Darse un baño nocturno puede parecer sólo un acto higiénico, pero según especialistas en comportamiento humano, esta rutina podría decir más sobre tu estado emocional que tu terapeuta en su primer café del lunes.
Si bien muchas personas optan por ducharse por la mañana para espantar el sueño a baldazos, lo cierto es que quienes eligen hacerlo antes de dormir crean —consciente o inconscientemente— un ritual psicológico de desconexión, una especie de “apagado suave” del sistema operativo emocional.

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Un baño con beneficios más allá del jabón
La psicóloga Jennifer L. Miller lo explicó con claridad: “La ducha nocturna actúa como una señal al cerebro de que es hora de relajarse”. Y no se trata solo de espuma y agua caliente. Es también una forma de bajar el volumen del cortisol —esa hormona del estrés que se nos dispara con cada mail que dice “urgente”— y sumergirnos, al menos de manera simbólica, en la calma.
De hecho, la temperatura del cuerpo juega un rol fundamental. La Dra. Sheryl R. K. Watts señaló que, al ducharse con agua caliente, el cuerpo entra en un proceso térmico fascinante: primero se calienta, luego se enfría... y se rinde al sueño. Sí, tu cuerpo se comporta como una laptop que empieza a ventilarse cuando ya no da más.
Autocuidado líquido: una ducha con propósito
Andrea H. Nichols, terapeuta y coach de bienestar (sí, existen, y no dan consejos tipo “compra una agenda y todo se arregla”), resaltó que la ducha nocturna es una forma tangible de autocuidado. No solo lavás el cuerpo, también enjuagás las preocupaciones, como si fueran champú que no era tuyo pero alguien te dejó en la cabeza.
Este hábito puede mejorar la autoestima, ayudar a cerrar el día y, por si fuera poco, aumentar el bienestar general. En resumen: un baño de noche es lo más parecido a un reinicio emocional sin necesidad de apagarte por completo.

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Bañarse por la noche: un espejo de la personalidad
Pero atención: la hora del baño también puede revelar aspectos profundos de la personalidad. Los psicólogos coinciden en que quienes prefieren bañarse por la noche suelen buscar el orden interno, el equilibrio y, en algunos casos, un momento de inspiración creativa sin interrupciones (ni notificaciones).
La temperatura ideal para una ducha se encuentra entre 36 °C y 40 °C. Esta franja es considerada segura y confortable tanto para la piel como para el sistema circulatorio. También es la más recomendada por dermatólogos y especialistas en salud.
¿Por qué esta temperatura es ideal?
- 36 °C–37 °C: es similar a la temperatura corporal, lo que hace que la ducha sea agradable y no agresiva para la piel.
- 38 °C–40 °C: es una temperatura segura para relajarse sin dañar la barrera cutánea ni resecar la piel.