“El mar es un inmenso desierto donde el hombre nunca está solo, porque siente la vida estremecerse a su lado”. Julio Verne, fascinante creador de aventuras, describía así en su libro “Veinte mil leguas de viaje submarino” cómo era pasar los días y las noches como un punto diminuto en la inmensidad de esas aguas.
Una pareja nacida en Buenos Aires decidió comprobar en carne propia qué tan certero era ese relato. Quemó las naves de su vida terrestre y se lanzó a surcar ríos y océanos en un velero, con tanta convicción que ahora prepara su vuelta al mundo en compañía de sus tres hijos.
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En esta charla con TN, Herman Meder y Rocío (de 41 años), Valter y Günter (mellizos de 14) y Bruno (10) cuentan cómo es vivir desde hace 9 años en un velero, el Kira-Kira, con el que pronto cruzarán el canal de Panamá rumbo a la Polinesia Francesa, Australia, el sur de África, Brasil, Uruguay y el regreso a Argentina.
Cómo es su estilo de vida; los pormenores del homeschooling de los hijos; de qué forma se sostienen económicamente; cuánto cuesta dar la vuelta al mundo; cómo se prepararon para este desafío y las curiosidades y anécdotas de soltar amarras y vivir mientras se viaja, en esta charla sostenida por mail, desde una amarra de Brasil.
Desde Rosario, al otro lado del mundo
Rocío y Herman nacieron en la ciudad de Buenos Aires en 1984. Sus hijos en Bariloche: los mellizos Valter y Gunter en el 2010, y Bruno en el 2014.
Se conocieron en un club náutico en San Fernando en el 2005. “Herman jugaba al rugby con mis compañeros de colegio y sus padres tenían un barco en el cual vivían también. Nos vimos por primera vez en un tercer tiempo al terminar un partido, y desde ese día no nos separamos más”, cuenta Rocío.
¿A qué se dedicaban antes de viajar en velero?
R: Durante muchos años vivimos en Bariloche. Herman tripulaba un barco de turismo, era jefe de máquinas en el lago Nahuel Huapi. Durante ese tiempo construimos nuestra casa, y transcurrió la primera infancia de los mellizos y el primer año y medio de Bruno.
¿Por qué se llama Kira-Kira la embarcación?
R: Lo bautizó el dueño anterior. Es el nombre de una isla en el Pacífico, muy inaccesible y paradisíaca. Lo nombró justamente con la intención de visitarla con el barco, por cosas de la vida él no fue pero nosotros intentaremos hacerlo.
¿Cómo y dónde lo compraron?
Herman: Luego de vender nuestra casa, pusimos el dinero en una mochila y nos fuimos en un auto de alquiler hasta Rosario a buscarlo. Este barco es un anhelo de mi infancia y es un diseño de los mares del Norte del cual se construyeron muy pocos en el país.

¿Qué comodidades tiene y por qué lo eligieron?
H: Es un velero muy robusto y seguro, construido en acero naval y pensado para condiciones de navegación muy duras. El cockpit (donde se encuentra el timón y se concentran las maniobras) es central. La mayoría de los veleros lo tienen hacia la popa, y esto hace que la tripulación esté muy protegida. Además cuenta con una chubasquera, que se cierra por completo y permite que el timonel no quede expuesto. Entonces, se puede navegar prácticamente sin salir al exterior. Además, el barco está equipado con material e instrumentos para navegación oceánica, ideal para nosotros. Cuenta con dos camarotes (uno para nosotros y otro para los chicos), cocina completa, baño, living comedor y mesa de navegación.
¿Por qué decidieron hace 9 años vivir en el velero?
H: La idea de vivir a bordo la tengo desde muy chico y de hecho inmediatamente después de que conocí a Rocío le conté y le encantó. Todo el trabajo que hicimos los años previos fue para llegar al barco, hasta hicimos nuestra casa con la idea de venderla para comprarlo. Cuando los chicos tuvieron una edad acorde lo decidimos. Pero lo que realmente fue el empujón final fue la erupción del volcán Puyehue y la lluvia de cenizas, que nos hizo replantear nuestra manera de vivir.
¿Se inspiraron en otros viajeros, en libros, en videos, en redes o dónde?
H: De chico leí todos los libros que hay de viajeros en velero, como los de Bernard Moitessier, Robin Knox Johnston, Joshua Slocum, Vito Dumas, Alberto Torroba. Y seguramente algunos más. Me inspiré un poco en todos, porque los admiro. A los chicos les gustan y los leyeron también. De sus aventuras siempre algo se aprende y algunos tienen una muy buena escritura, además de enseñanzas. Son libros entretenidos que de vez en cuando en familia volvemos a leer. Están permanentemente entre nosotros.
