Solange Musse, “Sol” para su familia, tenía 35 años y llevaba una década luchando contra un cáncer de mama. En febrero de 2020, llegó a Córdoba desde Neuquén con la esperanza de un tratamiento alternativo. Tras una breve internación, se instaló en una casa en Alta Gracia junto a su madre para probar otras terapias. Sin embargo, el 20 de marzo de ese año, cuando se inició el confinamiento, su vida se vería marcada por la tragedia. Solange murió el 21 de agosto de 2020 sin poder abrazar a su padre. Su caso se convirtió en un símbolo del dolor y la injusticia que aún perdura.
Leé también: Todavía no se conocen los detalles de los contratos de las vacunas y las cláusulas secretas están vigentes hasta 2030
Cinco años después, la imagen de Pablo Musse, roto por el dolor, sigue grabada en la memoria colectiva de los argentinos. Su lucha por despedir a su hija se topó con un protocolo inflexible, que antepuso normas a la humanidad, ignorando razones y pedidos. Aquel 16 de agosto Pablo emprendió la marcha para cumplir el deseo de su hija, pero al llegar a Huinca Renancó, después de viajar por horas, la respuesta de las autoridades sanitarias fue “No” por un test sospechoso de Covid-19. Un padre impedido de abrazar a su hija en sus últimas horas. Un país entero, encerrado, fue testigo de esa injusticia, que aún duele.

A pesar de todo, Solange está más presente que nunca. Tiene memoriales justo allí, en Huinca Renancó, Córdoba; también en un parador de comidas propiedad de la familia en Neuquén y en la plaza de San Antonio Oeste, donde estudió la primaria y la secundaria. Esa plaza, a unos 15 kilómetros de Las Grutas, incluso lleva su nombre. Además, dos canciones fueron escritas en su memoria. Hoy, la carta que escribió con el último aliento, frente a la impotencia de no poder ver a su papá antes de morir, será colocada en la Biblioteca del Congreso de la Nación como documento histórico.
Leé también Cómo impactó el aislamiento en la salud mental de los argentinos y qué costumbres modificaron
“Será un testimonio de lo que sucedió en la pandemia. El pedido de ella nadie lo escuchó, nadie pensó en sus derechos. Eso ya pasó, pero el dolor sigue intacto. Necesitamos que haya memoria”, reflexionó Pablo Musse, durante una conmovedora charla con TN.
Una historia de amor y la infancia feliz de una hija
Pablo, oriundo de Lanús Este, conoció a Beatriz Oviedo en 1982, durante un viaje de trabajo a Córdoba, y se casaron para luego instalarse en Puerto Madryn. Solange nació el 23 de octubre de 1984 en Alta Gracia, y un año después nació su hermano Matías. La familia también vivió en San Antonio Oeste y en Plottier, Neuquén, donde se establecieron. Sol creció rodeada de familia y primos, y su padre la recuerda como un ser excepcional.
Leé también Las 20 imágenes más impactantes que dejó la cuarentena en la Argentina
“Era una persona con mucha empatía. Su carta final lo demuestra: ‘Si esto no sirve para mí, que sirva para los demás’, dijo”, reflexiona Pablo. También la define como una “bebé” estudiosa que se recibió de azafata y estudiaba profesorado de inglés.

