En Villa Real, barrio porteño que limita con la Avenida General Paz, un proyecto de un abuelo y una nieta se convirtió en un fenómeno local que ahora tiene a chicos y grandes maravillados con él.
Se trata de un mini colectivo construido por Jorge “Bocha” Ignacio, un vecino jubilado de la zona, histórico mecánico de la línea 109, que decidió armar desde cero un pequeño vehículo a escala para su nieta. El mini colectivo no solo se volvió una atracción en la plaza Juan B. Terán durante los fines de semana, sino también una fuente de ingresos para Jorge.
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La historia comenzó como un simple regalo para el Día del Niño. “Yo le regalé un autito de Barbie para que anduviera por la plaza, y ella siempre venía a contarme lo que hacía con él”, relató Jorge, con una sonrisa en su rostro, a TN. Pero su nieta tenía grandes aspiraciones: “Un día me dijo que quería llevar un chico en el auto. Yo le respondí: ‘¿Cómo voy a hacer una camioneta?’ Y ella me contestó: ‘Abuelo, mejor hacemos un colectivo’”.
Ese fue el momento que encendió la chispa de lo que hoy es un mini colectivo que recorre la plaza cada fin de semana. Un prototipo creado con partes de Fiat 600, Fiat Duna y otros modelos que recrean algo atípico. “Como siempre, le dije que sí, y empecé a planificar cómo lo iba a hacer”, recordó Jorge, quien nunca pensó que lo que comenzó como un gesto de amor se transformaría en un éxito rotundo.

Jorge no era un desconocido en el mundo de los colectivos. Durante años trabajó como mecánico electricista en la 109, una experiencia que le dio los conocimientos necesarios para emprender su propio proyecto. “Me jubilé trabajando en la cinta de ruedas y después en un taller de mecánico electricista. Estuve años arreglando colectivos. Me conocía todo el sistema”, explicó.
El proceso de construcción del mini colectivo, identificado como el 125 (línea que no existe más) fue desafiante. Jorge comenzó con lo que tenía a mano: un chasis de tricargo, motor de triciclo y piezas recicladas de autos, como las campanas de un Fiat 600. “Lo primero que hice fue conseguir un chasis que tuviera papeles, porque tenía que estar todo en regla. Después, lo homologué y conseguí el seguro de transporte de personas”, indicó.

Cada parte del vehículo fue un reto, desde los frenos hasta los elásticos de suspensión, que tuvo que ajustar en la fábrica de elásticos. “Lo saqué unas diez veces hasta que conseguí la suspensión que quería”, comentó el hombre, mostrando el detalle con el que cuidó cada aspecto en el armado del mini colectivo.
El éxito en la plaza
Una vez terminado, Jorge comenzó a llevar el vehículo a la plaza Juan B. Terán, un parque concurrido en Villa Real, los fines de semana. Allí, los niños y sus padres rápidamente se enamoraron del pequeño mini bus. Las vueltas en el colectivo son un éxito rotundo. “Lo que menos pensé es que esto sería tan emocionante para los chicos y para los padres. Gente que me dice que viajaba en esa línea hace años, se emociona al ver el mini colectivo”, expresa Jorge con humildad.
Además, el negocio le permitió a Jorge mejorar su situación económica. “Con la plaza llena puedo llegar a hacer muchas vueltas. Son muchas horas, pero la gente disfruta, y eso me hace sentir bien”, explicó.

El mini colectivo no solo atrajo a los más chicos, sino que también unió a los vecinos del barrio. “Al principio, muchos me miraban raro, pero ahora todos me saludan y se acercan a preguntar. Los chicos disfrutan, pero los adultos también se acercan con nostalgia. Es un regalo que le di a mi nieta y al barrio”, comenta Jorge, mostrando cómo su iniciativa se transformó en un símbolo de unión y alegría en Villa Real.
El barrio no tardó en reconocer el esfuerzo y la dedicación de Jorge. “Es un tipo muy detallista, siempre está pendiente de todo, hasta de la limpieza. Lo veo, lo cuida como si fuera un coche de lujo. Todo está impecable”, comentó un vecino al pasar, mientras Jorge limpiaba cuidadosamente los vidrios del mini colectivo.

A pesar del éxito, Jorge asegura que no todo es fácil. “Es cansador, pero lo hago porque me gusta. A veces me preguntan si quiero hacer otro, o si me lo compran. Ya me ofrecieron hasta seis mil dólares por este, pero no lo vendo. Lo hice con mis manos, y para mí tiene un valor sentimental que no tiene precio”, confesó Jorge, que continuó: “Para mí, esto es un desahogo, un hobby. Me da fuerzas y me mantiene activo. Y ver la cara de los chicos cuando suben, me llena de alegría”, dijo Jorge.
De hecho, pensó en crear otro mini colectivo, pero aún no se decidió. “A veces me dan ganas, pero no es tan sencillo. Cada mini colectivo es único, no es algo que puedas hacer en serie. Cada vez que construyo algo, tengo que adaptarlo, probarlo, hasta que funcione como quiero”, dice Jorge, con la mirada fija en su obra.

Hoy, el mini colectivo no es solo un vehículo; es un testimonio del amor de un abuelo por su nieta, de la dedicación de un hombre que construyó un sueño con sus propias manos. Y en la plaza de Villa Real, cada vuelta es más que un simple paseo: es una historia de perseverancia, creatividad y la satisfacción de haber logrado algo único.
Créditos:
Fotos y video: Nicolás González (TN Videolab)
Edición: Facundo Leguizamón (TN Videolab)