Jugar en otras playas
Cuando tomaron la decisión de vivir en el barco, los chicos eran muy pequeños. Los más grandes tenían 5 y Bruno apenas un año y medio. “Les dijimos lo que íbamos a hacer y se convirtió inmediatamente en un juego como de piratas y marineros, así que lo vivieron con mucha ilusión. Además el contraste de la montaña nevada al mar, los barcos y los botes fue un gran estímulo para ellos, y hasta ahora estamos aprovechando ese impulso. No es muy difícil mantenerlos motivados”, asegura Rocío.
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Valter, Günter y Bruno, ¿qué les parece lo vivido hasta ahora a bordo y qué expectativas tienen para la vuelta al mundo?
Valter: siempre me gustó vivir dentro de nuestra casa flotante. Nuestro primer viaje fue a Brasil, pasamos la pandemia en San Fernando y de ahí navegamos hasta Mar del Plata. Ahí hicimos amigos y volvimos a Brasil, a Uruguay, de nuevo a Mar del Plata y de ahí salimos para realizar esta larga travesía.
Günter: Lo que más me gusta de vivir en un barco es cuando uno se acostumbra al constante movimiento del mar, cuando las olas ya no te marean; ese es el momento en el que uno no quiere dejar de navegar, hasta llegar a un destino más distante del que se había propuesto. De todos los lugares que visité, el que más me gustó fue Paraty, cerca de Rio de Janeiro. Me gusta la idea de dar la vuelta al mundo. Creo que en esta vida nunca se sabe qué va a pasar en el futuro, hasta donde vamos a llegar, así que espero completar el desafío. Otra cosa increíble de vivir en un barco es que mientras uno avanza siempre conoce nuevas personas.
Bruno: esta vida es genial, porque conozco gente nueva y personas de otros barcos. Con la vuelta al mundo voy a aprender idiomas nuevos, conocer otros lugares y jugar en otras playas.
¿Cómo es para los chicos no tener un vínculo permanente con amigos?
R: Nuestros hijos siempre están conociendo nuevos amigos. En cada playa bajan con su pelota y se arma el partido rápidamente. Cuando la estadía es un poco más larga los hacemos socios del club náutico del lugar y gracias a internet permanecen conectados con los amigos que van haciendo en el camino. Muchas veces se reencuentran en los puertos a los que regresamos y con aquellos que tienen más afinidad se mantienen en contacto. También ahora están conociendo amigos online que cursan el mismo año que ellos a distancia y no se conocen personalmente pero tienen un trato muy fluido.
¿Qué demandas de los chicos tuvieron en cuenta o les hicieron cambiar planes?
R: Casi siempre que nos quedamos más de lo planeado en algunos puertos es por alguna actividad deportiva o por amigos que van conociendo y esperamos el momento indicado para partir. Si tenemos la posibilidad de mandarlos a un colegio presencial un tiempo lo hacemos para que socialicen y esperamos el momento indicado para partir sin que sea algo traumático para ellos. Cuando sentimos que extrañan a la familia, abuelos, tíos y primos nos quedamos durante varios meses en Buenos Aires para que tengan cotidianidad con su familia. Muchas veces nos quedamos tiempo de más en algunos lugares para que nazca de ellos la inquietud de viajar. Ahora, son ellos los que desean otro puerto, otra experiencia.
¿Qué pros y qué contras le encuentran a la escuela a distancia?
R: Del homeschooling solo tenemos comentarios positivos. Es una maravilla la oportunidad de educar a nuestros hijos desde casa y con el apoyo de profesionales. Es exigente en los contenidos y uno se siente acompañado. Cambió mucho todo con la aparición de internet satelital, y porque agregamos este año una impresora a bordo. Cuando uno recién empieza, hay un poco de incertidumbre porque al estar comenzando en algo nuevo y bajo la propia responsabilidad se tiende a exigir tal vez de más. La otra cuestión es que son tres chicos y eso demanda mucho material, muchas computadoras y muchos celulares, mucha energía y mucho tiempo. Por suerte los dos más grandes al ser mellizos comparten el material.
¿Los 5 saben nadar desde cuándo?
R: Todos sabemos nadar desde muy chicos y para los niños parte de ese tiempo que esperamos para mudarnos al barco fue de entrenamiento en pileta. ¡Y lo bien que hicimos! Creo que el primer día que llegamos al barco Günter se cayó al agua desde la marina y de ahí en más es cosa de todos los días. Nadar está en nuestra rutina.
