En el universo de las plantas resistentes, hay una especie que se destaca por su fortaleza, su estética y su capacidad para florecer incluso cuando bajan las temperaturas. Se trata de una variedad que combina facilidad de mantenimiento con un alto impacto visual. Sus flores, de un color vibrante, se convierten en el centro de atención en patios, canteros y terrazas, al iluminar cualquier rincón del hogar sin requerir demasiada atención.
Esta planta es la Euryops pectinatus, más conocida como margarita amarilla. Es un arbusto de hoja perenne que puede alcanzar hasta metro y medio de altura. Sus ramas crecen de manera vertical, y su follaje —de un tono verde grisáceo y ligeramente aterciopelado— le da una textura singular. A lo largo de casi todo el año, produce flores de un amarillo intenso, ya sea en forma aislada o agrupadas. Aunque es muy resistente, necesita podas periódicas para mantener su forma y evitar que adopte un aspecto desgarbado o leñoso con el paso del tiempo.
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El crecimiento de la margarita amarilla es rápido, por eso se recomienda recortarla con cierta frecuencia. Esta práctica no solo mejora su aspecto, sino que también estimula la floración, que puede ser abundante y sostenida durante meses. En jardines, resulta ideal para formar bordes vivos y llenos de color, y también para complementar otras especies. Una buena idea de diseño es combinarla con margaritas blancas, como la Leucanthemum vulgare: al ubicar las Euryops al fondo y las blancas al frente, se genera una sensación de profundidad muy atractiva, que se transforma a lo largo del día según la luz natural.
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En cuanto a sus cuidados, esta planta agradece estar a pleno sol, aunque tolera la media sombra. En cuanto al riego, lo mejor es optar por una frecuencia baja a moderada, siempre deja secar el sustrato entre una y otra vez. Durante la primavera y el otoño, si está en maceta, se recomienda regar una vez por semana; en verano, habrá que ajustar la frecuencia de acuerdo al calor. En invierno, en cambio, apenas necesita agua.
El sustrato ideal debe tener buen drenaje y aireación, al combinar tierra fértil con arena gruesa y compost o turba. Para evitar enfermedades, es fundamental no encharcarla. Con estos simples cuidados, este arbusto se convierte en una apuesta segura para disfrutar de un rincón lleno de vida, sin importar la estación.