A los 25 años, cuando vivía en Buenos Aires con su marido, se descubrió un bulto en el pecho. Viajó inmediatamente a Neuquén. La familia ya conocía el diagnóstico: en 2007, su madre había luchado contra el mismo cáncer. Solange empezó un tratamiento sin perder tiempo, que incluyó rayos X, quimioterapia y una mastectomía en el Hospital Italiano de Buenos Aires. Parecía haber superado la enfermedad. Sol era una “topadora” que iba para adelante y trabajaba con normalidad.
El recuerdo amargo de un encierro que le negó abrazar a su hija
Para Pablo y Beatriz, que llevan 42 años de casados, la pandemia parece algo reciente. Los recuerdos de aquellos días siguen vivos, como una herida que no sana.
— Pablo ¿Qué representa este 20 de marzo?
— Una fecha que, aunque pasen los años, quedó marcada a fuego para nosotros. Ese DNU inconstitucional que nos encerró durante dos años, con el aval del arco político, judicial y de seguridad, nos privó de nuestra libertad. Aceptamos ese DNU, que fue un maltrato hacia las personas. En otros países sí se podía salir. Increíble, aquí los mismos vecinos denunciaban a quienes se atrevían a salir de sus casas.
— ¿Cómo sobrelleva el dolor?
— Lo tenemos presente todos los días. El dolor es constante. Sol nos pidió, tanto a mí como al hermano y a su tía, que viajáramos porque nos necesitaba. Hicimos cinco trámites para poder viajar. El 16 de agosto de 2020 partimos, pero nos demoraron en cada retén. Finalmente, en Huinca Renancó me dijeron que debía presentar un certificado PCR negativo. Nos hicieron regresar escoltados por la policía, después de un viaje tortuoso.
— ¿Su hija estuvo al tanto siempre?
— Sí, Sol vio todo lo que ocurría y se sintió decepcionada. Nos estaba esperando para almorzar el 17 de agosto. Dos días después, escribió la carta que se viralizó en todo el país, pidiendo por sus derechos. “Hasta mi último suspiro tengo mis derechos, nadie me va a arrebatar eso”, decía. Esas palabras siguen con nosotros.

— Pero nadie la leyó ni la escuchó…
— Ningún político, juez ni fiscal tomó en cuenta esa carta. Finalmente, para poder viajar, presentamos un recurso de amparo y el juez Ricardo Bustos Fierro esperó el resultado del PCR negativo, que llegó el 21 de agosto, dos horas después de que mi hija partiera.
— ¿Cree que la pandemia deterioró la salud de su hija?
— Estoy convencido. Ella peleaba contra el cáncer desde hacía años, pero el miedo y el encierro la derrumbaron. Mi esposa pudo estar con ella en sus últimos momentos gracias al Sanatorio Allende de Córdoba.
— ¿Y usted ¿Cuándo habló por última vez?
— La noche anterior. Desde la habitación del sanatorio Allende hicimos una videollamada con la madre. Allí Sol me dijo: “Bendiciones, papá”. Todas las noches hablábamos. Fueron las últimas palabras que escuché de ella, al igual que mi hijo y su tía. La muerte de un hijo no se supera, y menos en estas condiciones. No pude despedirme de ella. Nuestra vida se terminó el 21 de agosto de 2020.

— ¿Cómo está la situación judicial?
— Seguimos exigiendo justicia. Un juicio contra dos funcionarios está por iniciarse. El médico Eduardo Javier Andrada, director del Hospital de Huinca Renancó, y Analía Morales, del COE, enfrentarán cargos por abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público.
— ¿Se hicieron más denuncias?
— Sí, pero ninguna avanzó. Denunciamos al juez y fiscal que levantaron la causa de Alberto Fernández, pero todo está frenado. También denunciamos los ataques al memorial de Solange, donde se destruyeron fotos y piedras, pero no pasó nada.
— ¿Quiénes hicieron eso? ¿Por qué?
— El memorial les molesta a todos los políticos. Lo que hicieron no tiene justificación, pero lo niegan. El año pasado expusimos el caso de Solange en la Comisión de Derechos Humanos, pero parece ser solo un acto simbólico, sin consecuencias.

— ¿Le ofrecieron cargos políticos luego de lo sucedido?
— Sí, pero nunca me interesó la política, especialmente después de lo ocurrido. En 2021 me ofrecieron candidaturas a diputado nacional del PRO y a vicegobernador de Neuquén por el partido de Libertad Avanza, pero rechacé ambos cargos. La política intentó usar nuestra tragedia para su beneficio, como lo hace siempre.
— ¿Qué otro hecho lo indignó?
— Una semana antes de la muerte de Sol, el gobernador de Neuquén, Omar Gutiérrez, envió en un vuelo privado a su mujer y a sus hijas en un vuelo privado a Buenos Aires y luego partieron a Madrid en otro de Aerolíneas donde viajaban repatriados. Insólito. Algunos podían moverse con total libertad mientras otros estábamos atrapados por el encierro. No todos corrimos con la misma suerte.

— ¿Cuál fue el dolor más grande?
— Que mi hija no pudiera cumplir su deseo de despedirse antes de morir. Fue devastador. Cuando finalmente llegué, había un cajón frente a mí, y no sabía si Sol estaba dentro. Ese dolor lo llevaremos siempre, hasta que nos volvamos a encontrar. Estoy seguro de que Dios va a querer.