¿Qué otras acciones tuvieron que tomar para lanzarse permanentemente al mar?
R: Para otras familias lo central es el trabajo, el barrio, el club. La nuestra es una forma de vida itinerante y desde ahí construimos lo demás. A los cinco lo que más nos gusta es el barco y cualquier cosa que complique un poco eso ya no nos convence. Por ejemplo, nos gustaría mucho una mascota, pero ya tuvimos y sabemos que los animales domésticos no disfrutan de navegar.
¿Cómo resultaron estos 9 años? ¿Qué experiencias positivas y de las otras vivieron?
R: No podemos quejarnos. Lo que tal vez no nos resulta tan cómodo son costumbres que hemos perdido. En mi caso perdí casi toda capacidad de hacer trámites sin enojarme. Y a veces puede ser que te sientas un poco fuera de la sociedad en algunos aspectos, especialmente cuando el mar está fuerte, ves las luces en la costa y pensás con nostalgia en algunas comodidades… Pero son cosas eventuales relacionadas al cansancio del momento o la frustración porque el clima no acompaña. Tampoco es bueno no estar en fechas importantes para la familia, pero está claro que siempre algo se sacrifica.

Murciélagos a bordo
¿Cuáles son sus dos mejores anécdotas del viaje?
H: Una vez en Ubatuba, Brasil, después de haber estado muchos días navegando, tiramos el ancla y nos fuimos a dormir, sin darnos cuenta de que no se había agarrado al fondo. Al despertarnos no reconocimos a las embarcaciones que nos rodeaban el día anterior. ¡Navegamos toda la noche entre un montón de barcos sin tocar a ninguno y nos despertamos en un “barrio” distinto!
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En otra oportunidad largamos el ancla detrás de una isla, Ilha Da Cotia, en Paraty. Al despertar al día siguiente veo que las bananas que habíamos cosechado tenían pequeños mordiscos y marcas en la cáscara. Reté a los chicos y les dije que si querían comer solo debían avisarme. Ellos negaron todo, lo cual me hizo enojar. A la noche, al relajarme en la almohada y a punto de quedarme dormido, siento un aleteo y veo a contraluz de la luna un murciélago enorme de la fruta que, como la noche anterior, ¡venía a comer las bananas colgadas del techo!
¿Por qué decidieron ahora dar la vuelta al mundo y qué preparativos hicieron?
H: El barco y la tripulación están preparados. En cuanto al velero, hace mucho que lo tenemos y lo conocemos lo suficiente. Por otro lado, se puede confiar en los mellizos para hacer las guardias durante el día y ayudar en las maniobras con buen clima. Nos llevamos todos muy bien y sentimos que además de una familia somos una buena tripulación que funciona y hace que el barco navegue bien. Todos tenemos la misma voluntad, tiramos para el mismo lado y somos autosuficientes.
¿Por qué a través del canal de Panamá?
H: Porque sino habría que cruzar el Cabo de Hornos o ir hacia Europa a través del Atlántico y de esta forma, si bien es un canal artificial, nos lleva a destinos donde la naturaleza está más presente.
¿Cuánto tiempo les llevará la travesía?
H: No tiene tiempos. Previo a dar la vuelta al mundo tenemos planeado recorrer el Río Amazonas y estimamos llegar a principios de agosto para navegarlo hasta mediados de noviembre, cuando partiremos hacia el Caribe y luego a Panamá. Tenemos como límite el tiempo que tarden los mellizos en terminar el secundario. Y en el camino debemos trabajar, estudiar, progresar y sortear algunos obstáculos, que serán bienvenidos también.
¿Dónde prevén parar y qué actividades harán?
H: Los principales puntos son el río Amazonas, el Caribe, el canal de Panamá, la Polinesia Francesa, Australia, el sur de África y el retorno a Brasil, Uruguay y Argentina. Haremos las actividades cotidianas de navegación, estudio y trabajo, sumado al mantenimiento del barco y las recorridas que nos permiten los lugares a los que llegamos. También generamos contenidos para nuestras cuenta de Instagram, @familiameder, y canal de YouTube, más hacer gimnasia y natación. Todo debemos administrarlo con una agenda muy organizada: el uso de internet para estudiar y trabajar está ligado directamente a las condiciones climáticas que necesitamos para generar energía solar y eólica para mantener los equipos encendidos.
¿Cómo es el día a día en el barco cuando están de viaje?
