Durante años, el mundo estuvo dividido por una pregunta tan simple como polémica: ¿cómo se debe colgar el papel higiénico, por encima o por debajo del rollo? Aunque cada lado tenía sus argumentos, la respuesta estuvo clara desde hace más de 130 años.
En 1891, Seth Wheeler, inventor del papel higiénico perforado, registró una patente en la que mostraba claramente cómo debía usarse: con la hoja cayendo por el frente, es decir, por encima. Según Wheeler, esta forma hacía más fácil tomar el papel, evitaba desperdicios y funcionaba en los portarrollos más simples.

La ciencia también apoyó esta opción. Expertos como el doctor Christian Moro explicaron que colgar el papel por encima reduce el contacto con la pared, lo que ayuda a evitar bacterias como la E. coli o el estafilococo, comunes en los baños.
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Más allá de cómo se cuelga, muchos médicos coincidieron en que el papel higiénico no es la mejor forma de limpieza. En países como Japón, el uso de agua con inodoros especiales es lo más habitual. En cambio, en gran parte de Occidente, el rechazo a los bidés fue más una cuestión cultural que práctica.

También aparecieron las toallitas húmedas como opción, pero causaron problemas al medio ambiente, ya que muchas terminan atascando las tuberías y redes de saneamiento.