externo) y una barra que funciona como bar.

Granada, fue también recientemente adquirida por el mismo grupo inversor y se estima que, a futuro, sea parte del Master Plan de Alojamiento Casa Toledo. En apenas 100 años de vida esta casona de seis habitaciones solo tuvo dos propietarios, que le dieron siempre un uso privado y prácticamente no realizaron ninguna ampliación o modificación en la estructura original situada sobre una loma.
Unos metros más cerca del pueblo se encuentra La Fonda de Cruz Chica, una coqueta casona que fue solicitada a Dourge por el escritor Juan Dionisio Naso Prado, y cuya construcción contempló, además, una especie de réplica de un anfiteatro griego para representaciones teatrales del que aún se conservan algunas estructuras.
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Atendida por sus dueños, fue la primera de las casas Dourge en reconvertirse bajo la categoría “hotel boutique”. Actualmente cuenta con cinco cuartos y dos departamentos para estadías familiares, un restaurante, pileta y una sala para meditación, armonizaciones sonoras, yoga y danza que lleva por nombre “La Crisálida”.

Por último, escondida, aún latiendo en el corazón de Cruz Chica está La Gitanilla, la que fuera su morada y que por estos días es una vivienda familiar que prácticamente no ha sido modificada en su estructura.
A diferencia de las casas que Dourge hizo por encargo en esta zona, La Gitanilla es austera, sencilla, a decir del arquitecto Gastón Esper, “una especie de rancho contemporáneo, sin detalle en las ventanas, una típica casa serrana” para un francés que ha dejado su huella en estas latitudes.