H: Intentamos que para los chicos sea lo más normal posible, en función de respetarles la duración de la noche, durante la cual nosotros mantenemos la vigilia. A la mañana los despertamos con el desayuno. Ellos tienden sus camas y preparan sus estudios, mientras nosotros nos ocupamos de navegar. Después del almuerzo se turnan los mellizos en dos guardias hasta que anochece. Se aliviana mucho el trabajo cuanto más nos alejamos de la costa, debido a que disminuye el tráfico y deja de haber redes de pesca que evitar. Eso nos permite hacer guardias cortas y dormir breves períodos de media hora, tal vez un poco más. También a medida que pasan los días el cuerpo se acostumbra más al ritmo y se hace más llevadero. Lo que más cansa es el tráfico y los ingresos a puerto que uno no conoce y a veces son comerciales. Con muchos buques con prioridad de paso con respecto a nosotros hay que estar muy atento.
¿Cómo se sustentan? ¿Con trabajo remoto?
H: Yo soy marino mercante, especialista en máquinas. Voy reparando barcos en el camino y ahora estamos haciendo excursiones con amigos, conocidos y contactos a lugares de difícil acceso y algo exóticos a los que es más fácil acceder con el velero. Rocío se ocupa de investigar atracciones naturales y paseos fuera de lo convencional y los ofrecemos en redes. También es maestra, cocina y me ayuda mucho con el barco.
¿Cuánto sale dar la vuelta al mundo en velero?
H: Tal vez un marinero solo con su barquito y mil dólares por mes haciendo pocas paradas lo logra en un año. ¡De ahí para arriba no hay límites!
No quedarse con las ganas
Ante un anuncio de tormenta, ¿son precavidos o audaces?
H: Con internet satelital y los pronósticos que tenemos hoy es muy difícil que una condición climática nos sorprenda. Siempre somos precavidos y muy conservadores en cuanto al clima, en especial por llevar a nuestros hijos. El barco es un muy buen aliado que tiene mucho respaldo también ante condiciones adversas, pero generalmente no lo exigimos. Siempre tenemos presente que es nuestra casa. De todas maneras claramente hay un cambio en el clima que viene del calentamiento global y que hace que los pronósticos muchas veces fallen o sean inexactos, y es ahí cuando el Kira-Kira y su equipamiento nos dan seguridad.
¿Cómo resuelven las emergencias, no solo de salud sino trámites y otros problemas?
R: Tenemos apoyo de nuestra familia, pero siempre resolvemos solos. A veces navegamos en compañía, con algún barco que va para el mismo lado. Para las urgencias que nos inventan, ciertos trámites, tenemos siempre una solución ingeniosa que nos lleva generalmente a otro puerto. Y siempre hay un amigo o familiar que nos ayuda con temas burocráticos de Argentina. ¡Aprovechamos para agradecerles a ellos, que siempre están ahí!

¿Cuáles son sus 5 mejores consejos para quienes sueñan con vivir navegando?
- Reducir al máximo las cosas que los vinculen con su lugar de origen. No hablo de vínculos, pero sí de casas, negocios y motivos que los obliguen a volver seguido.
- Prioricen su viaje y su partida. El clima y las épocas de salir al mar no esperan, entonces hay que resolver cosas sobre la marcha o dejarlas stand by. Si uno espera a tener todo resuelto no se va nunca.
- Ser austero es fundamental. En el mar es difícil conseguir agua dulce. Partiendo de esa base se debe economizar en todo. Muchas veces los lugares más lindos son los más aislados y la falta de cosas es permanente.
- Hacer del barco el centro de atención. Su mantenimiento, sus necesidades y cuidados son lo más importante. Es muy difícil mantener un velero en forma y dejarlo caer es siempre un grave error.
- No preguntarle a todo el mundo qué opina de su idea. Si tienen un plan deben llevarlo adelante a su manera. Obviamente hay que instruirse para navegar, pero por lo general el resto de las personas van a emitir juicios en base a sus vivencias y esta experiencia se basa en una forma de inestabilidad que no es para todos.
H: Tal vez es difícil vivir un tiempo de incertidumbre, pero a medida que se avanza la sensación de comodidad vuelve por la experiencia adquirida y es bueno también sentir la inquietud de salir en busca de algo nuevo. Vivir la mayor cantidad de tiempo en contacto con la naturaleza y generando en ella el menor impacto posible es sin dudas beneficioso. Además, siempre se puede volver al principio. Lo importante es no quedarnos con las ganas de dar un paso que para nosotros es importante en cualquier aspecto de la vida. Jamás guardarse la duda de lo que pudo haber sido.